“El hombre no debe seguir tal como es,
es necesario verlo también cómo
podría ser y acostumbrarse a esa visión.”
Bertolt Brecht
Comparto con Fernando Savater, después de haber leído “ética para Amador”, que el hombre (género) no nace hombre. Mientras piensa cómo dirigirse a su hijo, Amador, para que considere su comportamiento en la vida, pone varios ejemplos. Si mi memoria no me falla, dice algo así como: el tigre nace tigre, la hormiga nace hormiga. En su medio natural cada animal sabe perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él. No hay animales buenos ni malos en la naturaleza. Ellos son como son. Pero en el caso del hombre, depende de la cultura donde nace, así será. Somos educados en ciertas tradiciones, hábitos y formas de comportamiento, leyendas. Es decir, se nos inculcan desde la cuna ciertas fidelidades. Por eso nos comportamos como nos comportamos.
Desde niños aprendemos cómo comportarnos porque son nuestros padres, la escuela y la sociedad en general quienes nos lo inculcan. No nos cuestionamos nada. Hemos sido programados con éxito. Sin embargo, una vez que pasamos de la edad infantil a la adulta, nos comenzamos a cuestionar muchas cosas, aunque también desde niños hay cosas que nos hacen click en la cabeza. Cosas con las que no estamos de acuerdo pero que tenemos que obedecer. Todos estos elementos es lo que se llaman valores morales. Son las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad o grupo cultural.
Al cuestionarnos las cosas que hacemos y nuestro comportamiento, llegan reflexiones sobre cómo deberían de ser las cosas. Es aquí que entra la ética, es decir, el estudio fundamentado de los valores morales. Aristóteles decía: Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.
Por lo tanto, el hombre es diferente de los animales porque aquellos sólo tienen una sola forma de comportamiento. Es predecible. Pero en el caso del hombre, si bien es cierto que se va formando desde pequeño con costumbres y ciertos valores, tiene una característica fundamental que se llama libertad. El ser humano puede elegir de diferentes tipos de comportamiento el que más le guste. Tiene algo llamado libre albedrío.
Erich Fromm dice que la vida del hombre no puede “ser vivida” repitiendo los patrones de su especie; es él mismo quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso.
Y justamente como nos hemos comportado siempre por valores morales, los cuales no siempre son lo mejor, es que tenemos que buscar mejores formas para vivir armónicamente en sociedad. La ética nos permite hacerlo. No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho. Por eso debemos guiarnos todos por un código de ética porque a veces, los valores morales o no son los correctos o están tergiversados o son insuficientes.
Los valores éticos permiten regular la conducta para lograr un bien colectivo y la convivencia pacífica en una sociedad. Y entre ellos se encuentran la justicia, la libertad, el respeto, la responsabilidad, la integridad, la lealtad, la honestidad y la equidad entre otros. Por ello es importante incluirlos para darlos a conocer en todos los ámbitos en los que se desarrolla el ser humano. En la familia, aunque muchas veces sólo se inculcan los valores morales considerándolos como éticos sin que necesariamente se sepa si están bien; en la escuela, en los juegos, en el trabajo, en las relaciones con los demás.
La ética es el arte de vivir bien. De comprender lo que es bueno y lo que es malo. Lo que nos conviene y lo que no como seres humanos.
Por eso es importante que para vivir en una sociedad más justa y armónica tenemos que pensar en los demás y todos juntos trabajando en la misma dirección lograremos una cultura de la paz para el buen vivir.