Las Naciones Unidas definen la cultura de la paz “como un conjunto de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia y previenen los conflictos atacando a sus raíces a través del diálogo y la negociación entre los individuos, los grupos y los estados”. Y es justamente por esta razón que debemos aceptar, entender y convencer que esto se logra con la participación de todos los actores sociales, familia, Iglesia, escuela, centros laborales, gobierno. La idea es prevenir todo tipo de conflicto en aras de vivir armónicamente para tener una mejor sociedad.
Conversando con mi hija sobre el tema de la “obsolescencia programada”, que trata de la “caducidad” o desgaste con el que se fabrican las cosas actualmente para que duren menos tiempo y los comerciantes ganen más y de manera más frecuente –aunque en otra ocasión trataremos el tema- me quedé pensando en los ciclos de una sociedad. Quizá ya estamos tan desgastados que hemos llegado al momento de la inoperancia de este sistema de cosas y va llegando a la obsolescencia trayendo como consecuencia nuevas formas de convivencia que, deseamos, sean mejores que las actuales.
Estas propuestas para llegar a la cultura de la paz son nuevas en nuestro país pero ya llevan bastante tiempo de búsqueda y aplicación en otras naciones.
La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó al año 2000 como “Año internacional de la cultura de paz”, con el propósito de llevar adelante acciones que crearan un clima de paz que tendiera a poner término no sólo a las guerras sino también a todas las formas de violencia que implican injusticia y opresión para las personas.
Esta fue una petición de varios premios Nobel de la Paz. Este grupo redactó el Manifiesto 2000 por una cultura de paz y de no violencia. Su intención es promover una conciencia pública mundial y un clima espiritual y social general que propicie la paz, así como también buscar soluciones para afrontar y superar las acciones de violencia.
En el caso de nuestra sociedad, hay dos maneras de comenzar. La primera, implementando todos los elementos de esta cultura a lo ya existente desde el gobierno a través de programas y políticas públicas. Ponemos en este caso la nueva ley de Justicia Alternativa del estado de Morelos, impulsada por la magistrada presidenta del TSJ de nuestro estado, licenciada María Del Carmen Cuevas, cuya pretensión es la resolución de conflictos de una manera pacífica y voluntaria entre las partes en conflicto sin que haya un juez de por medio, guiados por un mediador(a). Aunque si no lo hace el gobierno, somos nosotros, la sociedad organizada la que tendrá que hacerlo, y que, de hecho, muchas propuestas ya han sido presentadas por profesionistas del área de psicología y las ciencias sociales.
La segunda manera es a través de la implementación de estas propuestas desde las escuelas. Este grupo de galardonados hicieron un llamamiento a todos los jefes de Estado en el año 2000 que dice: “Hoy, en todos y cada uno de los países del mundo, muchos son los niños que padecen en silencio los efectos y consecuencias de la violencia. Esta violencia toma numerosas formas y se manifiesta en la calle, en la vida escolar, en el seno de la familia y en las relaciones de toda la comunidad. Existe violencia física, psicológica, socioeconómica, medioambiental y política. Muchos niños –demasiados– viven inmersos en una “cultura de la violencia”. Es nuestro deseo contribuir a paliar su sufrimiento. Creemos que todo niño puede descubrir por sí mismo que la violencia es evitable. Si empezamos a perfilar y construir una nueva cultura de la no violencia, estaremos sembrando la esperanza de un mundo mejor, no sólo para los niños, sino para toda la humanidad.
Como se puede apreciar, este llamamiento fue dado a conocer hace diecisiete años y la situación actual en nuestro país nos muestra con hechos fehacientes, que cada día es peor el costo de la vida, la economía, la falta de trabajo, la violencia en las calles y en la escuela entre otras formas de violencia.
Es obvio, que además de los hechos que presentan los medios todos los días, y a todas horas en las redes, hay una violencia invisible. La que padecemos todos, todos los días.
La que no se habla. Por ejemplo, no encontrar trabajo, no tener dinero para cubrir las necesidades básicas o para enviar a los hijos a la escuela, la discriminación, etcétera.
Pierre Bourdieu sostiene que en la sociedad hay una ley de conservación de la violencia: quienes tienen conductas violentas probablemente han sido víctimas de la violencia. Por lo tanto, si se quiere disminuir verdaderamente la violencia más visible –crímenes, robos, violaciones, atentados– es necesario intentar reducir la violencia invisible. Un individuo a quien no se le reconocen y respetan sus derechos se ve inmerso en una situación de degradación. Y obviamente esto puede derivar en situaciones riesgosas para la comunidad. Todas estas precariedades coartan las posibilidades de las personas para decidir y desarrollarse plenamente. Por eso necesitamos un nuevo orden donde haya ética en el actuar, ética en el trabajo, ética en las escuelas, ética en el gobierno.
Y estoy totalmente de acuerdo con el corolario del mencionado llamamiento: Juntos podemos construir una nueva cultura de la no violencia capaz de devolver la esperanza a toda la humanidad y, muy en particular, a los niños de nuestro mundo.
¡Por una cultura de la paz!
P.D. Apoyemos en la medida que podamos a nuestros hermanos y hermanas afectados por estos fenómenos naturales. Seamos solidarios. QEPD nuestro amigo y colega Lic. Rafael Arámburu Hernández. Desafortunadamente no es un caso aislado. Esperamos que las autoridades resuelvan a la brevedad éste y otros crímenes.