Pero hay otros muy muy especiales, como el que ocurrió el martes 18 de junio.
A eso de las 9:30 de la mañana, él y sus papás -Brizeyda Urióstegui Adán y Rogelio Flores Nieto- esperaban a los demás papás y niños pacientes del área de oncología en el Hospital del Niño y del Adolescente Morelense en Emiliano Zapata.
Matteo no fue con disfraz de superhéroe como muchos esperaban, llevaba una camisa a cuadros y un pantalón de mezclilla y mocasines.
La invitación de Samantha había sido para él, pero Rogelio contó que había más niños en oncología y el convite se extendió a todos los chicos (y sus papás) que pudieran ir. Se apuntaron como 49, pero sólo llegaron 15 o 20.
Un operador de un autobús propiedad de Pullman de Morelos los esperaba y los invitó a pasar: todos subieron y se acomodaron en sus asientos. En menos de media hora llegaron a Plaza Averanda, donde bajaron y un grupo de superhéroes le dio la bienvenida.
Todos se tomaron fotografías con Spiderman, Pantera Negra y Deadpool. Después hicieron una fila y entraron a la plaza hasta llegar a la entrada de Cinépolis, donde por la hora debería estar cerrado, pero había varios empleados y el gerente esperándolos.
A cada familia se le dio un paquete con refresco y palomitas. Entraron a la gigantesca sala que se había reservado para ellos y tomaron asiento.
Antes del comienzo de la película se partió un pastel y a todos los chicos se les entregó un paquete de regalos con juguetes.
Las familias vieron la película de dibujos animados Uglydolls, que relata la historia de dos ciudades, una mágica donde todo es perfecto y donde viven los muñecos más bonitos y en la otra los Uglydolls, los muñecos de peluche imperfectos; éstos viven en Feolandia, un mundo en el que nadie los juzga y en el que se sienten felices y protegidos. La historia gira en torno a la unión de estos dos mundos.
La película terminó y los chicos y sus padres aplaudieron.
De acuerdo con el programa, una vez que las familias terminarán de ver la película, abordarían un autobús para que los regresara al Hospital del Niño y del Adolescente Morelense, pero Samanta, la Mujer Maravilla que no iba con su clásico traje de súper heroína y a quien los niños prometieron no mencionarla como “Mujer Maravilla”, sino sólo como “Samanta”, cogió del brazo a uno de los chamacos y pidió que todos se tomaran del brazo y se dirigieron, como elefantitos, a Juguetrón, en donde ella les dijo que escogieran el juguete que les gustara: todos salieron con el que habían elegido y casi todos se encaminaron al autobús, que los regresaría al lugar de donde partieron en Emiliano Zapata; casi todos, porque Mateo y su familia se quedaron en la plaza.
Norma Sánchez, Alexa López y Natividad, empleados de Sears, habían organizado entre los demás empleados una “vaquita” para comprar un regalo a Matteo, así que junto con la Mujer Maravilla llevaron al pequeño y a su familia al establecimiento. En una de las columnas había un nombre gigantesco: “Mateo” y una mesita. Por el sonido local, una voz de mujer dio la bienvenida al niño y las empleadas le dijeron que tenía una sorpresa para él. Le llevaron una caja, forrada y con un moño, que superaba en tamaño al pequeñín y le ayudaron a desempacarlo: ¡Un órgano profesional!
Las empleadas aplaudieron a Matteo, que inmediatamente buscó donde conectar el aparato musical y se puso a tocar.
Las sorpresas aún no acababan en este día muy muy especial para Matteo.
La mujer Maravilla llevó al niño y a su familia a almorzar a Buffalo's Wings, en donde los empleados le hicieron regalos y los atendieron como clientes preferentes y muy muy especiales.
Rogelio, papá de Matteo, relató que Samanta le había regalado a su hijo una comida “en el restaurante que él eligiera dentro de la plaza”: “je, je, la verdad sólo conocemos los puestos de quesadillas, hoy se llegó ese momento de la comida, el personal de Búffalos Wings le regaló un gran momento que ni lo esperábamos, un lugar que creo que ni vendiendo toda una semana en la tienda saldría para esta comida, pero ver feliz a Matteo no tiene precio”, comentó.
Y así, Matteo y varios niños del área de oncología y sus papás, por algunas horas se olvidaron de las salas de hospital y el olor a medicamentos, de la espera dolorosa, de la incertidumbre, del dolor y del coraje contenidos, y disfrutaron sólo ese instante en el que la vida le pone a los sentidos y al alma una muestra de que hay personas que quieren compartir con sus semejantes lo que tienen y pueden.