Lo cierto es que vivir en las grandes ciudades es cada vez más difícil. La gentrificación nos está desplazando y cada vez es más caro aspirar a vivir en los barrios donde antes fuimos felices.
Yo he sido víctima de la gentrificación ya una vez, cuando después de vivir ocho años felizmente en la colonia Roma, tuve que irme ante el alza desmedida de los montos del alquiler en la zona. Desde entonces vivo en otra colonia que en algún tiempo era popular y que hoy comienza a gentrificarse: la Escandón.
Mi barrio actual todavía huele a barrio, no uso la palabra por hípster. Aquí todavía hay tiendas en las esquinas, tortillerías, carnicerías, pollerías, un mercado y muchos puestos de suculenta comida callejera. Sin embargo, cada vez se ven menos edificios viejos y abundan los nuevos edificios de departamentos modernos, con vigilancia privada, amenidades y una vida vecinal casi nula. De hecho, yo vivo en un lugar así y confieso que no me agrada ni compartir el elevador con los vecinos y no porque sea una ermitaña, sino porque este afán aspiracional gentrificador se percibe en el ambiente.
Es por eso que he empezado a buscar alternativas para mudarme, pero no quiero alejarme demasiado de la escuela donde mi hijo es feliz ni por supuesto del transporte público que me lleva tranquila y rápidamente a mi trabajo cada día. Debo decir que la hazaña es casi imposible. Yo ya pago lo máximo que mi presupuesto me permite, y de hecho incluso estoy por encima de lo que mi asesor financiero recomienda.
Buscando opciones me encontré con uno que podría ser un sueño para mí, quizá no para muchos de mis amigos pero sí para esta amante de la arquitectura urbana: un departamento en el Centro Urbano Presidente Alemán, conocido también como CUPA o llamado cariñosamente “El multi”.
Diseñado por Mario Pani en los años cuarenta, este fue el primer complejo multifamiliar construido en Latinoamérica y fue inspirado por la Ciudad Radiante que creó Le Corbusier en Marsella, Francia.
Se trata del conjunto urbano mejor logrado del siglo XX en nuestro país. Construido en 1947 e inaugurado dos años después, el CUPA fue promovido por el primer Presidente Civil de México, el licenciado Miguel Alemán Valdés (1900-1983) a los 47 años de edad (con 77.9% de los votos obtenidos en las elecciones de 1946). Fue diseñado por el arquitecto Mario Pani (1911-1923) a los 36 años y construido por Ingenieros Civiles Asociados (ICA) dirigido por Bernardo Quintana Arrioja (1919-1984), con 28 años de edad. O sea, fue el fruto de la fusión de puros jóvenes que soñaban con alcanzar la modernidad.
Fue el primer centro urbano con infraestructura y servicios para una nueva forma de habitar. “Una proposición en concreto” como versaba la campaña presidencial del Presidente Alemán. Representó un cambio de paradigma para vivir la modernidad, con diversidad habitacional (48, 57, 61, 70 y 76 metros cuadrados), densidad y un vasto equipamiento urbano: dispensario, zona comercial, lavandería, supermercado, guardería, club deportivo, teatro, biblioteca, alberca, administración, iglesia, jardín de niños, guardería y hospital. Los tres factores trazaron tres diagonales fundamentales en el zigzag: la visión política y social de un naciente Estado Benefactor con políticas proteccionistas, la interpretación de ideales modernos de la arquitectura mexicana y la innovación estructural de una generación de ingenieros contumaces.
La Dirección de Pensiones Civiles presumió un centro multifamiliar que “por la magnitud de su conjunto, por su finalidad exenta de especulación mercantil, por su ejecución plástica y por la solución arquitectónica adoptada para su desarrollo, representa para los trabajadores al servicios del Estado un generoso ensayo de solución de los problemas de la vivienda familiar, y para el organismo oficial que lo llevó a cabo, el cumplimiento eficaz de una política dirigida no a la acumulación de recursos inertes, sino a la inversión de sus reservas y disponibilidades en obras materiales que mejoran la vida del burócrata y la hacen más cómoda y saludable”. El proyecto reflejó el discurso del Estado para dejar el caballo de la Revolución y su militarización para entonces volcarse a la industrialización y modernización del país. El cambio rural a urbano de forma inminente.
El proyecto fue concurso luego de una convocatoria en la que se analizó el “tipo arquitectónico y constructivo, el aprovechamiento del terreno, la capacidad de población, las condiciones de amplitud, confort y comodidad de las viviendas, y los costos más bajos a partir de la adopción de un sistema urbanístico-arquitectónico de edificios altos, distribuidos de manera de dejar una superficie considerable de terreno libre para utilizarse en jardines; establecimiento de locales para comercios, lavandería, guardería infantil, dispensario médico y centro escolar”. Pani se encargó de la dirección del proyecto y las relaciones sociales necesarias para consumar la construcción, y Cuevas de lo referente a densidades, servicios en la súper manzana, vialidades y otros asociados al diseño urbano. El teorema moderno planteaba un modelo de descentralización racionalizado en contra de la ciudad jardín horizontal.
La obra se estimó en 24 meses y se terminó dos semanas antes de lo solicitado; fueron 12 meses para la excavación y construcción de la estructura de concreto, y el resto para instalaciones y acabados interiores y exteriores. Se trató de uno de los primeros ejemplos de funcionalismo a gran escala, tanto por los materiales como por la optimización de recursos. Trabajaron más de 1,800 colaboradores diariamente e implicó el desarrollo de capacidades constructivas y estructuras desafiantes.
El 1 de septiembre de 1949 se consumó el vaticinio retroactivo de Carlos Monsiváis: “los multifamiliares son la utopía moderna del México sin vecindades”. Así fue el inicio de la expansión urbana hacia el sur de la ciudad y el combate a las “calamidades de la ciudad moderna e insalubre” por “un pequeño mundo futurista en una nueva ciudad burocrática, gallarda y magnífica”. Esta fue la ciudad multifamiliar, descrita así en el documental promocional “Nace una ciudad”, donde “los sueños también pueden volverse realidad amable”.
Hoy en día, si bien el CUPA ya no es ese sueño de modernidad, pues luce viejo y descuidado, todavía sigue siendo un lugar amable para vivir. Rodeado de algo que esta ciudad pide a gritos: jardines y espacios abiertos, canchas deportivas y hasta ¡una alberca!, este conjunto habitacional además tiene una curiosa distribución interior en los departamentos, que son en dos niveles, incluso los más pequeños.
No sé si lograré rentar ese pequeño espacio dentro del CUPA o si vivir ahí en 2019 sea igual de agradable que lo fue en 1950, pero no quiero quedarme con las ganas de probarlo… ya les contaré si lo consigo.