La percepción popular es cada vez más adversa contra quienes ejercen el poder, porque además, entre ellos mismos exhiben sus excesos y actos de corrupción y los ciudadanos somos testigos de hechos verdaderamente alarmantes que parecieran mostrar que la decencia y honestidad se ha perdido casi por completo.
Sin embargo, en los años más recientes, quienes se dedican al ejercicio de la política, vienen pagando el costo de sus arbitrariedades con una creciente condena popular, que claro, a aquellos con escasa o nula moral y ética, poco o nada les importa.
No obstante, al paso del tiempo necesariamente hay consecuencias, el pueblo puede no ser muy letrado, pero el sentido común lo lleva a advertir y entender que las cosas no están bien y por lo tanto aquellos que lo gobiernan no han sabido responder a la confianza que se les dio en las urnas y lo menos que esperan, es ajustarles las cuentas en su oportunidad. Ésta puede ser en el 2018, cuando se vote por presidente de la república, gobernador, alcaldes y legisladores locales y federales.
No es echarle la maldición a quienes hoy presiden los tres niveles de gobierno y los tres poderes, pero muy pocos podrán sobrevivir al repudio colectivo que traen en el futuro cercano, porque la absoluta mayoría ha traicionado la palabras y el discurso empeñado en las campañas políticas.
Y el mayor temor de un político, es que el pueblo le dé la espalda, porque difícilmente podrá seguir con un nivel de vida de privilegio, basado en el presupuesto público y complementado con beneficios fuera de la ley, lo que lo colocan muy por encima del nivel económico que merece por su desempeño y trabajo a favor de la sociedad.
Sin embargo, son ellos mismos los que se construyen estos escenarios negativos, porque en la batalla por la conquista de espacios de poder público, no dan tregua y se pegan con todo, a fin de ir abriéndose paso entre cientos de quienes llevan el mismo objetivo: vivir cómodamente sin el mayor esfuerzo, a pesar de la miseria del pueblo mexicano.
Estamos todavía distantes del inicio formal del proceso electoral hacia el 2018 y ya somos testigos de que las cosas serán bastante complicadas, los enfrentamientos alcanzan las esferas de lo legal, los tribunales comienzan a recibir toda clase de denuncias que no son otra cosa, sino el reflejo de la lucha por el poder en lo sucesivo.
Y en ello no hay ninguna consideración, cuando los monopolios históricos en el ejercicio publico se ven amenazados, son capaces de ponerse de acuerdo, así sean antagónicos política y electoralmente, porque de ello depende su sobrevivencia.
Ahí la lealtad y el honor no cuentan, se puede llegar al exceso sin el menor rubor, al invento de supuestos delitos en contra de los adversarios para quitarlos de en medio, como lo apreciamos en estos momentos en lo local, porque sus ambiciones no tienen límites.
Por todo eso, es de considerar que estamos entrando ya a un momento crítico, porque sus rebatingas necesariamente repercuten en todos los ámbitos y al final es Juan pueblo el que tiene que pagar las facturas, con menos oportunidades de desarrollo.
Claro, lo anterior ha llevado a los institutos políticos a un delicado agotamiento, cada vez el ciudadano toma más distancia de los partidos y de las mismas instituciones, la desconfianza lleva a una serie de problemas en la vida real, porque la credibilidad ha caído a los niveles más bajos.
Todavía hasta hace unas dos décadas, era la figura del policía la más devaluada. En estos momentos, los políticos y los partidos son los que andan tocando piso. Se han inventado toda clase de estrategias a fin de confundir al electorado, incluyendo el cambio de siglas de lo que fuera el Instituto Federal Electoral (IFE), que operó los procesos durante muchos años, por el Instituto Nacional Electoral (INE), con la promesa de que garantizaría la voluntad popular en las urnas y ya hemos sido testigos de los resultados.
El elector continúa siendo rehén de los intereses de esos grupos enquistados en el poder que han ostentado el control institucional desde que el país estaba en ciernes. La nación se ha venido transformando, indudablemente, hay aspectos en los que avanza al paso del concierto internacional, pero de ninguna manera en lo que a democracia de refiere, ahí seguimos como en los tiempos de las cavernas, a merced del control superior.
Como contribuyentes aportamos, vía impuestos de toda índole, los cuantiosos montos que los distintos gobiernos recaudan y que no son cifras menores. Pero la pesada carga burocrática ha llegado al extremo de que ningún recurso les es suficiente para poder vivir como desean. Incluso se han venido agotando los recursos naturales nacionales como en el caso del petróleo, que en sus mejores tiempos fue motivo de abundancia, pero para unos cuantos, no para la población.
Pues todos esos capitales son el objetivo de políticos que cada vez son más irresponsables y que los toman como botín que se disputan entre camarillas cada tres o seis años, según sea el caso. Y en este momento cada uno de ellos, desde sus trincheras han ya empezado los disparos cruzados entre sí.
Como suelen decir ellos mismos, vivir fuera del presupuesto es vivir en el error y entonces desarrollan toda clase de estrategias en la búsqueda de oportunidades para contender nuevamente por alguna candidatura de elección que les prolongue esa vida de comodidades, poder y placer para sí y para sus familias.
Hacia adelante las cosas se antojan difíciles, no sólo porque esté por llegar a la Casa Blanca un presidente que advierte será duro contra México, sino porque el desarrollo nacional hace rato que no se mueve a la velocidad correcta y si eso no fuera suficiente, pues los preparativos para las elecciones del 2018 desviarán miles de millones de pesos a fin de intentar darle forma y figura a los personajes de la política, al gobernado sólo le tocarán migajas.