Diversas compañías internacionales han decidido apostar por este destino turístico por excelencia pero ya no se trata de vender figurillas prehispánicas de imitación, o peor aún, derivadas de saqueos clandestinos.
Tampoco se trata de seguir incentivando a que la gente descontrolada escale estos templos sagrados, pues dicha práctica lejos de ser un ritual, vulnera nuestro patrimonio tangible.
Se trata de que los majestuosos templos dedicados al Sol y la Luna sean erguidos y orgullosos vigilantes y protagonistas de un paisaje digno de postal para quienes buscan apreciarlo desde nuevas perspectivas.
Primero, para que la economía local realmente tuviera un impacto positivo de los miles de visitantes que llegan buscando conocer las pirámides más famosas de México, era importante que creciera la infraestructura turística, mejorara la oferta hotelera y las opciones de diversión y entretenimiento se diversificaran. Eso haría que los turistas no sólo entraran a la zona arqueológica, compraran algún souvenir barato y luego se regresaran a comer, dormir y divertirse en la Ciudad de México.
Para ello, había que dejar de pensar en el turista extranjero como el más importante y recuperar el interés del visitante nacional, e incluso ir más allá y recuperar al visitante local, es decir a los residentes de la Ciudad de México y sus alrededores. ¿Pero cómo hacerlo si los que hoy tenemos alrededor de 40 años y contamos con un poder adquisitivo atractivo para los prestadores de servicios turísticos seguro no sólo conocemos la zona sino que somos de los que creían que ya no había nada nuevo bajo el sol, ni bajo la luna, ni bajo sus pirámides?
Quienes hoy tenemos entre 30 y 40 años buscamos sobre todo nuevas experiencias. Somos una generación que gusta de los deportes extremos, la aventura, la cercanía con la naturaleza y sobre todo, las experiencias enriquecedoras y cosmopolitas.
¿Era Teotihuacán un destino con potencial para desarrollar una oferta turística adecuada para estos viajeros en busca de emociones?
Pues al parecer sí. Primero comenzó el boom de los vuelos en globo aerostático. Actualmente existen varios globopuertos y ya se ha vuelto común escuchar historias de quienes se han comprometido desde las alturas o han festejado alguna ocasión especial.
Pero el año pasado llegó a la zona una empresa internacional que literalmente busca llevar a Teotihuacán a la cima. Una empresa no sólo con planes de altos vuelos sino, literalmente, una oferta de altura.
Se trata de Dinner in th Sky que, como su nombre en inglés lo dice, engloba el concepto de vivir la experiencia de una cena de alta cocina pero a 45 metros de altura.
La empresa nació en 2006, en Bélgica y por supuesto, su primer mercado fue el consumidor europeo ávido de nuevas experiencias en su propio continente. Así pronto comenzaron a aparecer en la red fotografías de mesas elegantemente servidas pero sobre una plataforma metálica que es elevada por una grúa a 45 metros de altura. Alrededor de la mesa, 22 comensales en asientos especiales, similares a los de los autos de Fórmula Uno, sujetos firmemente, comparten durante poco más de una hora, la comida, la bebida y la vista espectacular de los edificios o monumentos icónicos que se eligen en cada ciudad como escenario de fondo.
Pronto esta empresa extendió su mercado y llegó al continente americano. Así, Nueva York se sumó a la lista de ciudades europeas en las que destacaban París, Berlín, Bruselas y Estambul, donde las personas podían degustar una deliciosa cena, comida o hasta desayuno, con el aderezo de adrenalina que te regala el estar suspendido en las alturas.
En 2013 ese concepto llegó a México, pero su primera sede fue el distrito financiero de la ciudad de México: Santa Fe. No me resulta extraña esta decisión pues el mercado para esta experiencia es de una clase alta. Sin embargo, en poco tiempo, la empresa decidió irse con todo, aliarse a una de las empresas que prestan el servicio de vuelos en globo y trasladar su sede a Teotihuacán.
Eso les permitió dirigirse entonces no sólo a los capitalinos de clase alta, también a los turistas que buscan una experiencia integral y mucho más allá de sólo visitar las pirámides.
Actualmente es el chef Luis Aranda el responsable de diseñar la oferta gastronómica de Dinner in the Sky, pero han sido varios los reconocidos profesionales de la cocina encargados de conjugar en un solo momento el placer de comer algo suculento, maridado con los mejores vinos y enmarcado por una vista espectacular en un espacio sagrado.
No es una experiencia barata, sin consideramos que el tiempo exacto que las personas permanecen en el aire es de una hora y se trata de un desayuno, comida o cena de tres tiempos. Cada persona debe pagar entre 1500 y 2500 pesos, dependiendo de la experiencia que elija pues puede ser desde una tarde de aperitivos, cocteles y bocadillos, hasta una espectacular cena de lujo digna de cualquier celebración.
Para ocasiones especiales incluso se pueden rentar más grúas y hasta bodas pueden celebrarse en el aire.
La atención es tan cuidada y cada detalles es tan meticulosamente medido, que la experiencia resulta inolvidable, incluso para personas con un poco de vértigo, como yo. Nada que no se quite con una copa de vino y la amabilidad del chef y su equipo.
Después de años de no visitar esta tierra sagrada, regresar a Teotihuacán para admirar desde las alturas sus emblemáticos vestigios es sin duda, una nueva y mejor manera de acercarse a lo sagrado desde el mismo cielo.