En el año 2013 comentaba sobre la conveniencia de cambiar a vehículos eléctricos en lugar de continuar usando los de combustión eléctrica. Es más en el año 2015 realicé un somero análisis sobre el tema, para concluir que salvo el costo inicial de inversión, el kilómetro recorrido en un auto eléctrico era más barato que el mismo kilómetro recorrido en un auto de gasolina (hoy en día todavía es correcto). En enero de 2016 llamaba la atención a las empresas que forman parte de la cadena de suministro de la industria automotriz, a considerar la posibilidad de innovar para adaptar sus líneas de producción a la transición a los vehículos eléctricos.
Dado los últimos acontecimientos parece que el momento de la transición ha llegado.
La semana pasada se anunció el primer automóvil eléctrico totalmente fabricado en nuestro país, el Zacua, que con una producción muy modesta de unos 100 vehículos en el primer año, incursiona en el mercado compitiendo con compañías multinacionales.
En el entorno mundial, la Agencia Internacional de Energía (IEA) recientemente mencionó que la electrificación del transporte es el camino más importante para disminuir el uso de hidrocarburos. Pronostica que el mercado crecerá unas 28 veces para el 2030. Este pronóstico se basa en que en el 2015 había aproximadamente un millón de autos eléctricos y en el 2016 ya se contaban con dos millones de éstos.
La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) coincide con estos datos y además manifiesta que el crecimiento de la planta de vehículos eléctricos permitiría una mayor participación de la energía renovable variable en el sistema eléctrico, mediante cinco acciones: (i) utilizando activamente a las baterías de los vehículos como sistemas móviles de almacenamiento; (ii) el rehusar las baterías otorgándoles una "segunda vida" como sistemas estacionarios de almacenamiento; iii) el despliegue generalizado de tecnologías e infraestructuras de recarga para las baterías; (iv) evolución en el comportamiento de los propietarios para seleccionar las horas de carga de los vehículos de acuerdo a las tarifas horarias; y (v) la aportación de otros servicios auxiliares desde los vehículos eléctricos a la red, tales como regulación de frecuencia, aplanamiento del pico de demanda, soporte de potencia para mejorar la capacidad y asegurar el funcionamiento de la red mediante energía almacenada en las baterías de los vehículos eléctricos. Concluye, en su estudio, que los beneficios de los vehículos eléctricos incluyen cero emisiones de gases de efecto invernadero por el tubo de escape y, por lo tanto, menos contaminación del aire local y, dependiendo de la generación de energía, menores emisiones de CO2. Los vehículos eléctricos también pueden reducir la contaminación acústica en las ciudades. Sugiere que los gobiernos deberían considerar la posibilidad de promover los vehículos eléctricos de dos ruedas y los autobuses eléctricos como una manera de reducir la contaminación y el ruido en las regiones pobladas.
También en el reporte de IRENA se menciona que suponiendo que todos estos vehículos eléctricos nuevos consumieran electricidad renovable al 100%, se necesitarían alrededor de 450 teravatios-hora (TWh) por año de electricidad renovable adicional para el 2030. Esto equivale al 1.5% del total de la generación de electricidad actual. Es decir, este cambio a la movilidad eléctrica no implica un esfuerzo muy grande para los sistemas generadores de electricidad. Así que el argumento de que se requerirían muchas más plantas generadores de electricidad no es válido.
Como ya he mencionado antes, de haberse promovido el uso de transporte eléctrico hubiera evitado la continuidad del programa caduco de “Hoy no Circula” de la Ciudad de México y el aire que se respiraría en esa ciudad sería mucho menos sucio.
Por estas razones, me atrevo a sugerir que los gobiernos locales promuevan el uso de los vehículos eléctricos tanto en la movilidad individual, familiar, así como en lo colectivo.
Además, insisto, la industria proveedora para las armadoras automotrices en nuestro país deben prepararse para la transición hacia los vehículos eléctricos. De otra manera, seremos testigos de la migración de estas armadoras a otros lugares del planeta con el consecuente desempleo y mayor pauperización de nuestra población.