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Zacualpan de Amilpas: La magia del trueque en Morelos

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En la actualidad al escuchar hablar de magia el concepto nos remite a lo sobresaliente, a lo exuberante e irreal que los propios ojos no pueden creer, se induce a percibir un mundo perfecto donde las actividades cotidianas rebasan lo humanamente posible para convertirse en el ideal de un pueblo, de lo colectivo a lo individual y viceversa.

En la actualidad al visitar un “pueblo mágico” en México obliga al individuo a construir o reconstruir una interpretación de lo sublime; en el imaginario colectivo la magia no existe pero se percibe, emana de una expresión humana. “La magia debería poder recorrer la más amplia combinación de situaciones excepcionales, en el sentir físico y en el pensamiento del quehacer cotidiano de un pueblo o región”.

El pueblo de Zacualpan de Amilpas colinda con el estado de Puebla y los municipios de Tetela del volcán, Temoac, Ocuituco y Yecapixtla; a pesar de que la región tiene expresiones culturales y paisaje natural y cultural sumamente intenso, Zacualpan de amilpas puede considerarse el centro neurálgico de la región por una sola actividad que involucra cada domingo a la gran mayoría de los habitantes de esta región: la jornada dominical del trueque y tianguis, práctica ancestral según cronistas de la población que datan del año 700 a. C. 

Para vivir el trueque que tiene generalmente un horario de 06:00 a 12:00 horas del mediodía, se tiene que llegar mucho antes, alrededor de las cinco de la mañana. Por lo general las mañanas son frías por el viento fresco que corre desde las faldas del volcán Popocatépetl, a esa hora inicia un ritual de cómo y dónde elegir el lugar para tender la manta y los productos de intercambio, existen códigos entre los habitantes y los que vienen de otros pueblos cercanos, se miran y entienden como están organizándose. La gran mayoría de participantes en un sistema de intercambio como este, van y vienen alrededor de una calle importante y un espacio no muy grande, que no llega a ser una plaza como tal, al cabo de pocos minutos la gran mayoría se ubica e inicia su acomodo de mercancía, esta práctica “cotidiana” tiene vínculos desde la época prehispánica con el tianguis que proviene de la palabra náhuatl “Tianquiztli” una práctica mesoamericana que en la actualidad sigue incentivándose entre pueblos y colonias de todo México.

El trueque no es una actividad tan sencilla como se ve por la mayoría, es por lo general una práctica sumamente compleja y llena de misticismo, la magia va implícita en el tener y querer intercambiar, se acepta a cualquiera que desee “truequear” sin embargo existe también un sistema de intercambio que tiene que ver con necesidad, volumen y calidad del producto; los pobladores de Zacualpan y de la región circundante entienden y practican estos códigos de intercambio, algún visitante ajeno a estos códigos puede intercambiar también con toda confianza, sin embargo puede resultar para los no nativos mucho más placentero el hecho de intercambiar que el producto en sí. La magia se da por dos vertientes: El sistema de intercambio con un conocimiento ancestral entre pobladores principalmente por la necesidad de un producto y/o un objeto y el intercambio entre un poblador y un visitante nacional o extranjero ávido de experimentar y ser aceptado con su producto; son sensaciones complejas, que involucran el saberse presente y saberse aceptado, saberse utilitario con su producto de intercambio, aunado a ello se lleva una grata sensación de llevarse un reconocimiento por parte de su “truequeador”.

Domingo a Domingo el trueque se da sin interrupción, es un ritual que pervive y será muy difícil que desaparezca, se vuelve una cotidianidad, casi como ir a misa cada domingo, por ello existen tres componentes básicos en la expresión cultural de los pueblos del nororiente de Morelos incluyendo Zacualpan: El trueque, el tianguis y la misa tradicional de cada domingo (generalmente la de antes del medio día es cuando cierra el trueque). En el trueque se pueden encontrar productos comestibles como frijol, maíz, manteca, huevos, pollos, pan, leche, mantequilla, quesos, tomates, jitomates, calabazas, chiles, manzanas, guajes, duraznos, limones, aguacates, hierbas medicinales, también productos de alfarería como jarros, cazuelas, pozuelos, platos, etc; incluso animales tales como gallinas ponedoras, guajolotes, güilotas, marranitos, chivos, borregos, otros optan por llevar ropa, lo más buscado son las gruesas cobijas para el frio de los vecinos que bajan de Hueyapan o de Tetela del volcán que son aquellas zonas de la montaña, junto al volcán.

Pepe y Anita vienen desde Málaga, España, su viaje tiene un solo propósito: experimentar como turistas una actividad extravagante, han escuchado hablar del trueque en un pueblo al sur de la capital mexicana, Zacualpan de Amilpas, cerca de Cuernavaca; han leído que esta práctica se da desde las antiguas culturas prehispánicas hace más de 2700 años, y su idea es visitarlo, observarlo y en cierta medida participar, traen consigo dulce de turrón español y juguetes de artesanía española, algunas mantas de marruecos, especiales para el frio, llegan sin ningún problema, de Cuernavaca enlazaron su viaje a Cuautla y de ahí al crucero de Amayuca, después se subieron a un taxi colectivo, con un personaje elocuente y sabio de las tradiciones de su pueblo, los llevó hasta el sitio mismo del trueque en una mañana fresca, distinta a las mañanas de Málaga en la costa mediterránea, Anita se impregnó de un vigor y un furor producto del aire puro que le oxigenó los pulmones con los vientos de Don Goyo tan solo por caminar unas cuadras en una madrugada de cualquier Domingo. Quedaron pasmados, en primer lugar por la configuración tan tradicional mexicana del pueblo, en segundo por la cordialidad y la prestancia de sus habitantes y en tercero quedaron fascinados por el sistema de trueque: Anita se llevó unos platos y unas cazuelas trabajadas por artesanos del pueblo de Tlacotepec, además de comer aguacate a más no poder, que según ella parecía de mantequilla. Pepe un amante de la producción agrícola en huertos familiares, se llevó unos aperos de labranza, para complementar su colección en su casa de veraneo en Francia, ambos se fueron fascinados con el México profundo que descubrieron en un lugar escondido, pero con mucha magia y energía. Pasajes como estos seguramente se recogen domingo a domingo con los turistas ávidos de nuevas experiencias en sitios con “magia” en un México tan distinto al imaginado.

Desde Zacualpan se orquesta el devenir ancestral de la práctica cultural de los pueblos de la región, es por ello que Zacualpan es magia, es expresión y es tradición no solo para los morelenses, sino también para todos los mexicanos y para todos los amantes de lo exuberante, mágico y exquisito, que encontrarán en este pueblo milenario.

Zacualpan de Amilpas es magia!!!

Fotografías: Israel Carranza y Gerardo Gama

Miguel Ángel Cuevas Olascoaga

Profesor Investigador

Escuela de Turismo UAEM

 

 

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