Se trata de la muestra titulada La ilustración en la obra de Mexiac, integrada por una serie de ilustraciones a color y en blanco y negro, del Taller de Gráfica Popular; y otras realizadas por el artista para las calaveras del poeta Max Aub, publicadas en la sección cultural del periódico Novedades, a finales de los años 50.
Destacan también por su contenido, las ilustraciones de la CTM que hizo Mexiac, para el periódico semanal CETEME así como las que elaboró para el Instituto Nacional Indigenista.
El conjunto de la selección expuesta se complementa con su célebre trabajo Libertad de expresión; el linóleo a color de 1955 titulado Títere y dos de las ilustraciones –los linóleos Carranza y Obregón y Zapata y Villa- que Adolfo Mexiac hizo para la película Memorias de un mexicano, el reconocido documental escrito y dirigido en 1950 por Carmen Toscano.
Asimismo, se exhiben algunas de las publicaciones del Instituto Nacional Indigenista, ilustradas con piezas de este artista que radica en Cuernavaca y que el próximo 7 de agosto arribará a los 89 años de vida.
*CONDENSA LA TRADICIÓN DINÁMICA DE LA EMP
En el texto de sala, titulado igual que la muestra, el crítico de arte Alberto Híjar considera que la obra de Adolfo Mexiac condensa la tradición dinámica de la Escuela Mexicana de Pintura.
“La escuela sin aulas tiene espacio de acción constante en las luchas populares y en los ambientes rurales y urbanos en donde se desarrollan”, resalta.
“Todo esto aprendió a significar Mexiac con la guía de maestros como José Chávez Morado, Alberto Beltrán, Leopoldo Méndez, Pablo O’Hoggins, los sociólogos Ricardo e Isabel Pozas, el escritor Juan Rulfo y en la discusión fraterna con sus compañeros de vida, hombres y mujeres más allá de las reducciones artísticas eurocéntricas por sus solidaridades con los movimientos de liberación”, añade.
Estas historias, prosigue Híjar, cuentan con la construcción constante de trabajadores estéticos como Mexiac.
“Él ha tenido la capacidad creadora de descubrir las soluciones técnicas para su significación adecuada. El grabado tiene en él un excelente creador sobre soportes tan diversos como el linóleo, la madera y el metal.”
Luego, el crítico señala algunas de las técnicas traídas en su momento, y de otras partes, por el expositor:
“De China trajo la técnica para realizar bellos grabados a colores, igual que de corrientes, de Argentina trajo la técnica de esgrafiado sobre capas coloreadas y aplanadas sobre los muros, para dar lugar a la significación de espacios al aire libre con murales de alta resistencia, tanta como la del mosaico de piedra.”
Por último, reflexiona que el maestro Mexiac “pinta con desenfado, con colores brillantes, intensos, directos y figuras abocetadas de modo de dar salida al lirismo, esa necesidad eterna e invencible. De la épica historia y social a la significación de la naturaleza agreste y de los terribles paisajes urbanos constante reivindicación vital para la especie humana”, señala el texto.
*DOS MUESTRAS EN LA GALERIA DE LA UNIVERSIDAD
Cabe decir que en la galería universitaria se expone en otra sala, además de una selección de la obra gráfica de Mexiac, un conjunto de piezas pictóricas del artista Iker Larrauri (México, 1929), reconocido no sólo por su ilustración El paso del hombre por el estrecho de Bering, para los libros de texto de la SEP; sino además porque diseñó, para el Museo Nacional de Antropología, el mural Los Animales Prehistóricos y la escultura Caracol, en el estanque de agua del patio interior del museo.
Para resaltar el hecho de la presencia de estos dos artistas con largas trayectorias, el ex director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Sergio Raúl Arroyo escribe un texto en donde indica:
«Sobre un continente de tintas, pinturas, capelos y materia dúctil se forma una historia que podemos definir como dual. Pensemos que, en ciertos casos privilegiados, la historia de una amistad puede describir, a su manera, un extenso segmento de la vida de un país, con sus capítulos épicos, sus comedias y también sus pequeños o grandes dramas.
«Es probable que a través de esa amistad se proyecte una parte del entramado del mundo que les tocó vivir, formando lo que ellos son. Toda amistad verdadera es un encuentro que apela a nuestra curiosidad, sobre todo si adquiere valores especiales en el tiempo intrincado de la historia, fundamentalmente en el tiempo tangible y sencillo con el que se forma la existencia.
«Vale la pena hacer un breve recorrido por los itinerarios de Iker Larrauri y Adolfo Mexiac, una mínima persecución por lo que ha sido su geografía y su tiempo precisos: allí está el Taller de Gráfica Popular y la tienda Sears Robuck, la escuela de La Esmeralda y la Escuela Nacional de Antropología e Historia; en ellos están puntualmente vivos Leopoldo Méndez y Pablo O’Higgins, Miguel Covarruvias y Alfonso Sotosoria.
«Siguiendo sus huellas no hay que descartar las escalas en la Cuba revolucionaria donde se distribuyeron los grabados del artista michoacano “como gotitas de oro” o su presencia en la Argentina convulsa del medio siglo XX.
«Hay que mirarlos en el vértigo de los trabajos que darían por resultado el Museo Nacional de Antropología o en el Museo Nacional de Kwait, el pequeño y riquísimo país donde un arquitecto-antropólogo-artista-museógrafo mexicano se dio a la tarea de contar sus antiguas sagas; en el fronterizo Centro Cultural Tijuana o en las narraciones que encierran los murales de la Universidad de Colima. La lista se despliega hacia los cuatro puntos cardinales : Cozumel, Lausana, París, Villahermosa. Hay un museo vivo en cada objeto que les rodea.
«Todo en sus rutas parece tan lejos y tan cerca. Las imágenes que han dejado a su paso Mexiac y Larrauri son un relato cuidadoso de los múltiples rostros de un país visto por la demanda militante y, al mismo tiempo, por la paciencia académica.
«Hay un largo viaje físico e intelectual entre el campesino que desde el trópico anuncia el “Despertar” y los trabajos serenos de “La aventura de México”. La boca encadenada de “Libertad de expresión” y “El paso de Bering” son dos polos que sólo una amistad llena de convicciones ha permitido que se toquen.
«No es fácil elegir cuál de sus lecciones es la más importante: vivir para educar, educar para vivir. Un par de biografías que se unen y se bifurcan y se vuelven a unir: “El trabajo nos une” nos dicen, quizá sea ese el secreto de una larga amistad. Habrá que escucharlos», finaliza Arroyo.
Ambas muestras estarán en exhibición hasta el próximo 13 de mayo.