Parte del mundo fantástico creado por Mahamantra Neran. (Fotografía: José Antonio Gaspar Díaz)
Al actual encargado de Despacho de la Dirección General de Cultura del Ayuntamiento de Cuernavaca, Edgar Assad Gutiérrez, le ha tocado tomar ese pulso en los últimos años, dado su encargo anterior como responsable de artes plásticas del gobierno municipal y, tiempo atrás, como Coordinador de Museos y Exposiciones del entonces Instituto de Cultura de Morelos.
Se trata de las muestras tituladas “La Cuerda Floja”, exposición de graduados de la Licenciatura en Artes Visuales, del Centro Morelense de las Artes (CMA); “Kristian Kon Ka. Exposición multidisciplinaria” –aunque en el recinto una gran manta lo anuncia como “7ª exposición individual retrospectiva estatal del artista escénico y plástico Kristian Kon Ka”; y “Exposición Bi”, de Gerardo Velázquez.
Como síntesis de la primera exhibición, Assad considera: “lo que permea no solamente es una calidad de la factura, permea un acto de conciencia, el arte como reflexión. Y eso, me parece, es el gran aporte que La Cuerda Floja hace y que ofrece al visitante”.
En una larga entrevista con este suplemento, Edgar Assad explica las particularidades de cada exhibición y, además, subraya que el propósito del Museo de la Ciudad es ser un espacio de expresión para las nuevas “camadas” de jóvenes artistas, que egresan tanto del CMA como de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
*DOS INSTALACIONES MARAVILLOSAS
“La Cuerda floja” ocupa en la planta baja del museo, las ocho salas disponibles, es una muestra colectiva de los artistas que se graduaron de manera reciente en el CMA, en la que cada uno de ellos presenta obras “en las que mejor se hayan encontrado”, asegura.
En este caso, hay fotografías en las que muestran, por ejemplo, propuestas que tienen que ver con la cuestión conceptual, “en donde el personaje principal está contando una anécdota, en algunos de los casos, fuerte, porque la sexualidad, la sensualidad, la atracción misma del personaje es más bien como un pretexto para la expresión artística”, comenta Assad.
“No tiene ningún afán de violentar la moral, por el contrario –subraya-, utilizan su cuerpo como un elemento de expresión, y la fotografía es una técnica que ellos aprenden en el CMA”, dice.
Califica, por otra parte, como “maravillosas” las dos instalaciones realizadas por Edgar Ortega Méndez y San Castillo.
La primera es una pieza de gran formato, una superficie de pasto natural en la que se encuentran ensartadas flechas, “y una perdiendo el horizonte va a dar contra un muro. Esta instalación comparte las flechas con los ‘gallitos’ del bádminton; entonces lo que pretende el artista es generar un espacio de reflexión, en donde el visitante se dé cuenta de que, en un mismo terreno, en una misma cancha, conviven la violencia y el placer”.
Este tipo de propuestas, que a mi gusto está muy bien resuelta, continúa el entrevistado, “habla del nivel exhaustivo de los profesores y del ánimo de los artistas para sus propuestas, son propuestas profesionales, que podrían estas felizmente en una galería”, afirma.
Una de las fotografías que exhibe Tania Rebolledo. (Fotografía: José Antonio Gaspar Díaz)
En cuanto a la instalación de la joven San Castillo, describe: tiene que ver con un amontonamiento de libros abiertos en los que se hicieron unas pequeñas incisiones en las hojas –y que forman un camino que va de un volumen a otro, cabe decir-, en donde por gravedad, después de que se ponen unas canicas, éstas se deslizan hasta cierto punto.
“Este juego de libros, que cualquiera pensaría: ¡cómo se atrevió a perforarlos!, ¡qué bárbara!, finalmente es una propuesta artística que tiene que ver con una reflexión más allá del objeto. El libro es casi un objeto de culto, sagrado, para la gente que lee mucho. Y para la que encuentra una fuente de conocimiento inagotable, por supuesto que es casi una agresión”.
Sin embargo, acota, “la artista lo que hace es generar un efecto contrario, es como psicología inversa. O sea, tú sientes que está vulnerado el libro como un instrumento de acceso al conocimiento, ¿y qué haces tú por él? Es decir, ella hace su propuesta: lo perfora y hace que te diviertas con el libro, pero lo que te está diciendo en el fondo, es que tú como visitante, de igual manera como ella, los estás vulnerando porque no los lees, no los valoras”.
Esa reflexión, que a mí me parece como el plus de esta instalación, continúa el especialista, “es otra de las grandes propuestas que el CMA hace, porque no solamente está hablando de la formación de entes técnicos, que resuelven muy bien el conocimiento de una de las grandes categorías artísticas, como la fotografía, la escultura y la pintura”.
Es decir, “lo que te enseña en términos generales es la reflexión, es que el visitante se lleve un acto de contricción, un acto de mea culpa, un acto vivencial gozoso o sea, esos pequeños elementos hacen que la visita a un museo sea una visita satisfactoria, totalmente favorable, más allá de la apreciación artística”.
*LOS ARTISTAS, TESTIGOS DE SU ÉPOCA
En cuanto a los tres cuadros de gran formato “muy ricos, muy bien pintados sobre todo”, de Lisandro Arenas, se le señala su alusión a la violencia.
“Claro –responde Assad-, porque los artistas son testigos de su época, entonces sería el colmo que pintaras a una ancianita vendedora de aguacates muy linda y tierna, como si fuera la abuelita de Caperucita Roja. No, la violencia y las redes que ha tejido el crimen organizado en nuestro país, han impactado todos los sectores de la sociedad”.
En este caso, asegura, “por supuesto que una señora que vende aguacates puede guardar un arma carcajeándose o se puede ver a unos niños frente a un asesinado, eso es parte del paisaje no solamente del país, sino de Morelos y de Cuernavaca en particular. Los artistas no son ajenos a eso, por eso es que ellos pintan esos cuadros maravillosos”.
Menciona también, dentro de la relación de propuestas de los egresados, el tríptico que muestra Mahamantra Neran, “son mundos fantásticos, como esos personajes en óvalos de fondo negro, en los que aparecen como si fueran representaciones de una aristocracia ridícula, grotesca, con tres ojos, con dientes filosos”.
“También hay mundos espaciales, estas grandes naves y también en contacto con la tecnología. Hay otras tres piezas maravillosas –las que presenta Fernando Mancera-, que son tres esculturas hechas con material orgánico y hechas por un escaner de tercera dimensión, cosa que me parece una gran incursión y un gran contacto, porque los artistas del CMA se acercan a las facultades e institutos de investigación, que hay muchos en Morelos”.
Concluyó que aunque siempre se agradece que haya intercambios entre artistas y científicos, resalta que “el artista utilice herramientas que no fueron creadas para la expresión artística, como vehículos para poder lograrlo”.
*EL MUSEO RESPONDE A UNA NECESIDAD BÁSICA
-¿Qué características deben tener los trabajos artísticos de los creadores que quieran exponer aquí?
-No sé, la pregunta es muy difícil, porque ahora los artistas están haciendo cosas que uno no sabe ni de dónde las sacan. En algunos casos de “La Cuerda Floja”, si me hubieran dicho antes lo que iban a hacer yo hubiera dicho que no, pero ahí está el resultado, muy bueno, por cierto.
El museo es un espacio adaptado, como muchos, para tragedia del arte. Los espacios que se asignan como museos son espacios que no tuvieron una vocación en su origen como museo. Por eso esta división de cuartos interconectados.
Cuando a mí me dan la oportunidad de trabajar para la ciudad de Cuernavaca, me encomiendan reactivarlo, meter toda clase de expresiones humanas, porque Cuernavaca es una ciudad muy diversa, multicultural. Hay de todo, es una ciudad cosmopolita desde hace muchos años.
Este carácter cosmopolita le da su identidad, su identidad es el cosmopolitismo, y en ese sentido, por supuesto que todas las expresiones artísticas que son parte inherente del ser humano, tienen cabida en este museo. Pero el museo responde a una necesidad básica: Cuernavaca, para fortuna suya, es una de las ciudades que, por tener dos de facultades, está generando arte.
Cada seis meses tiene una camada de artistas nuevos, cosa que me da mucho gusto, porque si no fuera a través de sus ojos no podríamos ver un mundo mas que lleno de cadáveres despedazados en las calles.
El punto aquí es que ellos necesitan un espacio de expresión y el Museo de Cuernavaca cumple esa función fundamentalmente, por supuesto, también caben las expresiones más formales, más ortodoxas, entre ellas las de los acuarelistas y los compañeros con discapacidad que tiene un grupo de arte. Entran todos.
El cabildo ha sido sumamente respetuoso para las manifestaciones artísticas y culturales que se dan en el museo.
Honestamente, yo pensaba hacer exposiciones de dos meses y medio para que la gente tuviera la oportunidad de verlas, pero ha sido tal la demanda por los espacios y las ganas de exhibir aquí, que las tuve que bajar a un mes y es una infamia, porque la gente no tiene oportunidad de venir a verlas.
Lo único que tienes que traer aquí es tu proyecto, presentarlo y va, es en automático. Por supuesto, hay cosas que no se pueden hacer, por ejemplo, hay gente que vino a proponer la inundación de las salas.
Hay cuestiones técnicas que hay que tener en consideración siempre, esa es una de las limitantes para exhibir en este museo, pero no hay ni limitante conceptual ni de ningún tipo, está abierto.