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Sin embargo se mueve ...
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No sabemos compartir

¿Cuántas veces hemos visto comportamientos egoístas en nuestro entorno? Desde mi perspectiva los veo muy seguido en nuestra vida diaria. Por ejemplo, un día entre semana en la plaza de Domingo Diez, de Cuernavaca, que tiene un estacionamiento pequeño y una sección donde se permite estacionarse en segunda fila en batería.

Jesús Antonio del Río Portilla Jesús Antonio del Río Portilla
Miércoles, 20 Julio

Las personas que ahí ayudan a los conductores para estacionarse, se comprometen a ir a buscar a los automovilistas que se estacionan en segunda fila y así aumentar la capacidad del estacionamiento, la idea es compartir el bien común. En esta situación que precisamente implica un comportamiento cooperativo para aumentar el bienestar de todos, podemos ver dos diferentes comportamientos egoístas. El primero es llegar y estacionarse en la segunda hilera aunque esté vacía la primera. Este comportamiento indica que no se quiere ningún retraso al salir, ya que si se ocupa la primera hilera, es probable que un segundo conductor se estacione detrás de nuestro vehículo, retrasando la salida del que ocupó la primera hilera. El segundo comportamiento egoísta es estacionarse en segunda fila, cuando alguien ya ocupó la primera y no acudir rápidamente a mover el auto cuando sea requerido. En ambas circunstancias las personas que tienen estos comportamientos, asumen que SU tiempo es mucho más valioso que el de los otros. Es precisamente este tipo de comportamiento, el que ocasiona conflictos sociales cuando necesitamos compartir los bienes comunes.

Acciones tan sencillas como estas se pueden apreciar en muchos momentos en nuestra vida cotidiana y muestran un profundo egoísmo de las personas que las hacen. Por supuesto que compartir conlleva el aceptar algunas concesiones hacia los otros. El considerar que el tiempo de los demás es tan valioso como el nuestro, nos llevaría a siempre seleccionar la hilera del estacionamiento que permitiera aumentar la capacidad del mismo y, así, disminuir el tiempo de espera de otros que en otras circunstancias podríamos ser nosotros mismos. También el actuar rápidamente y mover el auto de la segunda hilera, para permitir que la persona que ocupó la primera y nos dio la oportunidad de estacionarnos atrás de ella salga expeditamente, implica que agradecemos su acción y correspondemos actuando rápidamente.

El comportamiento que promueva la cooperación es una conducta que se aprende desde pequeño y que debemos fomentar en las personas pequeñas con las que convivimos. Estas sencillas reflexiones nos conducirán a razonamientos que promuevan nuestra responsabilidad social hacia los otros. Por supuesto, que la conducta auto-limitante que implica el saber compartir, permitirá tener una mayor conciencia social y ambiental.

Respecto a estos comportamientos egoístas, me permito recomendar la lectura del libro de Jared Diamond “El mundo hasta ayer” en especial el capítulo de “Amigos, enemigos, desconocidos y comerciantes”, donde comenta que el comportamiento cooperativo se da más fácilmente en sociedades que se conocen y se identifican como “amigos”; en cambio cuando se reconocen como competidores o “enemigos” la situación cambia y el comportamiento egoísta aflora.

Quizá, precisamente el comportamiento egoísta aflora en nuestras ciudades, debido a que sus habitantes ya no nos reconocemos como “amigos” sino más bien como competidores. Otra posible razón es que las actividades que se realizan en sitios públicos se han reducido a actividades “de compra”; es realmente triste que los antiguos paseos dominicales al zócalo para jugar con los “amigos”, se hayan sustituido por la ida a la “plaza comercial”. Claramente, en las plazas comerciales se observa al “otro” como un competidor por la adquisición de mercancías; de aquí la importancia de recuperar los lugares públicos para la convivencia cercana de los habitantes de las ciudades. Es más, un cambio de paradigma y propiciar el comercio en locales cercanos a las habitaciones donde interaccionemos con los vecinos, más que construir grandes centros comerciales donde lo impersonal y competitivo florece.

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