Vivimos rodeados de dispositivos eléctricos y electrónicos que hacen la vida más confortable pero están diseñados para funcionar por un tiempo de vida útil corto, lo que obliga a los consumidores a reemplazarlos por nuevos artículos. Actualmente, la reparación no es una primera opción a la que recurramos, pues es común que el encargado de hacer las reparaciones comente que sale más caro arreglar el dispositivo que comprar uno nuevo; o bien, que ya no se cuentan con las piezas necesarias porque se dejaron de fabricar. Como se escribió hace tiempo en esta columna, “se tiene la capacidad de diagnosticar las fallas, pero no la de reparar los aparatos” (del Río, J.A, 2015). Estamos en una época en la que los dispositivos eléctricos y electrónicos están programados para trabajar por un periodo corto, este fenómeno se conoce como obsolescencia programada, y responde a una estrategia de maximización del consumismo. Así, apenas se descompone un aparato, lo desechamos y proseguimos a comprar un nuevo artículo. Con esto promovemos una cultura de comprar, usar y tirar, de esta forma todos esos dispositivos eléctricos y electrónicos con los que contamos se convierten en basura tecnológica. Se estima que cada mexicano produce entre siete y nueve kilogramos de basura electrónica al año, lo que pone a México en el tercer lugar entre los países que desechan más basura per cápita de este tipo en América, sólo después de Estados Unidos y Canadá. Esto representa un problema ambiental y de salubridad, pues los dispositivos contienen metales pesados que son tóxicos.
Ir en contra de la obsolescencia programada no es una tarea fácil, se requieren implementar políticas públicas que obligue a los proveedores a fabricar las piezas de los dispositivos por largo tiempo. Esta solución, quizá no sea inmediata, así que como ciudadanos debemos crear formas distintas para detener en la medida de lo posible dicho fenómeno.
Así es como el holandés Martín Postman propuso, en el 2009, el concepto de Repair Café, que consiste en una reunión en el que las personas se juntan para reparar aparatos electrodomésticos, muebles, computadoras, bicicletas, ropa, joyería, etcétera. Es organizado por los residentes de una colonia, quienes comparten conocimiento y herramientas para arreglar los aparatos de forma gratuita con la ayuda de voluntarios. Los objetivos del Repair Café son reducir el desperdicio, mantener las habilidades de reparación y fortalecer la cohesión social.
El 18 de octubre de 2009 se realizó el primer Repair Café en Ámsterdam. Para marzo de 2010 se fundó la Fundación Repair Café con la finalidad de apoyar a grupos locales en la realización de repair cafés. Esta idea ha llegado a varias partes del mundo, hasta enero de 2017 se habían registrado más de 1 mil 200 repairs café en Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia, la India, y por supuesto, en los países bajos. Como una solución a la falta de piezas, han recurrido a nuevas tecnologías como las impresoras 3D que les permiten replicar las partes rotas, aunque el tiempo de reparación se prolonga, pues el proceso de impresión requiere tiempo.
Inspirados en esta idea, estudiantes del Instituto de Energías Renovables de la UNAM (IER-UNAM) iniciaron este año su propio Repair Café, hasta el momento han realizado dos eventos de este tipo, en los que han reunido a la propia comunidad del instituto para compartir sus habilidades para reparar dispositivos electrónicos como celulares, electrodomésticos, como planchas; o bien bicicletas, e incluso la reparación de ropa y mochilas; alargando así el tiempo de vida útil de dichos artículos. Este evento es una oportunidad para convivir con la comunidad cercana, pues se trata de que los vecinos se ayuden mutuamente acompañados de música y una taza de café.
El Repair Café es una oportunidad para promover una cultura de comprar, usar, reparar, usar que es necesaria si queremos construir un mundo sustentable, en el que consumamos de forma responsable y aprovechemos al máximo los recursos materiales que tenemos. Así que si tienes un aparato descompuesto, antes de desecharlo, investiga si es posible repararlo, organiza un repair café, o participa en los organizados por el IER-UNAM.