Siempre he pensado que cumplir años en diciembre es una patada del destino, y mientras más cerca de la navidad peor porque la tentación de juntar los regalos y que en realidad sólo recibas uno es tremenda. La cosa es que mi hermana es de esas personas que tuvieron la suerte de nacer pegadita a la navidad. Su cumpleaños es el 20 de diciembre. La cosa es que sí le importa mucho festejar y sí le da el lugar que merece al ritual de cada ciclo nuevo de su vida. En esta ocasión, su hijo que vive lejos estaría acá, de visita. Sin embargo, justo el fin de semana de su cumpleaños no estará con ella. Mi hermana se entristeció un poco y el destino me puso la oportunidad de aliviar un poco su corazón. Resulta que mi hijo no podría viajar conmigo para las vacaciones que ya teníamos planeadas y pagadas y justo son ese mismo fin de semana así que invité a mi hermana, como regalo de cumpleaños.
Aunque en principio lo hice por un impulso de amor salvador, la realidad es que luego me di cuenta de que es una gran oportunidad que nos da nuestra ahora madurez de vida adulta del cuarto y el quinto piso, respectivamente.
Mi hermana y yo no fuimos niñas al mismo tiempo, más bien ella me cuidó mucho siempre. Es mayor que yo y por años fue más mi figura materna que mi propia madre. Ella era una puberta cuando yo nací así que siempre me he sentido un poco culpable de haberle robado anticipadamente un poco de su infancia porque la obligaban a cuidarme.
Mis primeros recuerdos con mi hermana ya son de su adolescencia. Conocí a todos sus novios y ella fue mi paño de lágrimas de todos los míos cuando yo estaba en la juventud experimental y ella ya estaba casada. La vida nos fue llevando por caminos muy diferentes e incluso, hubo momentos en los que realmente estuvimos alejadas.
Con el tiempo fuimos volviéndonos como el agua y el aceite. Estilos de vida distintos, creencias distintas, formas de pensar y actuar completamente antagónicas e incluso, ideologías opuestas.
Pero, cuando se tienen cuatro o cinco décadas de vida encima, y otras cuatro por delante, ¿realmente importan tanto las diferencias? Creo que hay que ver todo como oportunidades para darle rienda suelta no a las diferencias, sino a las conexiones en común.
Para mí, invitar a mi hermana a este viaje también es una oportunidad de que ella conecte con lo que soy, con lo que pienso y en lo que creo. Vamos a Oaxaca y uno de mis propósitos es ir a conocer proyectos de impacto social y cultural para, el próximo año, ofrecer tours de experiencias con impacto social en esa entidad que tanto apoyo necesita.
Creo que nunca he tenido la oportunidad de compartir esa pasión e interés que tengo por el turismo social con mi hermana y esta será la ocasión perfecta. Además, me puse a pensar, ¿hace cuánto que no le regalas nada a tu hermana? Y lo cierto es que casi nunca le he regalado nada, al contrario, ella siempre ha visto por mí.
Nuestra familia es de esas que se demuestra el cariño con regalos materiales, con navidades llenas de árboles plagados de cajitas. Yo quiero darle ahora un regalo para el inicio de su nuevo ciclo que no sea una prenda de ropa más contaminando el planeta o haciendo más rico al villano dueño de Inditex, que no sea un artículo desechable más o arrumbado en algún rincón.
Quiero agradecerle todo lo que siempre hizo por mí y regalarle a ella experiencias que la hagan recordar siempre este cumpleaños y a mí, me quiero regalar la valiosa oportunidad de reconectarme con mi hermana, aceptando la persona que es hoy, justo a la mitad de su quinta década de vida.