Hace unos días estuve presente como abogado en un “arreglo” entre dos personas que habían tenido un accidente. Una camioneta cuyo conductor iba usando su celular y un joven que iba manejando su motoneta. En un crucero se dio el accidente y el chico, prácticamente pasó por debajo de la camioneta. De hecho, pasó encima de los pies del joven, quien afortunadamente llevaba zapatos con punta metálica, necesarios para su trabajo en el taller donde labora. La motoneta quedó destrozada y la camioneta no tuvo más que un rasguño. Obviamente para no remitir a la Fiscalía al conductor de la camioneta, el joven le tenía que dar el perdón. La propuesta del dueño del vehículo, que era otra persona diferente, era que cada quien se quedara con su golpe y que se acababa el problema, lo cual era injusto porque el joven, además de las heridas, había perdido completamente su vehículo. En fin el punto es que si no llegaban a un arreglo, aprehenderían a los dos involucrados hasta que los peritos establecieran quién había sido responsable del accidente.
El joven comentó que tenía que trabajar, era obrero de un taller en Civac, argumentó que no podía darse el lujo de no presentarse al trabajo por el riesgo de perderlo, pidió que sólo lo ayudaran con los gastos médicos, ni siquiera pidió la reparación de la moto. Sólo pedía una cantidad de verdad muy baja. El propietario del vehículo no aceptó y dijo que, si se tenían que ir los involucrados detenidos, que así fuera. Obviamente, el propietario del vehículo no tenía problema, el que iría detenido sería el conductor del vehículo. Yo le comenté al joven que si estaba seguro que el otro era responsable que aceptara irse detenido. Sin embargo, entendía por sus argumentos y su mirada que el gran problema era la falta de dinero para enfrentar la situación. Al final cada quien se quedó con su golpe. El joven le otorgó el perdón y cada quien se fue a su casa.
En mi intervención como abogado del joven, comenté al propietario que lo justo era que le ayudaran al joven, que él no quería problemas, sólo lo justo. Comenté que fuera de las cuestiones legales debería existir un sentido de justicia porque el joven había perdido su motoneta, su medio de transporte para ir al trabajo. Al hombre no le importó. Se dio la media vuelta y dijo que eso lo arreglaba su asegurador.
Esto que pasó, junto con otras situaciones vividas durante la semana, me llevó a confirmar por qué estamos tan mal en nuestra forma de pensar y de vivir. Me explico:
Nuestra sociedad, es una sociedad de broncas y de mentiras. Cuando se da un conflicto legal, lo más común es la mentira y la exageración. Muchos abogados, no todos, por supuesto, con la idea de ganar el juicio, argumentan falsedades. La idea es llevar una “verdad legal” sobre la cual un juez determinará quién gana y quien pierde el juicio. La idea es ganar-perder. Esta situación trae como consecuencia que el que “gana” hasta se burle del que “pierde”. Por lo que el estado mental de las partes es el de que acabar como sea posible a la contraparte. No importa cómo, pero hay que destrozarlo.
Y si esto se da entre desconocidos, es peor entre una pareja que decide separarse porque ya no pueden ni desean vivir juntos. Hay uno o una que trata de destrozar al otro o a la otra sin pensar en todo lo que construyeron juntos. Sin pensar en todo lo que les pueden causar a sus hijos e hijas, y quienes fueron producto de su amor.
Por esta razón es que hay que cambiar el paradigma. No se trata de ganar-perder. Se trata de ganar-ganar. Tengo que ser empático con las necesidades de los demás. Reconocerme en ellos. Por eso el epígrafe. Debemos construir un ambiente sano, un ambiente justo. Debemos hacer a un lado lo malo que nos han enseñado. Todavía tenemos muchos prejuicios. Por ejemplo, en el caso de las pensiones alimenticias, todavía hay el pensamiento prejuiciado de que “para qué le voy a dinero. ¿Para qué se lo gaste con el otro?
Es por estas razones que no podemos seguir aplazando la cultura de la paz. Esta se dará cuando comencemos a trabajar con la mediación en todas las áreas de nuestro sistema de justicia y, sobre todo, cuando llevemos la mediación a las comunidades y a las escuelas para enseñar el nuevo paradigma donde todos podremos ganar-ganar para tener como consecuencia armonía y concordia en la convivencia y en los conflictos, hasta donde sea posible.