Es testigo vivo de la historia de este país desde antes de que fuera México. Es más, cuando apenas se fundaba Tenochtitlán en la zona lacustre del centro, en el año 1345, él ya era un personaje muy viejo: había cobijado bajo sus ramas, en su grueso tronco y desde trece siglos antes, el canto de millones de aves que establecieron sus nidos.
Su génesis se remonta mucho antes que la de los toltecas, teotihuacanos y mixtecas. Históricamente pertenece al mismo periodo que las más antiguas culturas –desaparecidas todas- de este país: olmecas, mayas y zapotecas, es decir, al preclásico. Y él, aún se mantiene de pie, con su colosal presencia.
Durante su prolongada existencia ocurrieron los principales episodios que le han dado el carácter a esta nación: la conquista española, la independencia, la revolución y el surgimiento del México moderno.
Millones de habitantes de esta República han nacido y muerto durante dos mil años –las estimaciones calculan que es la edad que tiene-, pero él se conserva pleno, vital, cobijando bajo su enorme y aromática sombra a todo aquél que lo desee.
Si todos estos datos no han sido suficientes para comprender su longevidad, entonces digamos que debió ser contemporáneo, aunque en otra parte del mundo, del propio Jesús, el Cristo, a partir de cuyo nacimiento se divide la historia de nuestro mundo.
Es imposible no acercarse a él sin sobrecogerse, al saber que su estancia en la Tierra es anterior a la de nuestros antepasados más remotos –tan lejanos que la memoria ya no nos alcanza- y que seguirá siendo uno más de sus habitantes, cuando nosotros ya no estemos aquí.
*TITÁN DE ESTAS RISUEÑAS SOLEDADES
Se trata de un árbol grandioso de la especie de los sabinos -también llamados ahuehuetes (Taxodium mucronatum, es su nombre científico-, pero por el lugar en donde se localiza en Oaxaca, el municipio zapoteco de Santa María del Tule –localizado a poco más de 10 kilómetros de la capital oaxaqueña, en un punto de la carretera que lleva a la zona arqueológica de Mitla-, es más conocido como el árbol del tule.
El poeta mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910), no pudo resistirse a alabar su estampa y presencia en esta tierra, al escribirle un canto:
¡Con qué pompa a la vista
te presentas titán de estas
risueñas soledades!
Si sacuden tu copa las
tormentas sollozan en
las ramas las edades.
¿Qué te puedo decir?
Inspiras tanto que a mí
me basta recoger tu
nombre y darte mi mutismo
como canto ¡Junto a un
árbol así nada es
el hombre!
*EL MÁS ROBUSTO DEL MUNDO
Además de su edad, hay muchas otras características del árbol del tule que impactan a quien se detiene frente a su figura. No es para menos, ya que se trata de un ejemplar con un grosor de 58 metros –se dice que es el más robusto del mundo- y que han sido abarcados por más de treinta niños con los brazos extendidos y las manos entrelazadas.
El ayuntamiento de Santa María del Tule establece, en un pequeño letrero dentro del jardín con rejas donde se encuentra el árbol, que su altura es de 42 metros, y para darse cuenta de esa dimensión, sólo basta comparar en las fotografías, cómo la copa rebasa el punto más alto de la iglesia que se encuentra a su lado, cerca de la entrada principal. La espléndida especie se localiza dentro del atrio.
Asimismo, el gobierno municipal señala que el volumen del árbol es de 816 829 m3, con un peso aproximado de 636 107 kilogramos. Más de 636 toneladas de madera.
“El árbol gigantesco de más de 2 mil años, es muy viejo, mucho más que la invasión española. Se levanta como una roca dando sombra a casi todo el espacio delante de la iglesia”, enfatiza el letrero, y se cuenta que bajo esa sombra podría caber medio millar de personas.
Acerca de las modificaciones naturales que ha tenido el árbol del tule, a lo largo de sus existencia, se advierte: “Era, para empezar un árbol hueco con aberturas de acceso a su gran interior y en consecuencia, un tronco integrado por secciones. Con el tiempo esta configuración evolucionó a una regular, desapareciendo el hueco hace más de dos siglos y medio. Aunque ofreció entonces un aspecto todavía unitario.”
*UN POCO DE ATENCIÓN Y DE IMAGINACIÓN
En la actualidad, añade la información del municipio, “difícilmente puede hablarse de que el árbol tenga una forma definida, pero es un hecho que por los informes que ahora conocemos, la tenía aún menos en el pasado. En general los ahuehuetes, árboles de lento crecimiento, suelen tener una figura aproximadamente regular en sus primeras décadas de vida, con un tronco más o menos cilíndrico, pero al alcanzar algunos cientos de años, pueden adoptar formas sumamente caprichosas”.
Uno de los atractivos de la vista del tronco del árbol –explotado por algunos de los pequeños habitantes del lugar que se ganan unas monedas con los turistas-, es la de buscarle formas conocidas en diversos puntos. Con un poco de atención –y algo más de imaginación-, se pueden distinguir cabezas de leones, de elefantes o venados –y una diversidad de fauna-, o bien verlos como rostros humanos antiguos o por lo menos como máscaras.
*INDIGNANTE EPISODIO
Otro dato llama la atención -en los mismos datos que presenta el ayuntamiento-, por lo indignante si resultara cierto el episodio: “Este antiguo habitante de la tierra, este venerable testigo de las revoluciones de los hombres y de las cosas, que ni las tempestades, ni el rayo, ni la sucesión de los siglos han podido destruir, por poco cae víctima de un rico comerciante de Oaxaca, que ofreció una cantidad muy merecida a los indios del tule por su árbol, tal que quería cortar para hacer vigas y tablas.
“Felizmente desecharon con desdén la proposición de este vándalo, permaneciendo en pie el árbol, cubriendo con su sombra perfumada a cuantos vienen a admirarlo por su ramaje opulento y alegre; es aún el refugio de millones de aves, por su gigantesco tronco corre todavía raudales de la generosa savia que lo nutre”, resalta.
El árbol del tule: árbol inaudito en donde se respira el silencio del tiempo y que, incluso, sobrevivió al propio paso de Dios por este mundo. Aunque, quizás, Macedonio Alcalá replicaría que “Dios nunca muere”.