Según el dicho popular “lo que bien se aprende, nunca se olvida”, pero el 60% de los jóvenes mexicanos de más de 15 años no se acuerdan de las nociones básicas de matemáticas y ciencias y, por ello, desde hace más de 20 años, reprueban la prueba PISA que sirve de comparación mundial de la enseñanza. Algo está pasando que casi todos aprenden mal los contenidos de la enseñanza básica y media en nuestro país. ¿Qué podremos hacer para remediar esta situación? ¿Cómo podríamos preparar a los jóvenes para hacer frente a un mundo robotizado que descarta a los ignorantes?
Nuestro cerebro se parece mucho en su funcionamiento a las computadoras. Tiene tres segmentos operativos bien definidos en relación con el aprendizaje: la corteza, el sistema límbico y el hipocampo. La corteza es el sistema que sólo retiene los datos necesarios para la operación inmediata. El sistema límbico se parece al operador que utiliza el ratón para guardar o borrar los datos, según su estado de ánimo o interés. El hipocampo se parece al disco duro, con archivos ordenados y perdurables que pueden guardar, listos para usarse, billones de datos, organizados de acuerdo con nuestros gustos y criterios. Si no guardamos los datos en el disco duro, es decir el hipocampo, lo que aprendimos se olvida en pocos días. Ocurre eso que llaman los alumnos: “materia pasada, materia olvidada”. Para que los conceptos y datos aprendidos se guarden en la memoria de largo plazo, se requiere el permiso del sistema límbico que funciona según nuestras emociones y pasiones. Si algo es bien aprendido es porque nos produjo placer saber del tema y creemos que vale la pena guardarlo por mucho tiempo. Eso se facilita si, además de oír y ver informaciones, hacemos ejercicios prácticos o resolvemos problemas reales con ellas. Por ejemplo, si nos dicen que el agua se descompone en hidrógeno y oxígeno y enseguida aprendemos a construir un aparato casero para demostrarlo y comprobar que el volumen del hidrógeno, el cual produce una flama con un cerillo, es además el doble del volumen del oxígeno que no produce flama. Entonces, nos parecería creíble que la fórmula del agua fuese H2O. Lo que es más interesante, las instrucciones de cómo hacer esos experimentos las podemos ver en videos accesibles con un teléfono celular a través de “youtube.com” (1) y al copiarlos, los alumnos pueden hacer competencias del uso de su ingenio y habilidad. De esa forma, el conocimiento difícilmente se olvidará y poco a poco, la química será parte del conocimiento bien aprendido que nos acompañará durante la vida entera.
Prácticamente todo mundo sabe que existe la electricidad y la utiliza para vivir, pero muy pocas personas adultas podrían explicarle a un niño de dónde viene el fluido eléctrico y por qué dependemos del petróleo para producirlo. Y menos aún, que la descomposición del agua con ayuda de la luz solar podría ser la fuente más abundante y barata para sustituir al petróleo como la fuente principal y más limpia de los combustibles. Este ejemplo ilustra la importancia del conocimiento básico de la química, que, inventada en el siglo XIX, será el fundamento para hacer frente, en el siglo XXI, al calentamiento global y al agotamiento de los combustibles fósiles.
Es una pena que los profesores de nivel básico y medio no se hayan dado cuenta que los principios de la ciencia pueden ilustrarse con experiencias de la vida cotidiana y, al demostrarse de manera práctica y divertida, se facilita la relación entre la ciencia y la vida de todos. Necesitamos jóvenes que disfruten razonando y resolviendo problemas y que no se angustien por la memorización, para que tengan el cerebro ágil y capaz para el uso de su imaginación. Así, ellos podrán adaptarse a los cambios que se avecinan con la robotización industrial y con el uso masivo de las computadoras. En cambio, si los jóvenes apenas memorizan algunos conceptos que después olvidan y no pueden utilizar su inteligencia para interpretar los fenómenos naturales de la vida cotidiana, estarán condenados a la enajenación por medio de sistemas robotizados que no ofrecen empleos interesantes o lucrativos a las personas sin creatividad y sin juicio crítico.
Este ejemplo muestra la importancia práctica de modificar la enseñanza elemental de la ciencia para que los jóvenes dejen de pasar como sonámbulos por la educación básica y media, y olviden prácticamente todos los contenidos científicos de la educación.
[1] Para ilustrar este ejemplo se sugiere el video: https://www.youtube.com/watch?v=h05zwc-F3dc