A pesar de que en la mayoría del territorio nacional estamos todavía en una fase preocupante de la epidemia COVID-19, debemos empezar a planear el regreso a las actividades. Tuvimos más de dos meses para reflexionar sobre las cosas que hacemos y seleccionar cuáles son más importantes que otras, apreciamos las diferencias en las posibilidades que nos ofrece la forma de vivir para diferentes personas.
Desde mi punto de vista, la forma en la que vivimos no es adecuada para promover el bienestar social y debemos realizar cambios para transitar hacia la sustentabilidad. Tengo que recordar que en estas líneas cuando escribo sustentabilidad me refiero a un anhelo social donde se producirán bienes y servicios a partir de recursos a un ritmo en el cual no los agotemos y los cambios que produzcamos en el entorno puedan ser procesados de manera natural en un tiempo que no exceda por mucho la vida útil del producto o servicio. Para conseguir este reto es necesario contemplar aspectos sociales, económicos, naturales y organizacionales simultáneamente y con igualdad de relevancia.
Desde esta perspectiva, en varias ocasiones he manifestado que la actual forma en la que vivimos implica el agotamiento de los recursos naturales y genera una tremenda desigualdad en la distribución de la riqueza que evita el bienestar social. En particular, he insistido en que la forma actual de nuestro proceder busca obtener beneficios lo más rápidamente posible y que una perspectiva que contemple los beneficios en el largo plazo podría ser más adecuada.
En el ámbito de las ciencias físicas e ingenierías es muy claro el concepto de potencia, que implica una división entre el tiempo y, por ende, para incrementar esta potencia se debe considerar tiempos cortos.
En cambio el concepto de eficiencia no considera el tiempo explícitamente y, por lo tanto, puede ser más adecuado para analizar los beneficios en el largo plazo.
Déjenme tratar de explicar con un ejemplo sencillo: Consideremos que llegamos a una región costera donde abundan las sardinas y que son de fácil extracción. Podemos llegar con maquinaria suficiente para extraer todas las sardinas y enlatarlas y venderlas de inmediato, con ello obtendrías ganancias de inmediato. Esto sería actuar buscando maximizar la potencia. Sin embargo, podemos tener otro comportamiento, llegar con maquinaria y estudiar el entorno para definir una tasa de extracción de la sardina de tal manera que le demos la oportunidad de reproducirse y mantener el negocio por muchos años, digamos generaciones humanas. Claramente este último comportamiento requeriría de mayor inversión inicial, ya que implica generar conocimiento y diseñar estrategias para el largo plazo, pero evidentemente con una visión de décadas se obtendrían mayores beneficios, la eficiencia sería mayor, aunque la potencia no sería muy alta. Por supuesto que al definir estrategias en el largo plazo, abriría la oportunidad de generar otros productos o servicios que pudieran aportar beneficios adicionales tanto económicos, como sociales, ambientales y organizacionales. Esto último se acerca más a la sustentabilidad.
Con esta visión, hoy insisto en que una de las acciones que podemos implementar para la reactivación en estos días dentro de la epidemia del COVID-19 es el uso de las fuentes renovables de energía. Claramente, el fomento a las renovables no es suficientes y debemos implementar otras actitudes, como consumo local, reciclado, reuso, economía circular, etc.
Debo recordar que aunque la entrega de potencia de las fuentes renovables variables de energía no es una de sus virtudes, si lo es la generación sin emisiones de gases de efecto invernadero. Es más, recordemos que los costos de estas fuentes renovables se han abaratado dramáticamente en la última década.
A pesar del COVID-19 en el ámbito internacional la generación de electricidad con renovables creció en este año. El costo de la electricidad generada con las fuentes solares disminuyó en un 47 por ciento en el caso de la termosolar y en 82 por ciento en el caso de fotovoltaicos entre 2010 y 2019.
En nuestro país, los amparos para las pruebas de interconexión han sido otorgados y esperemos se puedan poner en marcha las plantas y en caso de haber malos manejos sean atendidos por las autoridades competentes. Mientras, es importante que la CFE implante decididamente un plan de modernización de la red de transmisión y distribución para que constituyan una verdadera red inteligente para fomentar las renovables. Esta red debe contar con dispositivos inteligentes que actúen en los diferentes nodos o micronodos de la red y que posean las características de ser “plug and play”, contar con auto-detección de fallas, la adaptabilidad, la autonomía y la cooperatividad, es decir una verdadera red inteligente descentralizada, pero con control autoorganizante. Esto último facilitaría la tarea del CENACE y posibilitará el uso creciente de fuentes renovables variables.
Esto último desde el ámbito macro del sistema energético; pero desde el punto de vista individual, nosotros tenemos muchas cosas que reflexionar y actuar en consecuencia. Algunas preguntas: ¿Cuánta energía uso en mi vida cotidiana? comparar la energía que uso en el traslado a los diferentes lugares, ¿si voy en avión, si voy en autobús, si voy en auto, si voy en taxi, si voy en transporte público, si voy en bicicleta, si voy caminando? ¿es necesario ir a la reunión o la puedo tener por teléfono o videoconferencia? ¿qué es más sustentable, ir al supermercado o comprar en la tiendas del barrio? ¿comprar la ropa hecha en otro país o comprar ropa hecha en la ciudad donde vivo?
Recordemos que hace algunas décadas no sabíamos que al usar los combustibles fósiles para obtener una inmensa cantidad de energía en un tiempo muy corto íbamos a cambiar la composición de la atmósfera. Hoy en día lo sabemos. Hoy estamos ante la posibilidad de conjuntar los conocimientos científicos con los tradicionales y encontrar las estrategias para construir bienestar social en todos nuestros entornos, pero para ello necesitamos colaborar con las otras personas. Utilicemos nuestros conocimientos para definir estrategias en este regreso que impliquen la construcción de un bienestar de todas las personas y otros seres vivos en nuestros entornos.