Desde que era pequeña esperaba esta fecha con mucha emoción. Recuerdo haber pasado noches sin dormir, levantándome con el pretexto de ir al baño con frecuencia pero con la secreta intención de ver a los muertos venir a nuestra ofrenda familiar.
Cuando crecí y comencé a conocer mi país, mi gusto por esta fiesta se incrementó. Entonces procuré, siempre que el trabajo lo permitiera, escaparme a algún pueblito, a vivir esta tradición.
No suelo elegir lugares lejanos para pasar estas fiestas, porque también me gusta el ritual de crear mi propia ofrenda familiar, cocinar platillos especiales como dulces de calabaza, tejocoteo, guayaba o camote, ir a los mercados para comprar papel picado y flores de cempazúchitl, mancharme los dedos de azúcar mientras remojo un gran pedazo de pan de muerto en un chocolate caliente recién hecho.
Así que hoy me permitiré contarles de cinco lugares que me encantan para pasar estas fiestas y que les pueden permitir combinar la pasión por los viajes en carretera, la deliciosa comida mexicana y la espiritualidad que hace que los mexicanos lejos de ver a la muerte como algo macabro, disfrutemos de la esperanza de que nuestros muertos nos visiten y vean que no los hemos olvidado.
Los chilangos también ofrendan
Si usted vive en el centro del país, ya sea Morelos, el Estado de México, Hidalgo, Puebla, Querétaro o incluso si es un capitalino que a diario tiene que lidiar con el tráfico y las cosas negativas de la ciudad de México, durante las festividades del día de muertos tiene la oportunidad de descubrir las maravillas que ofrece nuestra capital. La primera, y más tradicional, es visitar el pueblo de Mixquic, que se encuentra al sur de la ciudad, en la delegación Tlalpan.
En Mixquic los aromas del mole, el dulce y el pan se mezclan con los del incienso, la cera y las flores que aguardan la visita de las almas ausentes. Aquí el centro de la acción es el cementerio de San Andrés donde año con año miles de personas acuden no sólo a decorar las tumbas, sino a pasar una velada festiva con los que se han ido.
Se organizan concursos de calaveras de cartón con leyendas satíricas y se escenifica un cortejo fúnebre en el que la viuda lanza frases picarescas a la gente por la pérdida de su esposo quien se halla dentro de un ataúd simulando su muerte. En el camino, estas personas piden dinero a los turistas y espectadores mientras les hacen bromas y juegan con ellos por las calles del pueblo.
En Mixquic la muerte se espera con las puertas abiertas para que las ánimas de los muertos puedan saludar a los que los esperan, lo que también se convierte en una oportunidad para que los visitantes admiren las enormes y coloridas ofrendas que las familias han creado con esmero.
Una cosa sí hay que decir, es mucha la gente que visita Mixquic y está algo retirado del centro de la ciudad, en una zona donde el transporte público no resulta muy accesible. Pero para los que no quieren aventurarse demasiado, en todas las delegaciones de la ciudad se organizan exposiciones de ofrendas y actividades.
En Coyoacán, año con año, mis hijos y yo acudimos a la Feria del Chocolate y el Pan de Muerto en el Jardín Centenario donde también se montan coloridas ofrendas y además la tradición de nuestros muertos se mezcla con el festejo norteamericano del Halloween por lo que se puede ver a los niños y los adultos disfrazados intercambiando dulces.
También es ya una tradición visitar la ofrenda monumental que se coloca en Ciudad Universitaria. Durante muchos años se hizo en la zona de Las Islas, a espaldas de Rectoría, pero este año se decidió montar en el Espacio Escultórico, en la zona cultural del campus.
Morelos y sus fiestas de muertos
Una de las tradiciones en Ocotepec, Morelos consiste en levantar ofrendas en honor a quienes fallecieron durante el año, estos son las llamadas “Ofrendas Nuevas”. Éstas se montan sobre una mesa y se recrea el cuerpo del difunto con piezas de pan que son vestidas con ropa nueva, huaraches y sombrero o rebozo; a la altura de la cabeza se colocan grandes calaveras de azúcar.Una vez vestido, el cuerpo se rodea de las bebidas y los platillos que fueron los favoritos del difunto. En el caso de los altares de los niños se incluyen juguetes y golosinas.
Las casas con ofrenda nueva se reconocen por un camino de flores que se extiende desde el altar hasta la banqueta. Es una forma de avisar que ahí se espera la llegada de un difunto y que la gente puede pasar, si así lo desea, para admirar la ofrenda. A los visitantes se les invita a pasar y son recibidos amablemente con panes, ponche, café y tamales. A cambio de esto, las personas otorgan respeto, afecto y algunas veces llevan velas o flores para el altar, en agradecimiento a las atenciones recibidas. Y justamente el arte en cera es algo de lo que aquí vale la pena apreciar.
Aunque sabemos que el estado de Morelos es famoso por el culto que a los muertos rinden los habitantes de Ocotepec, no es el único pueblo morelense con hermosas tradiciones en día de muertos. Yo recuerdo haber pasado uno de mis mejores puentes de muertos a principios de este siglo XXI en el pueblo de Tlayacapan, con menos gente, tal vez con ofrendas menos ostentosas, pero justo ahí radicaba el encanto. Fue como una oportunidad para ser parte de un festejo mucho más íntimo. Mientras en el zócalo se llevaba a cabo el primer gran Festival Cultural que se organizaba en ese pueblo, en las calles alejadas del centro, la gente seguía su tradición y rendía culto a sus muertos.
Las ofrendas que me faltan
Por supuesto, como siempre lo he dicho, el mejor viaje no es más que el siguiente que se vaya a hacer. Y uno de los que tengo pendientes y que, debo confesar, he postergado por la situación de violencia que se vive por aquellos lares, es a Michoacán.
Y es que me han contado que en la región purépecha, en los pueblos que rodean el lago de Pátzcuaro se lleva a cabo uno de los rituales más hermosos de todo el país para recibir la visita de los muertos. Me encantaría ir a Jarácuaro, una isla que ahora está unida a tierra por un puente vehicular, lo que facilita el acceso. En ese lugar, además de poder comer delicias michoacanas, se puede apreciar la famosa Danza de los Viejitos. Su panteón y su iglesia son decorados con arcos gigantescos de flores de cempazuchitl, igual que los de Arócutin, pueblo que se localiza a siete kilómetros de Pátzcuaro.
Pero lo que más me llama la atención de lo que me han contado, son las ofrendas montadas en caballitos de madera en Cuanajo, un pueblo cuyo panteón está ubicado al pie de las montañas. Los habitantes abren sus casas para que los visitantes conozcan sus ketzitakua (ofrendas) que sólo se colocan en honor de quienes hayan muerto durante el año que termina.
Estoy segura de que seguiré viajando y que tal vez en algún momento no pueda festejar a los muertos en tierra mexicana, pero una invitación que llegó a mi correo me dio consuelo. En París se festeja el día de muertos, y no es la embajada quien lo promueve, no es una fiesta oficial. Se trata de una fiesta que se va a arraigando tanto por el entusiasmo de los mexicanos radicados allá, como por la fascinación que esta fiesta tan mexicana provoca en Europa. Así que, aunque este año tuve que declinar la invitación y pasaré el día de muertos con mis hijos intercambiando dulces en Coyoacán, poniendo una pequeña ofrenda en casa para mis dos abuelas que ya no están con nosotros con cosas compradas en medio de las multitudes aplastantes del mercado de la Merced, algún día les escribiré desde cualquier otro lugar, con anécdotas de mis mejores viajes, los que aún no he hecho.