Una de las afirmaciones que más quisiera convencer a los lectores de su valía y veracidad es: “La ciencia impacta más allá de donde pensamos”. Desde mi perspectiva, la ignorancia de las posibilidades que da el conocimiento, entendido como una construcción de las personas, para resolver la diversidad de problemas que enfrentamos es una de las limitaciones importantes para resolver esta problemática. Para mí, es claro que la inversión en ciencia y tecnología, precisamente abona en la construcción del conocimiento necesario.
En estas mismas líneas del pensamiento, las instituciones que se encargan de construir este conocimiento son, tradicionalmente, las universidades o centros de investigación. Considero que en nuestros tiempos las personas con un entrenamiento mínimo también pueden construir conocimiento y, en este sentido, la ciencia ciudadana es una de las facetas del quehacer científico que posibilita una mayor usabilidad del conocimiento. Sin embargo, la ciencia ciudadana requiere de apoyo del sistema científico profesional.
Por estas razones, me sorprendió negativamente la propuesta del ejecutivo para presupuesto federal que contienen una reducción en los rubros para las universidades públicas y el órgano encargado de coordinar e impulsar las actividades científicas en el país, actual Consejo Nacional de Ciencia y Tenología (Conacyt). Ya se han analizado algunos puntos y la doctora Brenda Valderrama realizó un interesante análisis del presupuesto[1]. También podemos encontrar desplegados por las instituciones de educación superior en los medios masivos de comunicación, por ejemplo el de la UNAM [2], donde se manifiesta la preocupación de la anunciada disminución en estos presupuestos a la educación e investigación científica.
Tanto la construcción de conocimiento como la formación de talento, son actividades humanas que demandan inversión con un retorno valioso en el largo plazo. No son como las inversiones en el mundo de las finanzas, donde los dividendos se obtienen en períodos de horas o de días. Las actividades científicas o de formación de personas requieren de períodos cercanos a las generaciones de las personas y la conformación de instituciones con tradición. Así podemos observar las tradiciones ya casi milenarias de las universidades europeas o centenarias en el caso de las estadounidenses. En México la tradición no es tan extendida y lamentablemente estas instituciones o tradiciones científicas pueden destruirse en muy corto tiempo.
Con la disminución del presupuesto a estas actividades, en nuestro país, corremos el riesgo de desarticular estas instituciones que nos han permitido contar con un sistema científico profesional que conoce la forma de generar conocimiento útil y de frontera en el ámbito internacional. El sistema de universidades públicas también conoce las formas de formar talento crítico y útil a la sociedad mexicana. Por supuesto, que estos sistemas pueden ser sujetos a evaluación y con ello mejorar su desempeño; aunque no me parece que recortando su presupuesto, sin haber recibido una retroalimentación sobre su desempeño, pueda conducir a una mayor contribución a la sociedad en general. Es importante mencionar que el presupuesto ha mantenido una tendencia a la baja en esta década y el presupuesto para el año 2019 es el menor en los últimos seis años. Para tener los datos concretos el presupuesto para el año 2010 fue de $21 mil 865 millones de pesos de ese año, en 2013 el presupuesto fue de $30 mil 941 millones; en el año 2015 encontramos el máximo de la década con $38 mil 636 millones y la propuesta para el año 2019 es de $24 mil 664 millones, inclusive menor al del 2018. Claramente esta disminución está condenando a la dependencia científica y tecnológica a las generaciones futuras. Desde mi perspectiva, al no invertir en educación superior y ciencia, estamos coartando las posibilidades de que la juventud actual obtengan ingresos mayores basados en el conocimiento y tecnología generados por ella y la condenamos a buscar empleos mal remunerados. Al mismo tiempo limitamos a las empresas e industrias a contratar personas con capacidades mermadas y a buscar soluciones tecnológicas fuera del país.
Estos datos en los rubros de ciencia y educación superior del presupuesto 2019 de la Federación contrasta con un incremento de casi diez veces del presupuesto para energía; y más cuando se pretende construir refinerías que no podrán tener una vida mayor a los 40 años. Sí, menos de una generación. Las personas jóvenes de hoy con alrededor de 20 años, verán como esas refinerías se convierten en edificios inútiles. Recordemos que en la mayoría del mundo se está contemplando seriamente la electrificación de la movilidad, dentro de 40 años la gasolina será objeto del pasado. Otro aspecto contrastante, es que el presupuesto para comunicación del Poder Ejecutivo, el gasto en propaganda, se observa casi duplicado con respecto al 2018.
Considero los diputados deben reflexionar en estas líneas y modificar el presupuesto evitando propuestas que parecen buenas; pero son malas en el largo plazo. Quizá en un período de seis años parezcan adecuadas; pero nosotros no vivimos seis años, sino casi diez veces ese tiempo.
Por estas razones, ya que estoy convencido de que la ciencia impacta más allá de donde pensamos, me uno a los llamados #NoAlRecorteCienciaMx y #NoAlRecorteEducaciónMx
[1] http://reivindicandoapluton.blogspot.com/2018/12/lo-que-nos-depara-el-2019-presupuesto.html
[2] http://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2018_839bis.html