Hemos escuchado mucho durante los últimos días de la escasez de combustible para transportarnos de un lugar a otro y, como viajeros seguro más de uno se ha preguntado sobre ¿cómo se puede seguir viajando sin contribuir a este problema? La sociedad mexicana tiene una altísima dependencia de los combustibles fósiles y en una crisis de este tipo lo recomendable es tratar de usar vehículos lo menos posible y entonces… ¿qué hacemos los viajeros? ¿nos despedimos de todas las aventuras que soñamos?
No podemos negarlo, viajar hoy en día forma parte de un estilo de vida aspiracional para muchos millenials. Sí, somos parte de una generación de la selfie en los destinos más extraordinarios una postal del éxito que no supieron retratar generaciones anteriores; como los baby boomers, más preocupados por permanecer y escalar dentro de su trabajo que por conocer el mundo. Hoy, decir que se padece el síndrome de Wanderlust no es enunciar una rara enfermedad nueva sino proclamar que uno tiene el deseo irrefrenable de recorrer el globo. La llegada de las aerolíneas low cost al mercado promueve esa avidez por trasladarse. Pero, ¿cómo repercute esta avalancha de viajes en el cambio climático global? ¿cómo podemos viajar pero al mismo tiempo mitigar nuestro impacto ambiental y nuestro consumo de combustibles fósiles?
Al viajar, como en muchas otras actividades, los seres humanos generamos emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal gas con efecto invernadero responsable del calentamiento global. A la contabilidad de esas emisiones se le llama "Huella de Carbono" y conocerla contribuye a que viajeros, compañías aéreas y hoteles, entre otros, puedan tomar acciones directas para mitigar el impacto ambiental que tienen sus movimientos por el planeta.
El primer paso es transformarnos en viajeros conscientes. En la web se pueden encontrar diferentes calculadoras de CO2, cada una de ellas diseñada según los parámetros y criterios de sus propios países y organizaciones. Los resultados obtenidos permiten individualizar el foco de emisiones para actuar sobre ellas e identificar las posibilidades de reducción.
Tal es el caso de la calculadora de carbono de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que sirve como fuente de información al principal sistema internacional de reservas y emisiones de tickets aéreos, Amadeus. Con esta data, ellos proveen a sus plataformas de distribución de una estimación de las emisiones de CO2 por pasajero y vuelo. Así, los clientes tienen la posibilidad de comparar los efectos ambientales de distintos itinerarios al momento de planificar un viaje o de hacer una reserva.
Muchas de estas calculadoras traducen la información dura de forma figurativa para generar más conciencia ambiental, comunicando por ejemplo cuántos árboles se talaron al realizar un vuelo.
Así, si bien no podemos tener una huella cero porque para ello deberíamos ser ermitaños en una montaña, naturalistas, zero waste y andar desnudos por el bosque, lo cierto es que sí podemos hacer el cálculo del impacto de nuestras decisiones al planear nuestros viajes.
A grandes rasgos y sin necesidad de muchos cálculos, hay que saber que los viajes en avión son los que más CO2 emiten por persona. Sin embargo, si uno tiene que volar sí o sí, hay elecciones más sustentables a considerar: optar por compañías aéreas que utilizan biocombustible renovable, volar de día y hacerlo sin escalas, dado que el despegue y aterrizaje son los momentos en los cuáles el avión consume más combustible.
En el ranking de los medios de transporte más contaminantes siguen las travesías en crucero, ya que si bien se ahorra en quema de combustible el consumo energético a bordo es muy alto. El barco tradicional es una buena alternativa, pero por cuestiones de tiempo en tránsito la mejor opción es el tren. Así que sí, en México una buena política sería recuperar el sistema ferroviario para facilitar el traslado de personas y productos a lo largo y ancho del país. Trenes eléctricos, por supuesto, no de carbón.
Ahora, si viajamos en carretera y ahora en tiempos de escasez de gasolina, lo ideal es hacerlo en transporte público o en auto compartido, puedes utilizar Blablacar y además de conocer gente nueva, verás que todo te sale mucho más barato. También existen compañías de alquiler de vehículos eléctricos o híbridos eficientes en combustible, que informan en su web de la emisión de CO2 por kilómetros cuadrado de cada modelo. Una vez en camino, todas las medidas que se puedan tomar para ahorrar combustible son útiles; entre ellas, planificar bien la ruta y evitar sobre todo el uso del aire acondicionado.
Al llegar a destino lo recomendable es alojarse en hoteles ecoeficientes certificados por algunas de las organizaciones reconocidas por el Consejo Global de Turismo Sostenible (GSTC), como Rainforest. Evitar todas esas pequeñas cosas que le generan un consumo energético extra al hospedaje, desde prescindir del cambio de toallas diario hasta apagar las luces de la habitación al salir, también contribuye a la reducción de emisiones.
A la hora de hacer excursiones conviene moverse a pie o en bicicleta y consumir productos locales, que tienen una huella de carbono menor al no haber sufrido grandes traslados. Por último, cuanto menor volumen de desperdicios uno genere, mejor.
Otra alternativa es compensar la huella de carbono que dejamos cuando viajamos, teniendo un estilo de vida minimalista y de consumo responsable cuando estamos en nuestra ciudad. Esto significa consumir sólo lo necesario, dejar de usar el auto para trayectos cortos o si es posible, mudarnos cerca de nuestro trabajo para hacer nuestros trayectos caminando o en bicicleta, consumir productos locales y sustentables y sobre todo, reducir los empaques de lo que compramos para no generar más basura.
La compensación es un modo práctico de evitar que el problema del cambio climático se acentúe en el mediano plazo, pero la solución de fondo pasa por la reducción rápida de las emisiones de gases de efecto invernadero en cada etapa del viaje.
Así que ahora ya lo sabes, viajar es un estilo de vida pero lo ideal es que incluya también la responsabilidad ambiental y el consumo responsable no sólo ahora que sufrimos porque no hay gasolina, sino siempre porque el planeta ya no tiene mucho tiempo para que seamos irresponsables al momento de decidir.