La semana pasada un joven muy querido me compartió la información de que el COVID-19 ataca más ferozmente a los que menos tienen. Para sustentar este hecho, me mostraba la estadística en nuestro país de que las personas con menores posibilidades de educación escolar mueren más que las que tuvieron la oportunidad de acceder a una mayor escolaridad. Me comentaba indignado que del orden del 13 por ciento de las muertes por COVID-19 en nuestro país eran de personas con educación superior y que por lo tanto, el resto de las personas que han muerto no habían tenido la oportunidad de alcanzar esa escolaridad. Le explicaba que esta diferencia todavía es más lacerante cuando observamos que el 20 por ciento de la población mexicana alcanza a terminar la educación superior. Es decir, de la proporción de personas con escolaridad de educación superior mueren menos que de las personas que no alcanzaron este nivel de escolaridad. Además recordemos que a mayor escolaridad los ingresos son mayores. Esto indica que muy lamentablemente la muerte por COVID-19 sucede en un mayor porcentaje en los segmentos de la población que menos tienen.
En este mismo tenor, el lunes leí un artículo de Jeffrey D. Sachs[1] sobre cómo las inequidades socavan la cohesión social, erosionan la confianza pública y profundizan la polarización política. Esta situación de desconfianza y de división afecta negativamente la capacidad de los gobiernos para responder a las crisis y, en particular, dificulta contender eficazmente contra un problema global como el COVID-19.
En su opinión, esto explica por qué Estados Unidos, Brasil y México, hoy, representan casi la mitad de las muertes reportadas en el mundo desde el comienzo de la pandemia. Sin embargo, Sachs hace notar que la inequidad no es determinante para los desenlaces fatales y menciona el caso de China, donde la desigualdad es importante, y contuvo la epidemia con rigurosas políticas de control y pruebas masivas logrando controlar más eficazmente la epidemia. Claramente, esta política del gobierno central chino y de las correspondientes autoridades locales contrasta con las erráticas y deficientes medidas que se implementan en nuestro país, donde se manipulan los datos para mostrar avances que no son claros. En estas líneas hemos reconocido los avances, pero también indicamos las posibles malinterpretaciones de los datos abiertos de la Secretaria de Salud del gobierno federal mexicano. Esto no solo sucede en México, en estos momentos, somos testigos de que en muchos países lo que sucede muestra los enormes costos de la desigualdad masiva: gobernanza inepta, desconfianza social y una enorme población de personas vulnerables incapaces de protegerse de los daños que nos afectan.
Aquí tengo que señalar otro punto que muestra la desconfianza social. En Facebook y otras redes sociales circulan infinidad de noticias falsas y para contrarrestarlas el esfuerzo de la comunidad que las detecta es mayúsculo, en particular la comunidad científica dedica esfuerzo a luchar contra las noticias falsas. En las mismas redes circulan estas aclaraciones evidenciando la falsedad de esas noticias. Déjenme mencionar un ejemplo: circulan videos que argumentan que los termómetros de no contacto pueden dañarnos. Sí, esos que pueden ser usados en los mercados, supermercados o las oficinas o las industria, en muchos lugares para detectar fiebre. Enfatizo, es totalmente falso que puedan hacernos daño. En el laboratorio que tenemos en el IER-UNAM trabajamos con cámaras de infrarrojo que pueden medir la temperatura de objetos o personas sin tener un contacto directo con lo que miden y son muy similares a esos termómetros de infrarrojo. Estos aparatos, las cámaras y los termómetros, lo que hacen es detectar la ondas electromagnéticas que emitimos todos los cuerpos vivos e inanimados por el hecho de presentar una temperatura. Es decir, estos aparatos no emiten sino que reciben lo que enviamos al ambiente en cada momento. Una de las leyes de la naturaleza nos dice que todo cuerpo con una temperatura arriba del cero absoluto emite ondas electromagnéticas (para satisfacer las inquietudes sugiero buscar en línea Ley de Wien, Ley de Planck y Ley de Stefan-Boltzmann). Por lo tanto, concluyo que ese termómetro no emite solo detecta, es como nuestros ojos al captar la luz que emiten o reflejan los objetos y vemos, y por lo tanto, no nos hace algo y no puede causarnos daños. Por esta razón, me pregunto: ¿qué gana o qué beneficio obtiene la persona que alimenta la desconfianza elaborando esos videos, escritos, infografías, etc.? La verdad, no entiendo el proceder de los generadores de desconfianza y noticias falsas, pero son evidencia de una sociedad sin conocimiento y con profundas desconfianzas que llevan a creer en esas noticias falsas.
Regresando a la epidemia de COVID-19, es alarmante que las inequidades generen mayores desigualdades y los que menos tienen más sufren. De aquí, nuevamente, invito a la corresponsabilidad de todas las personas, y más de las que sí podemos, #QuédateEnCasa, que es la mejor opción, difundamos el #UsarBienElCubrebocas, y enfaticemos que el #MeCuidoParaCuidarte. Los que hemos tenido privilegios debemos cuidar de quienes no los han tenido y promover que los tengan. A eso se le llama buscar el bienestar social.
[1] https://www.project-syndicate.org/commentary/inequality-fuels-covid19-mortality-by-jeffrey-d-sachs-2020-06