La cinta Amélie, o mejor dicho Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain, fue estrenada en Francia el 25 de abril de 2001. Han pasado 13 años, y como el 13 es mi número de la suerte, hoy quiero compartirles mis andanzas por el barrio que fue testigo de la historia.
Estuve en París por segunda vez en enero de 2014. Siempre había ido a Europa en otoño y esta vez tenía ganas de conocer un París frío y nevado. Pero a la naturaleza le gusta contrariarme y tuve unos hermosos días llenos de sol con un frío bastante soportable y sin un gramo de nieve.
Desde la primera vez que estuve en París conocí la colina de Montmartre, pues es uno de los puntos obligados para cualquier visitante. Sin embargo, fui sólo una noche a caminar por allí, cenar en un típico bistró francés y tomar fotos de turista a los pies de la basílica de Sacre-Coeur. Sentí que me faltaba tiempo para entender esa compleja topografía, apreciar esa arquitectura tan clásica pero sencilla si se le compara con las fachadas antiguas pero glamurosas de distritos más sofisticados. Así que como misión pendiente para mi segundo viaje, quedó recorrer esa colina, tal como Amélie Poulain lo hacía todos los días.
Encontrar hospedaje en Montmartre no fue difícil pues, aunque es uno de los barrios más turísticos, los hoteles no son lujosos ni caros, como podrían ser en otros barrios de París. Conseguí pasar toda una semana a los pies de la colina por poco más de 350 euros (unos seis mil pesos), es decir, lo mismo que gastaría en cualquier hotel de mediana clase en alguna playa mexicana.
Mi elección fue el hotel Roma Sacre-Coeur, ubicado en la calle Caulaincort, a unos pasos de la estación del metro Lamarck-Caulaincourt. ¿Recuerdan el punto donde Amélie deja al invidente al que ayuda a cruzar las calles y al que le describe cómo huele y qué hacen las personas por la acera? Bueno, pues muy cerca de allí estaba mi hotel, a unos pasos de la Rue Lepic, que es justamente el escenario de tal recorrido. Así que lo primero que hice fue buscar la carnicería Chevaline, y la calle bulliciosa. Pero me encontré con una hermosa calle, tranquila, con cafés y librerías. En efecto, está la carnicería y una quesería como las que hay en muchas calles parisinas; no faltaban las panaderías y chocolaterías. Pero lo mejor de esa calle fue sin duda una tienda de té bio, donde pude pasar horas como niño en juguetería eligiendo las mezclas herbales que me ayudaron para que, a mi regreso, París y sus aromas siguieran un poquito aquí conmigo.
Estando en París me di cuenta que no soy la única que llega con la romántica idea de conocer los puntos donde se filmaron las aventuras de Amélie Poulain, sobre todo al llegar al café Deux Molins, ubicado en el número 15 de la Rue Lepic, en el que me contaron cómo los turistas lo visitan día a día.
La primera vez que intenté llegar al café era de noche y me perdí, caminé hacia el lado contrario. Pero al día siguiente por fin pude conocer el escenario que buscaba. Al llegar uno puede ver el cartel de la película, pero temo decir que ni su menú, ni sus precios ni la atención son lo máximo y salí un poco decepcionada. Ya no existe la tabaquería desde donde Georgette vigilaba al acosador de la grabadora mientras curaba sus males imaginarios, aunque sigue teniendo su barra original de típico bistró parisino. Tampoco existe más el vidrio donde Amélie escribió el menú del día para esconderse de Nino. Pero si de verdad es fan de la película, no dude en ir al baño; sí, ese donde Georgette da rienda suelta a sus pasiones. Hoy está convertido en un rincón de memorabilia en honor al filme.
Y por supuesto, lo que recomiendo pedir es una crème brûlée para romper su capa de caramelo con la punta de su cucharita y disfrutar, como hacía Amélie, de los pequeños placeres de la vida cotidiana parisina.
Un dato importante a considerar, si ustedes no logran hospedarse en Montmartre y vienen de otro punto de París, es que la estación del metro más cercana para iniciar el recorrido no es Abbesses, como se ve en la película, sino Blanche.
Si uno llega en metro hasta la estación Abbesses, que es donde Amélie ve a Nino por primera vez, al salir no reconocerá los escenarios. Allí no hay máquina de fotos (photomatón), aunque al salir uno encuentra una hermosa plazuela y un carrusel. Al principio creí que ahí era donde Amélie devuelve a Nino el álbum de fotografías, pero no es así.
Uno de los puntos imperdibles de este recorrido es l’épicerie Maison Collignon, que por supuesto antes no tenía ese nombre y era una de las muchas tienditas francesas que uno ve por todas las calles de París. Allí se siguen vendiendo las mismas frutas y verduras frescas, aunque agregaron a la venta algunos souvenirs vinculados al filme. También están los mismos sacos de granos, aunque ya no sé si la gente los compre para comerlos, pues todos los turistas llegan y meten la mano ahí, para sentirse como ella.
Pero el punto cumbre del recorrido apenas está por llegar. Cuando uno se detiene en el Square Willette, al pie de la basílica de Sacré-Cœur, la cabina telefónica y las flechas azules allí están. Y uno puede correr igual que Nino para subir por las escaleras que bordean el césped, o también puede tomar el funicular que está incluido en los boletos de recorridos por París en metro de uno o dos días.
Al llegar ahí, uno puede hacer lo mismo que Nino. No hablo de frustrarse mientras ve que la chica de sus sueños estaba abajo a su lado antes de subir, sino poner una moneda y admirar la increíble vista de la ciudad desde ese punto alto. También puede sólo sentarse en las escalinatas al pie de la basílica y tomar una cerveza de las que venden los inmigrantes y escuchar a alguno de los muchos músicos callejeros que le dan vida al barrio.
A unos pasos de distancia está la Place du Tertre, el corazón antiguo de Montmartre, lleno de turistas y tiendas de souvenirs que se convierten en una abierta invitación para huir de ahí, si se tiene un verdadero corazón viajero. Pero no hay que desesperar pues si se sigue caminando, se puede llegar a la rue Saint-Vincent, al lado de las viñas, otro de los escenarios de la película. Y de ahí, haga como yo: ¡libérese y déjese llevar por las escalinatas, callejuelas, placetas, jardines y aceras estrechas por las que Amélie caminaba mientras pensaba en ayudar a otros! Así logrará volver a la estación del metro Lamarck-Caulaincourt, que en realidad sí es "la estación" de Amélie y que durante una semana inolvidable en Montmartre, también fue la mía.
¡Me olvidaba! El recorrido no puede estar completo sin dos puntos más. Yo creía que la estación de trenes donde Amélie viajaba para visitar a su padre era Gare du Nord, por ser la más cercana a Montmartre, pero en realidad se trata de la Gare de l’est, a la que llegará sin problema tras un recorrido rápido en metro. Allí, como en casi todas las estaciones de metro y tren de París, podrá encontrar un fotomatón, tomarse una foto para el recuerdo y seguir su camino hacia el último punto, pero no por ello menos importante: el Canal de Saint-Martin, donde ella disfrutaba del sencillo placer de arrojar las piedras que siempre guardaba sigilosa en su bolsillo.
Andanzas en Femenino
Montmartre y el París de Amélie Poulain
Al igual que para mucha gente, Amélie Poulain ha sido para mí la musa inspiradora de muchas de mis fantasías en torno a París y su romanticismo. En México no tenemos muchas oportunidades de acercarnos al cine francés; sin embargo, la cinta, dirigida por Jean-Pierre Jeunet y protagonizada por una Audrey Tautou –joven, natural, tímida y deliciosamente adorable–, se convirtió en un fenómeno de popularidad para el cine galo en todo el mundo.
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