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Sin embargo se mueve ...
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Síndrome del Señor Funcionario

El pasado sábado 29 de julio envié el siguiente tuit antes de que Graco Ramírez diera su discurso de agradecimiento por el trabajo de muchos colaboradores en su campaña: “En pocos lugares del país se ve la posibilidad de enterrar el síndrome del funcionario #Cuernavaca @gracoramirez Vamos bien”. Con ello refrendé mi entendimiento de la personalidad de Graco Ramírez, ya que en ese discurso dijo que él fue electo para coordinar los esfuerzos de la gente para construir un Morelos de bienestar para todos. Así solicitó que le llamáramos por su nombre y no por el de Señor Gobernador. Esa sencilla petición debe quedar muy presente en todos los secretarios de gobierno que lo acompañarán en la coordinación de los esfuerzos de los morelenses para darse un lugar digno donde desarrollarse. La actitud democrática comienza con ese simple mensaje.

Jesús Antonio del Río Portilla Jesús Antonio del Río Portilla
Miércoles, 8 Agosto

Después de su discurso hubo una carrera para saludarlo, muchas personas deseaban decirle que ahora sí se ponían a sus órdenes. Él educadamente saludó a todos los que se le acercaron y posteriormente recorrió las mesas saludando a otros que no tenían por qué correr, sino que esperaban pacientemente su turno para seguir trabajando por Una Nueva Visión.

Dado que estamos en una democracia, debemos evitar la continuación del síndrome del Señor Funcionario, situación que seguramente observaremos en algunos los recién electos funcionarios. Nada más antidemocrático que el entronizar a las personas que han sido electas para cumplir una función en nuestras instituciones de gobierno. El Señor Funcionario inmediatamente reclama ser nombrado como Señor Diputado, Señor Senador, Señor Presidente Municipal, Señor Presidente, apelativo que ostenta como un título nobiliario. Lamento comentar que esta situación también se extiende en algunas instituciones académicas y se solicita el apelativo de Señor Director. Este tipo de actitudes es de entrada opuesto a una designación democrática y denota aspiraciones de adquirir vasallaje con el nombramiento. Desde una perspectiva democrática las personas que son electas para estos cargos son representantes de la comunidad encargadas de servir, remuneradamente, al resto de los miembros de esta comunidad. No vivimos una monarquía, sino una democracia representativa, que algunos aspiramos a que sea democracia participativa.

La actitud de un funcionario de mantenerse con los pies en la tierra es uno de los requisitos para desempeñarse con éxito en las labores encomendadas. Actuar como uno más de los participantes asumiendo las responsabilidades que le fueron conferidas, sin atribuirse propiedades divinas o de nobleza, contribuirán a crear un ambiente de trabajo con la autocrítica propia de un sistema democrático. Por supuesto, al funcionario se le exige tomar decisiones con responsabilidad. Todos los que interaccionamos con los funcionarios también tenemos la obligación de recordarles que no somos vasallos y asumir una actitud responsable de crítica y no entronizarlos.

En ambientes democráticos ha surgido el uso de palabras como colegas, compañeros o camaradas para ser usadas en tono de respeto a otros iguales, sin embargo considero que la mención por el nombre de una persona, ya indica un respeto mayor, pues al menos se recuerda el nombre.

Hace algún tiempo escribí sobre el Síndrome del Emperador, ese síndrome que padecen muchas de las personas que por algún tiempo tienen un cargo con cierto poder de decisión en una institución y que asumen ser los que más saben de un tema y toman decisiones inadecuadas. Al usar un refrán popular para ilustrar rápidamente a lo que nos referimos, diríamos que este síndrome lo padecen las personas que se marean al subirse a un ladrillo. Esta actitud claramente es perjudicial para la institución, ya que como aquel emperador Claudius, no aceptará opinión alguna que sea diferente a sus preconcepciones y puede hundir el barco.

Estos dos síndromes son enfermedades que afectan gravemente a nuestro México y que debemos erradicar. Tenemos muchas costumbres que cambiar para conseguir una democracia participativa.

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