"En las clases de Filosofía podréis demostrar
que sois animales racionales...
En el resto de asignaturas podéis
continuar siendo animales, y ya está".
-Merlí-
Profesor de filosofía
He recibido muchísimos comentarios sobre mi artículo de la semana pasada. Y sí, la serie de TV Merlí me parece muy inteligente. Sobre todo, por el hecho de que la filosofía, que mucha gente dice que no sirve para nada, es fundamental para desarrollarnos en la vida. El problema siempre ha sido que a los jóvenes no se les permite pensar. Lo único que tienen que hacer es obedecer órdenes sin chistar. Sólo porque los padres, o los adultos, o los profesores dicen.
En la misma serie de televisión, una de las maestras se atreve a decir que los chicos no pueden entender muchas cosas porque no tienen sentido común. La serie es una de las más vistas en la tele y seguro deja mucho que pensar a adultos y a jóvenes. Es un oasis en medio de tanta basura.
Personalmente, como lo dije en mi artículo anterior, me ha regresado a mi época de estudiante y, obvio, a mi estatus de padre de familia. Ya comenté algunos ejemplos de mi época de estudiante. Y, entre otras cosas, yo tuve que aprender a defenderme de las agresiones de los maestros y maestras. Recuerdo en primer año de secundaria a una maestra que nos regañó, a todo el grupo, de una manera terrible. Finalizó su perorata diciendo: “¡Todos ustedes son unos burros!”. A lo que yo, de manera irónica, contesté, levantándome de mi asiento: “Sí. Es verdad, maestra. “Semos” unos burros”. La maestra se puso de todos los colores y gritó enojada: “¡Somos! ¡Somos!” Y yo reviré: ¡Ah! ¿Usted también?”. Obviamente, me sacó del salón y me mandó a la dirección para recibir mi castigo.
He visto muchas publicaciones en las redes a favor de la forma en que nos trataban antes. Fotos de cinturones y chanclas en las que aparece la leyenda “estos fueron nuestros psicólogos” o “a mi me corrigieron con esto y no soy mala persona”. Nos hemos enredado con todas estas historias y conceptos. Mi postura es: ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.
Puedo decir que soy un sobreviviente de aquella época oscurantista de la educación. Mejor dicho, de la que creía esa época. Después me tocó vivir lo mismo de adulto cuando iba en representación de mis padres a las juntas de la secu de mi hermano menor. Escuchaba las quejas de los maestros y maestras en contra de los niños y me asombraba cómo algunas madres les decían a los maestros que les daban la autoridad para castigar a sus hijos como quisieran para que entendieran quién tenía la autoridad.
Ya de adulto, como padre de familia, la madre de mis hijos decidió que asistieran a una escuela particular porque allí tendrían mejor educación. Me enfrenté a muchas cosas terribles también ahí. Compra forzosa de uniformes y útiles escolares porque así eran sus reglas. Gasté cantidades enormes de dinero de manera absurda. Si te negabas, te decían amablemente, pero en tono firme y enojado, que esas eran las reglas y que, si no estabas de acuerdo, te podías llevar a tus hijos a otra escuela. Se decía escuela bilingüe, vi a mis hijos en los festivales cantando en inglés. Las mamás y papás se enternecían al borde del llanto porque sus hijos e hijas tenían una educación de calidad. Filmaban todo, yo también lo hacía, para tener un recuerdo de esos tiempos. Llegué a la conclusión de que los padres, de manera sincera quieren una mejor educación para sus hijos, por eso los llevan a escuelas particulares. Pero desafortunadamente, tampoco se cumple la función educativa. No se cumple porque sigue siendo la misma historia. Uno va a la escuela a aprender cosas de memoria. A repetir lo que se enseña. Matemáticas, historia, lenguas y demás, pero sin comprender nada. Y al final se quedan igual que como llegaron. No es verdad, agrego algo más: llegas al final, como padre, con menos dinero después de la pequeña fortuna que gastaste en vano.
La escuela nos tiene que enseñar a pensar. A desarrollar el pensamiento crítico, a no aceptar las cosas como son. Nos tiene que dar herramientas para enfrentarnos al mundo. Y como dice Merlí en la teleserie: “Hace más de dos mil años que el poder nos dice lo que tenemos que hacer y pensar. Nos quieren sumisos y silenciosos”.
Por estas razones, y otras más, es necesario que las escuelas desarrollen libre pensadores. Tenemos una apatía social total. Vemos el crimen y la violencia como algo natural. Ya no hay asombro. Pareciera que la vida es absurdo total. Y sin embargo, como dice el protagonista de esta serie: “Que la vida sea absurda no implica que debamos caer en una absurda apatía”. Y por otro lado tenemos que gozar la hermosa vida porque “La vida es una fiesta en la que coincides con mucha gente, van llegando nuevos invitados, pero también hay otros que, por la razón que sea, se van antes. A todos nos tocarás irnos algún día, no se olviden. Lo peor de todo es asumir que la fiesta continua sin nosotros”. Así que vivamos al máximo con el objetivo de lograr una cultura de la paz para el buen vivir.