Un traje de la mujer juchiteca, de la región del Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, confeccionado hace 50 años y completado con alhajas, es la pieza del mes de octubre que presenta para los visitantes el Museo de Arte Popular Morelense (MMAPO).
En el texto de presentación de ese trabajo, titulado “Ajuar de la mujer istmeña”, escrito por
Vicente Marcial Cerqueda, refiere que ese traje regional consiste en una indumentaria que conserva las características de la vestimenta precolombina y que dicha prenda consta de dos piezas: el huipil y la enagua.
“El huipil es una blusa rectangular, dibujando en el centro un círculo que entorna la oquedad en la cual sobresale el cuello. Tanto en el frente como en la espalda, se encuadran imágenes que, visto en cada lado, semejan una letra ‘u’ o si se juntan ambos lados se manifiesta un rectángulo, el cual en la simbología glífica mesoamericana dichas figuras representan a ‘a madre tierra’”.
Explica que la enagua es una falda amplia que se compone por varios lienzos, que forman múltiples pliegues que permiten un amplio despliegue en la parte baja, normalmente la confección de la enagua es del mismo material del huipil y suele contener la misma iconografía.
Apunta que quizá las mejores piezas representativas del traje de la mujer istmeña “es la que se confecciona con telas de terciopelo bordado con hilos multicolores” y que forman imágenes de flores en distintos ángulos y en sus distintas etapas de crecimiento.
“En el caso del traje que se presenta en el MMAPO, su huipil contiene rosas rojas y rosadas de gran tamaño y en menor tamaño tiene aplicaciones de rosas pequeñas de colores naranja y rosado con sus botones en flor; también se puede observar un pequeño botón de orquídea de color lila. La enagua contiene bordados de las mismas flores, en formatos de mayores tamaños, y abiertas a plenitud”.
Destaca que el traje se complementa con un “holán de cristal”, que es una tela de fino encaje plisado que se añade en la parte baja de la enagua. Estas piezas fueron confeccionadas en el año de sesenta y cuatro del año pasado, asegura el presentador.
Puntualiza por último que la mujer del istmo completa su atuendo con alhajas elaboradas con dos líneas de monedas que rodean el cuello. En forma de pectoral van unas monedas de mayor tamaño, enjardinadas en oro, de las cuales cuelgan otras tres más que emergen de un botón en flor de la guie’ xhuuba o esquisúchil. Como parte de las alhajas van pulseras denominadas semanarios y los aretes.
Finalmente, expone que todo el atuendo de la mujer istmeña se guarda en un baúl que, como bien dice el arquitecto juchiteco Elvis Jiménez López, “son el legado tangible de las abuelas y bisabuelas, no sólo porque en él guardaron sus alhajas y pertenencias, como la ropa de fiesta, los documentos patrimoniales y las velas del altar, sino también este mueble-objeto atesoraba el ombligo de los hijos, los que se concentraban en una vasija con tapa de plato a modo de urna dentro del baúl, algunas familias registraban en él los nacimientos de sus hijos y hasta de hechos memorables, como bodas y mayordomías; el baúl conserva en su interior la historia sin fin de nuestra forma de vida”.