Para contextualizar la importancia de este indicador demográfico, me permito referir el impacto poblacional, en términos de mortalidad, que produjo la Revolución Mexicana, donde existen diversas estimaciones que le atribuyen entre 1.9 a 3.5 millones de muertes, que en su mayoría, más que por el conflicto armado, las defunciones fueron producidas como resultado de la pobreza y la ausencia de condiciones de salubridad. Este último elemento, después de la Primera Guerra Mundial, condicionó una epidemia de influenza denominada “española”, aunque transmitida por nuestros vecinos del norte, que ante la ausencia de infraestructura de salud produjo cerca de 600 mil muertes en México.
Por esta razón, en cuanto empezó a sistematizarse la cuantificación de nuestros indicadores nacionales, en el ámbito poblacional, al inicio de la década de los treinta, la esperanza de vida era considerablemente más baja que la que hoy se describe. Para las mujeres era de 35 años y para los hombres de 33. Para 2014, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se estima una esperanza de vida de 77 años para el sexo femenino y 72 años para el masculino.
Este enorme incremento, observado durante los últimos 85 años, indica un mejor desarrollo económico y social en la población, y se debe en gran medida a grandes éxitos de la salud pública, principalmente la introducción de programas masivos de vacunación, de acciones intersectoriales como la introducción de servicios públicos, como el drenaje y el agua potable; la disminución de las tasas de natalidad y el incremento del nivel educativo, entre otras muchas acciones.
Actualmente, sin embargo, comparado con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México tiene la esperanza de vida más baja de los 34 países miembros, como consecuencia de enormes retos para los servicios de salud que enfrentamos hoy en día, no sólo por la gran epidemia de obesidad que condiciona una mayor incidencia y mortalidad por enfermedades crónicas como diabetes mellitus y enfermedad cardiovascular, sino a nuevas causas emergentes de muerte en México, como son los accidentes de tránsito y las muertes por causas violentas como el homicidio. A este respecto, la violencia, por su elevada frecuencia con la que se presenta en nuestro entorno, se constituye como un problema importante de la salud pública.
Desafortunadamente en México los homicidios, particularmente entre los hombres entre 20 y 44 años, constituyen no sólo un fenómeno de contención de la esperanza de vida, sino que este indicador ha tenido un descenso en la población joven y se erige como la primera causa de muerte prematura en hombres.
En México, la tasa de muerte por homicidios en los varones, se incrementó de 15.4 por 100 mil habitantes en 2007 a 33.4 en 2010, esto constituye una estimación de 932 mil 438 números de años perdidos (suma de los años que habrían vivido los individuos si hubieran alcanzado su esperanza de vida). Algunos de los factores asociados a la violencia que han sido ampliamente descritos por los estudiosos en la materia, señalan como principal causa asociada a la ruptura del tejido social, la corrupción, la impunidad y fundamentalmente las desigualdades sociales. Por esta razón, el problema de la violencia se debe abordar desde una perspectiva de prevención primaria, con medidas encaminadas a disminuir los factores de riesgo.
De hecho, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) recomienda mejorar ampliamente los niveles educativos de la población e incrementar la fuerza laboral, esto es brindar opciones de vida promoviendo el desarrollo personal y social. Esto no es posible alcanzar, si no existe un óptimo desarrollo económico que reduzca las amplias brechas sociales que existen en nuestro entorno.
En este entorno de comportamientos y exposiciones nocivas para la salud, los retos que enfrentan los sistemas de atención médica poblacional son la de contribuir a mejorar la calidad de vida de la población en su conjunto. Estas acciones, deben contribuir nuevamente a incrementar en forma paulatina el desarrollo integral de las personas. La innovación de las políticas públicas en salud, es una necesidad impostergable entre las que destaca la integración de un sistema nacional de salud, que garantice no sólo un mejor acceso a servicios de calidad en la atención médica, sino a garantizar la cobertura universal de servicios preventivos y de atención terapéutica. Es el aporte de la salud pública que, sin duda, contribuirá nuevamente a incrementar la esperanza de vida de la población mexicana.
Sin embargo se mueve ...
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La violencia y su impacto en la esperanza de vida en México
La esperanza de vida se refiere al número de años que en promedio se espera que viva una persona después de nacer.
TXT Eduardo Lazcano-Ponce
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