Una de las regiones más interesantes y que gracias a las recientes inversiones en materia de infraestructura es cada vez más accesibles es la región del Istmo.
Analizar esta región actualmente nos ayuda a entender como es que las inversiones económicas en infraestructura, como el boom de los parques eólicos en la zona de la ventosa, detonan a la larga también beneficios para las comunidades.
Las carreteras se construyeron para consolidar el desarrollo de los parques eólicos, y dar certezas a los inversionistas en energías limpias, sin embargo, hoy en día son también un motor para el desarrollo del comercio local, la gastronomía, la artesanía y el ecoturismo porque ya no es una misión imposible aventurarse a pasar unas vacaciones en esta región del estado.
Pero por supuesto, hay mucho trabajo por hacer. Siglos de rezago educativo y de desigualdad social no se solucionan con unas cuantas carreteras y unos molinos de viento gigantes que nos recuerdan los pasajes del Quijote de Cervantes. Se requiere una participación social mucho más amplia.
¿Qué papel jugamos los viajeros entonces en el desarrollo de los rincones marginados de México? ¿por qué los quiero aburrir en pleno domingo leyendo esto en una columna de viajes? La razón es sencilla. Esta columna es una invitación a la aventura de descubrir la región del Itsmo de Tehuantepec a través de su cultura, su gastronomía y su gente.
Resulta que la semana pasada me invitaron a conocer un proyecto que atrapó mi atención. Primero me llamó la atención que uno de los promotores fuera el grupo musical Los Juchilangos. ¿Cómo? Sí, así se llaman. Y no tiene mayor ciencia su nombre que la revelación de su origen. Son dos músicos oaxaqueños, uno de ellos nacido en Juchitán, que se conocieron en la Ciudad de México, cuando ambos ya eran chilangos por adopción. Así, en un juego de palabras, su origen es una fusión, igual que su música. Mezcla de la experiencia cultural de haber nacido en Oaxaca, provenir de familias cuya lengua originaria es el zapoteco y haber estudiado y crecido en un contexto mestizo urbano.
Carlos, quien desde hace siete años es la voz principal del ensamble musical, promueve hoy entusiasta la llamada “Fiesta de todos los pueblos” un proyecto cultural que incentiva la participación de grupos originarios de la región en actividades de promoción cultural, gastronómica y artesanal. Así que tal cual me lo contó Carlos, es mucho más que un festival cultural y por supuesto un excelente pretexto para conocer un nuevo rostro de Oaxaca.
No les voy a mentir, no hay un solo vuelo directo a Ixtepec, el lugar donde a partir del próximo 27 de octubre se llevará a cabo esta fiesta. Sin embargo ya no es una aventura épica llegar hasta la región del Istmo. Se puede llegar vía aérea por Huatulco, pues la nueva súper carretera conecta a la costa con el Istmo y sí, eso sí se le debe agradecer al desarrollo industrial de la región.
Los más aventureros pueden también llegar en autobús, auto, blablacar o avión a la ciudad de Oaxaca, y allí alquilar un auto para dirigirse al Istmo.
Tampoco es que vayan a llegar a hospedarse en un hotel de Gran turismo, tampoco en un hotel boutique. Apenas hay ocho hoteles en Ixtepec y unos cuantos más en ellos pueblos de alrededor, sin embargo, jamás descarten la posibilidad de acampar en alguno de los balnearios naturales cercanos, o incluso de conocer de primera mano la hospitalidad de los istmeños pues ya muchas familias han manifestado su interés por abrir sus humildes casas para recibir a los visitantes que acudan a su festival cultural, gastronómico y artesanal.
Algo que también me llamó la atención de este esfuerzo por acercar a los visitantes a esta región de Oaxaca es que no se queda en eso pues los promotores han logrado una alianza estratégica con el municipio de Tlaquepaque, Jalisco, invitado especial del festival. La idea es que se logren alianzas para que los artesanos istmeños puedan también llevar sus creaciones a Jalisco y amplíen así sus opciones de venta y distribución.
Irma Salamanca Sánchez, directora de la Asociación Civil Con el Poder
de Hacer Khubá, agrupación organizadora del evento, me contó que se trata de la primera edición de este festival, que es apoyado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y lo que se busca es impulsar el desarrollo económico de las familias indígenas de la región a quienes se les apoya para dar a conocer al mundo las actividades que desarrollan.
Me contó con tal entusiasmo que podría llegar y comer cuanta variedad de mole se me hubiera ocurrido, tamañitos istmeños, armadillos, iguanas, tortugas que son criadas en la región para tener un programa de manejo sustentable de los recursos, sin sacrificar la riqueza gastronómica de la zona, que de inmediato me dieron ganas de correr a casa, empacar mis maletas y aventurarme a conocer el Istmo oaxaqueño.
Otro concepto que me encantó del festival es la esencia detrás del concepto. No es un festival exclusivo de Ixtepec o de Juchitán, es una manifestación de hermandad entre los pueblos istmeños y yo me pregunto, ¿existe ahora algo más valioso que la hermandad entre los pueblos?Así que si aún no tienen planes para pasar el día de muertos y los próximos días de asueto, la región del Istmo puede ser una gran opción para comenzar a mirar al otro México, a ese que nos hemos negado por siglos a valorar.