Es dueña del Escritorio Público Gena, ubicado en la calle Hidalgo, en el primer cuadro de la ciudad.
Su negocio, que tiene casi tres décadas, fue muy productivo hasta antes de la aparición de internet.
En aquel tiempo se usaban máquinas de escribir para llenar formularios, solicitudes y pedimentos, se hacían demandas, quejas, declaraciones, facturas y cartas personales y comerciales.
Tiene clientes que conoció hace más de veintiséis años y algunos aún regresan a dictarle sus escritos. Otros ya no viven en Cuernavaca o ya murieron.
Recuerda a un hombre ya maduro que solicitó una carta para una mujer que vivía en Estados Unidos. No sabía escribir y le pidió que ella le escribiera a la mujer cosas bonitas. María Eugenia lo hizo. Pasaron algunos meses sin que el hombre volviera y una vez entró por la puerta de su negocio y la saludó muy efusivo: “se había casado con la mujer y llegó a despedirse de mí porque ya se iba al otro lado”.