El reciente informe del panel intergubernamental de cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es un llamado urgente a la acción. Una de las principales conclusiones a las que llega este organismo multilateral en su reporte, es que con las acciones que estamos tomando hoy en día, es difícil evitar un aumento de la temperatura global de 1.5º C con respecto a los niveles preindustriales. Hay un fuerte riesgo de llegar incluso a 2 grados de incremento en los próximos 30 años.
¿Vale la pena preocuparse por uno y medio grados? La respuesta es sí y mucho. En la vida cotidiana parece un cambio muy pequeño, pero no se trata sólo del bochorno de tener veranos más cálidos. Estamos acostumbrados a lidiar con cambios de temperatura, digamos de 15º C a lo largo del día y en algunos lugares del planeta, de 60º C o más entre una estación y otra del año. Sin embargo, a pesar de estas variaciones tan amplias, la temperatura promedio del planeta es sorprendentemente estable en el largo plazo. Por lo tanto, la vida no está adaptada a los cambios amplios en dicha temperatura, los cuales en el pasado han dado lugar a grandes extinciones como, por ejemplo, en las glaciaciones. Hasta ahora el aumento ha sido de 1º C y ya están ocurriendo grandes cambios negativos en el medio ambiente. Si la temperatura sube otro medio grado, estaremos al límite de sufrir consecuencias muy graves.
Entre las consecuencias del cambio climático están el derretimiento cada vez más rápido del hielo en la Antártida y Groenlandia, que lleva al aumento del nivel del mar, con fuertes afectaciones para la gente que habita en zonas costeras, alrededor del 30% o 40% de la población total del planeta. También produce mayor intensidad de huracanes y tormentas tropicales, extinción de especies animales, olas de calor y frío; sequías e inundaciones que afectarán la producción agrícola y producirán escasez de alimentos, que a su vez producirán mayores migraciones humanas y conflictos políticos y diplomáticos. Otra consecuencia particularmente grave es la acidificación de los mares, lo que está llevando a la muerte de un alto porcentaje de los arrecifes de coral. Si tomamos en cuenta que muchos de los peces se crían en estos arrecifes, esto puede implicar una dramática extinción de especies marinas, con la consecuente escasez de alimentos. Todos estos son escenarios terribles que amenazan la supervivencia de nuestra propia especie.
El calentamiento global es producto del incremento de la concentración de los llamados “gases de efecto invernadero” en la atmósfera. Estos gases tienen la característica de atrapar el calor y no dejar que escape de la tierra. Su incremento es producto, en buena medida, de las actividades humanas, por ejemplo, el dióxido de carbono se produce al quemar combustibles fósiles (los derivados del petróleo o el gas natural) o el gas metano que se libera debido a la crianza intensiva de animales para consumo humano. Otra causa es la deforestación de millones de hectáreas de bosques, que son captores naturales del dióxido de carbono.
Aunque en este mismo momento detuviéramos todas las actividades que producen gases de efecto invernadero, la temperatura del planeta seguiría aumentando durante algunas décadas debido a que los procesos planetarios tienen una gran inercia, que una vez iniciados se desarrollan lentamente. Por esta razón es todavía más importante tomar acciones cuanto antes para reducir estas emisiones; a decir verdad, lo más rápido que se pueda, pues estamos en estado de emergencia.
Las acciones deben tomarse a todos los niveles, individual, comunidad, país, mundial. Es decir, todos los actores tenemos algo por hacer. Por ejemplo, aproximadamente un tercio de la energía la consumimos en el transporte, o sea que un tercio del dióxido de carbono que se emite, se debe a esta actividad. ¿Qué se puede hacer al respecto? racionalizar el transporte y hacerlo más eficiente. En lugar de transportar la carga por carretera en millones de tráileres, se puede transportar en tren, que es mucho más eficiente energéticamente; se puede impulsar el transporte público eficiente y de calidad en las ciudades mediante metro, tranvía y trolebuses y rutas bien trazadas de autobús, fomentar el uso de la bicicleta, en lugar de los coches individuales; etcétera. A nivel de la industria, utilizar energía eléctrica que provenga de fuentes renovables de energía, como el sol y el viento, geotermia, etcétera, y utilizar calor que provenga de la energía solar.
En cuanto a los desechos, utilizar sistemas para transformarlos de manera controlada el metano y utilizarlo para producir combustibles más limpios; consumir menos productos de origen animal, para liberar menos metano; evitar la deforestación; reducir el uso de energía en el hogar mediante medidas de eficiencia, además de colectores solares para calentar nuestra agua y celdas solares para producir parte de nuestra electricidad; y una larga serie de etcéteras. Es muy importante recordar reducir al máximo el consumo irracional ya que, incluso si reciclamos los desechos, todo lo que se produce genera gases de efecto invernadero, por el gasto de energía que implica.
¿Qué estamos haciendo en Cuernavaca, en Morelos, en México, por evitar que el cambio climático escale de manera catastrófica? Hay avances positivos, como que cada vez se instalan más plantas solares y de energía eólica (viento). También estamos avanzando en propuestas para generar menos basura y procesar adecuadamente la que producimos. Sin embargo, las metas que nuestro país se ha puesto en energías renovables en realidad no son ni suficientes ni ambiciosas. Seguimos pensando que el mercado va a resolver el problema y que las empresas invertirán cada vez más en energías limpias, pero esto no está ocurriendo con la rapidez necesaria. Urgen acciones agresivas, una mayor conciencia colectiva y políticas de estado con visión de largo plazo ¿Están los nuevos gobiernos a la altura de de este reto? ¿Lo estamos cada uno de nosotros?