Después nos dijeron que en una heladería en la avenida San Diego, intercambiaban ST. La visitamos con curiosidad y esperanza… cuán grata fue mi sorpresa, al encontrarme con niños, adolescentes, abuelitos, papás, pero sobre todo mamás, intercambiando ST. Ver la alegría en el rostro de los más chiquitines al completar una página, ¡no tiene precio! o escuchar a alguien gritando ¡ya lo llené! ¡Ya lo acabé!
Pero ¿hacia dónde va mi reflexión? Son dos puntos: uno es a la convivencia entre padres e hijos en una forma diferente. Generalmente, en las tardes actuamos como choferes para llevarlos a las actividades complementarias a la escuela, o somos los vigilantes del desarrollo de las tareas escolares. ¿Qué pasa alrededor del álbum? Fuimos cómplices en un objetivo: ¡completarlo! Algunas madres impulsaban a que los más chiquitines pregunten a desconocidos si tenían ST para intercambiar (fomentando seguridad), los más grandecitos los llevaban a las madres o grupos de ellas que habían tomado una mesa y los cotejaban contra su lista de faltantes, luego devolvían las ST a quien se los había prestado, pagaban o intercambiaban (responsabilidad, honestidad). Las ST valían un peso, más económicos que en el puesto de periódico (1.2 pesos por ST) y con la garantía de no tener repetidas. Debo decirles que las mesas se llenaban y muchas personas permanecían paradas; alrededor de las 7 de la noche, la heladería era una locura, nadie escuchaba el piano que tocaba una hermosa anciana. Entre el tumulto, algunos perdían su bonche de ST, eran los menos, se veía niños muy organizados separando las ST por número o por país, así como otros que no necesitaban llevar una lista, conocían los rostros de los jugadores de memoria. Los más tranquilos eran los papás, confundidos por la locura o simplemente dejaban a la impetuosa pareja buscar la ST faltante. Los abuelitos, aunque lentos para cotejar, acompañaban al nieto-nieta con entusiasmo. También, muchas niñas se comportaban como auténticas aficionadas al deporte rey. Los mozos emocionados y atareados, disfrutaban el ambiente; con tanta gente recibían más propinas, aunque muchos de los visitantes no consumían. En la heladería, se vivía un clima de confianza, solidaridad y tranquilidad que pocas veces se disfruta en nuestra querida Cuernavaca.
Lo segundo, es ¿cómo nos beneficia el fútbol? Practicar el deporte beneficia nuestra salud, mejora la resistencia cardiovascular, el ritmo cardíaco y la función respiratoria. Nos ayuda al desarrollo muscular y mejora del centro de gravedad (resistencia-equilibrio). Además de fomentar la sana competencia y el trabajo en equipo, ayuda a desarrollar tolerancia, respeto por las habilidades de los otros y seguridad en las competencias propias. El equipo gana o pierde por el esfuerzo de TODOS. Recordemos la antigua cita romana “Mente sana en cuerpo sano”.
En junio y julio respiraremos fútbol por las calles, en las casas, bares, en el trabajo, etc. Sin embargo, en nuestra ciudad pocas veces observamos a los niños, adolescentes o adultos jugando fútbol o haciendo otro deporte. Pocos colegios tienen instalaciones deportivas, tenemos pocos parques públicos y menos aún estadios.
Por otro lado, la violencia en Cuernavaca ha aumentado terriblemente en los últimos años. Según, el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, nuestra ciudad hace parte de las nueve ciudades mexicanas que se encuentran entre las 50 más violentas del mundo. ¿Qué se puede hacer para disminuir la violencia? Los expertos dicen “revertir la exclusión a través de la actuación policial inteligente y la inversión social”.En este último punto, se conoce que la práctica del ejercicio físico y del deporte contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida, y que el deporte constituye una terapia social donde los aficionados y los jugadores ocupan su tiempo sanamente como espectadores o protagonistas y dejan de ser en ese período un problema para la sociedad. Así también, se conoce que las ciudades que han disminuido sus índices de violencia han invertido en parques y estadios promoviendo el sano desarrollo de su juventud. Ojalá en un futuro cercano digamos: “sin embargo, Cuernavaca se mueve”, se construyeron parques, estadios y ¡los índices de violencia bajaron significativamente!
Crédito: Victoria Pando-Robles
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