“Es mejor actuar y arrepentirse
que no actuar y arrepentirse”
-Nicolás Maquiavelo-
Ayer comencé a ver, por una cadena de entretenimiento que viene con mi paquete de internet y telefonía, una serie muy inteligente llamada “Merlí”. Trata de un profesor de filosofía que empatiza con sus alumnos, no hay muchos maestros que lo hagan, quien ayudará sus alumnos, chicas y chicos, a reflexionar, a opinar, a cuestionarse y a pensar, sobre sus problemas y cómo solucionarlos. Todo esto a través de métodos poco ortodoxos e imprevisibles. Esto me hizo pensar en dos libros que me han parecido fascinantes en su momento. Uno de ellos llamado “pregúntale a Platón” y “Más Platón y menos prozac”, los dos de Lou Marinoff, que tratan de un filósofo como terapeuta, en lugar de un psicólogo, que a través de las diferentes corrientes filosóficas explica cómo enfrentarían los filósofos a los problemas que se nos presentan en la cotidianidad de nuestras vidas. Y hay otro libro más viejo que los dos mencionados: “el mundo de Sofía” del noruego Jostein Gaarder que recomiendo ampliamente. Es mi apreciación que, de alguna manera, esta serie de “Merlí”, está basada en estos libros, y seguramente en otros más.
El punto es que, al comenzar a ver esta serie, me llegaron recuerdos de mi adolescencia cuando tenía mis clases de filosofía con el profe Del Castillo. En esa clase, mi imaginación volaba. Me encantaba saber de aquellos viejos pensadores que se preguntaban cosas como: quiénes somos, de dónde venimos, de dónde viene el mundo, por qué y para qué vivimos. Preguntas que todos nos hacemos para poder enfrentar los conflictos que nos rodean. Esas preguntas son tan viejas como el hombre y cuyas respuestas todavía no encontramos. O no queremos encontrar.
Me puse a pensar los temas que se trataban en la prepa, y en adelante; y mi mente se detuvo cuando llegué a lo que me enseñaron. Comencé a reflexionar en todo lo que nos decían. “el hombre es el lobo del hombre”, Thomas Hobbes, el egoísmo humano; “el fin justifica los medios”, Nicolás Maquiavelo, hay que llegar a donde vas pisoteando a los demás, y otras “bellezas” que nos daban “recetas” para actuar en la vida.
Justamente en tercer año de prepa, tuve a una maestra de sociología, cuyo nombre decidí olvidar, que una vez, en clase, nos dijo que no importaba lo que hiciéramos, siempre seríamos corrompibles. Nos decía que todos y todas teníamos un precio. Puso el ejemplo de que, si tú eras juez y te ofrecían dinero para liberar a un criminal, en principio, te rebelarías argumentando tu imparcialidad, honestidad y justicia pero que, si el proponente iba aumentando su oferta, en un momento dado, aceptarías porque te llegaron al precio. Obviamente, y como siempre he sido, me rebelé a lo dicho por la maestra y la cuestioné por el hecho de que nos estaba “preparando” para ser corrompibles en lugar de enseñarnos el deber ser.
En fin, mis reflexiones viendo esta serie son las siguientes: en mi generación nos enseñaron muchas cosas que nos fueron formando para aceptar y entrarle a la corrupción. A nivel social y familiar aprendimos muchas cosas de Pedro Infante a través de sus películas. El macho que llegaba a su casa borracho y con el cuello pintado de labial diciéndole a su “chorreada” que lo entendiera y enojándose con ella; canciones como las de Julio Jaramillo que decía: te puedes ir a donde quieras con quién tú quieras, te puedes ir. Pero el divorcio porque es pecado no te lo doy.
Somos producto de nuestro entorno, influencias, familia, amigos y amigas, y nuestros pensamientos. Traemos cargando un equipaje que a veces nos pesa demasiado. Y esa es la razón por la que no nos entendemos con las nuevas generaciones. Escuchamos las canciones de ahora y decimos que no tienen sentido, que son vulgares. Pero eso sólo es un botón de muestra de los caminos por los que hemos transitado y llevado con nosotros a nuestros hijos e hijas. Así como hicieron nuestros abuelos con nuestros padres, nuestros padres con nosotros y nosotros con nuestros hijos. Estamos cosechando lo que hemos sembrado. Hay una razón para todo lo que estamos viviendo: la violencia, la delincuencia, la impunidad, la corrupción.
Este es el momento de hacer nuevas propuestas y tomar las riendas para buscar nuevos caminos, nuevas soluciones, nuevos paradigmas para comenzar a ser personas con un pensamiento positivo, un pensamiento que ya no sea solamente en torno al “yo”. Tenemos que comenzar a pensar en el “nosotros”. Comenzar a forjar una cultura de la paz para el buen vivir.