Como iba a pagarlo con mi tarjeta de débito, me llevé mi credencial de elector porque en muchos lugares, cada vez que haces un pago te piden la identificación, porque deciden pasarse la tecnología del nip que te pide el sistema, por el arco del triunfo y seguro sus ojos de polígrafo y calígrafos serán un medio de verificación más efectivo de tu identidad solo viendo tu credencial y mirándote fíjamente a la cara a ver si eres o te pareces.
En fin, después de eso me fui a desayunar y tomar el más delicioso café de la colonia vecina y luego, a recoger mi despensa, orgullosamente comprada a productores locales a través de una cooperativa de consumo.
Hasta ahí era un sábado perfectamente normal pero luego, todo se volvería una pesadilla. Para volver a mi casa, con dos bolsas repletas de comida, pedí un auto a una de las famosas aplicaciones que casi todos usamos hoy en día. El auto llegó y tuve una charla amistosa con el chofer. No me pregunten porque no recuerdo el momento, pero en algún segundo del trayecto solté en el asiento el pequeño monedero donde llevaba mis tarjetas de débito, mi identificación y algo de dinero en efectivo.
No me di cuenta para nada, así que al llegar a mi casa simplemente me bajé y di las gracias cordialmente al chofer. Entré a mi edificio y al soltar las bolsas, las llaves y todo lo que tenía en las manos me percaté de la tragedia: había perdido mi monedero.
Primer paso, contactar a la empresa del servicio de transporte. Su respuesta era re-dirigirme al número del conductor, pero éste me enviaba a buzón una y otra, y otra, y otra vez.
Desistí y procedí a cancelar las dos tarjetas. Hasta ahí todo bien, aunque con las molestias típicas de este trámite y de quedarte sin dinero, pero las aplicaciones y la tecnología me salvaron y en minutos trasladé dinero a otra cuenta cuya tarjeta estaba en mi casa y asunto arreglado.
Ahí fue que caí en cuenta de que había perdido mi identificación oficial… ¡y en tres días tomaría un vuelo! Y comenzó el viacrucis.
Resulta que no puedes abordar un vuelo sin una identificación oficial, aunque sea nacional. ¿Cuál es el problema si aceptan pasaporte? Pues… estaba vencido hace dos años. ¿Licencia de conducir? ¡Vencida!, ¿Cédula profesional? Debí hacer caso a mi padre y titularme, aunque sea para poderme subir a un maldito avión…
Lo sencillo, renovar mi pasaporte, pues para ese trámite, el puro pasaporte vencido te sirve como identificación… ¿el problema ahora? ¡No había citas sino hasta el 7 de enero! En serio, busqué en todas las alcaldías de la Ciudad de México, incluso en Toluca, Cuernavaca y Pachuca pero nada… cero… no había citas.
En medio de mi desesperación volví a llamar al chofer pero esta vez anoté el número de la grabación del buzón de voz (la compañía no te da el número, solo te redirige pero haciendo un puente con un número extranjero para proteger al conductor). Cuando obtuve el número le mandé un whatsapp suplicando que me devolviera la credencial, que el dinero no me importaba, que iba a perder mi avión… después de hacerlo seguí buscando soluciones.
Lo siguiente fue sacar mi cita en el INE pero oh oh… había citas pero… no he cambiado mi domicilio y por tanto, no tenía el comprobante reciente que pedían… tache… todo mal, soy un desastre. Me flagelaba sintiéndome la más tonta del mundo.
Cuando ya estaba desesperada, compartí mi estupidez con el mundo y… como toda persona hace en el siglo XXI: lo publiqué en Facebook.
Ahí me salvó un amigo y me dijo: “no te angusties, hay una Agencia del Ministerio Público en el Aeropuerto, casi casi son especialistas en casos como el tuyo. Llenas un formato explicando que perdiste la identificación, muestras los documentos que tengas escaneados (si los tienes, yo los tenía en la nube) e imprimes tu curp. ¡Pagas 60 pesos y, Voilà! Te dejan abordar tu vuelo de ida y vuelta (nacional, obvio).
Ese consejo me tranquilizó, aunque aun así, estaba dispuesta a ir a confirmar esa información al día siguiente (era domingo y mi vuelo salía en miércoles así que tenía tiempo para ser responsable y verificar todo).
Pero ya no fue necesario porque… ¡apareció! ¿Cómo? Pues sencillo, a las 11 de la noche el conductor se compadeció de mí y me escribió diciendo que la había encontrado. Al día siguiente me devolvió mi monedero, con la identificación y la tarjeta del Metrobús. Del dinero y las tarjetas, ni sus luces, pero al menos volvió lo importante: mi tranquilidad y mis posibilidades de irme de vacaciones como lo estoy haciendo mientras termino de escribir estas líneas.
Así que ya lo saben… cuiden sus documentos y ¡Felices viajes!