Al paso de los días todo parece normal, a excepción de algunos de sus vecinos, que no dejan de llamar a la puerta.
Aquellos que lo vigilan impacientemente, día y noche, gente con formas extrañas y personalidades un poco intimidantes, que al pasar de los días no le dan descanso, las influencias y el terror que cada uno de los huéspedes de aquel edificio van sembrando en la cabeza del joven comienzan a dar frutos. Y unas pocas semanas después de su llegada, él, aún consciente del asedio de los vecinos, tratará de no caer en el juego en que ahora es presa.
Cada día que pasa se convierte en un juego psicológico, que va cambiando sus gustos y forma de vestir.
Desde el gusto por la forma de tomar el café hasta sus hábitos más comunes; alucinaciones y sucesos extraños empiezan a suscitarse, la pérdida del sentido común, lo están llevando a un callejón sin salida que lo mantienen preso dentro de aquel lugar… Sus peores fobias se harán presentes, a toda costa tratarán que corra con la misma suerte.
Escrita y dirigida por Román Polanski, en el año 1976, El Quimérico Inquilino está basada en la novela homónima de Roland Topor.
Rodada en París, fue presentada en el Festival de Cannes con poco éxito por parte de la crítica; sin embargo, hoy en día es considerada como una película de culto. Siendo la tercera parte de la llamada –no oficialmente– Trilogía del apartamento, (Repulsión, 1965; El Bebé de Rosemary, 1968), en donde Polanski lleva a los personajes en lugares limitados de espacio, con una mezcla en cada una de ellas de toques de humor negro y terror psicológico.
En esta cinta el polaco se dirige a sí mismo por última vez, y complementándose de una escenografía lúgubre y personajes clave para desencadenar un thriller de suspenso lleno de dudas.