Cuernavaca ya no verá a Francisco José Helguera Díaz o Pactú el mimo, como se puso el solito y lo conocíamos los hombres urbanos que hemos caminado las 24 horas esta ciudad.
En restaurantes, en las calles o en Plaza de Armas Pactú se ganaba la vida mostrando su arte a quienes quisieran verlo; pedía lo que le quisieran dar.
Desgarbado y con la cara blanca, a veces con una chistera, el centro de la capital de Morelos era su lugar de trabajo y el sitio donde podía encontrar a sus amigos, quienes lo ayudaban para que pudiera continuar con su objetivo: practicar la mímica, que ésta no muriera para que fuera conocida por las generaciones venideras.
A Pactú (en náhuatl Piedra que arrastra) nunca se le conoció una esposa, novia o pareja (“Me quitarían tiempo para practicar mi arte, la mímica” argumentaba), en momentos muy críticos de su vida (y de bajada) de ser “alguien” llegó a ser “algo”, menos que los alienados o los perros abandonados que caminaba por el centro y a quien todos ignoraban.
Al mimo le pasó de todo. El 14 de febrero de 2018 tuvo un derrame cerebral (“accidente vascular cerebral isquémico”), amigdalitis aguda e hipertensión; motivo por el que el doctor Rodolfo A. Arriaga González le extendió una receta médica que Pactú no pudo pagar pero que sus amigos surtieron. Se repuso.
A finales de septiembre el “señor del silencio” avisó a algunos de sus fans que se había salido del cuarto que le prestaba un familiar suyo y ahora ya vivía en uno de los hoteles (de mala muerte) de Aragón y León, en donde pagaba a diario 135 pesos y tenía agua caliente y televisión. Dos semanas después alguien lo vio dormido en la calle: llevaba tres días pernoctando en la vía pública, cerca del Palacio de Cortés.
El 12 de octubre vieron a Pactú en el Jardín Juárez, una mujer del DIF lo estaba entrevistando, querían saber si tenía familiares que se hicieran cargo de él. Los amigos solidarios le pagaron una habitación en un hotel, consiguieron medicinas y un restaurante le ofreció al menos una comida diaria; esto, mientras el DIF investigaba su situación.
Por las redes sociales, la gente que siempre lo ayuda se puso de acuerdo para abrir una cuenta de ahorros para depositarle algo de dinero mientras se conseguía acceso a un albergue para que se le diera la atención adecuada.
Dos o tres días después, alguien, por medio de un muro de Facebook aseguró que ya estaba viviendo en casa de un familiar suyo, hecho que fue confirmado por el mimo a quien se le vio de nuevo, por el centro, ahora sin maquillaje y muy flaco.
Un mes después regresó a las calles, a trabajar presentando su espectáculo de mímica.
Francisco José Helguera Díaz nació el 6 de enero de 1960, en la Ciudad de México, donde vivió gran parte de su vida; después se fue a radicar a Tijuana 30 años; de ahí vino a Cuernavaca durante el sexenio de Lauro Ortega, aunque después volvió a viajar fuera de la ciudad (incluso fue a España) y luego regresó a Cuernavaca hace ocho años.
En una entrevista publicada en La Unión de Morelos, afirmó que en Tijuana tuvo un amigo de nombre Martín Sandoval, que era chef, tenía un restaurante y con el cual nunca había perdido comunicación.
El 17 de enero de este año, a las 8 de la noche Pactú tomó un autobús en la terminal Estrella Blanca. Según él, iría a ver a su amigo Martín, a Tijuana, Baja California, en un viaje de 34 horas. Mientras, dejó la ciudad vacía.