Hace rato que la poca militancia tricolor viene reclamando a la dirigencia nacional la renovación de mandos en el Comité Directivo Estatal (CDE), aún a cargo de Rodolfo Becerril Straffon, y todo hacía indicar –así lo sostenían distinguidos tricolores- que inmediatamente después de las elecciones para gobernador en 12 estados de la república, se iniciaría el proceso de elección del nuevo comité en Morelos.
Ya transcurrieron casi tres meses de aquello y los priistas siguen fríos, no se ve para cuando y así como van las cosas volverán a llegar tarde al proceso, con una dirigencia sin control ni tiempo para reestructuración y renovar cuadros y figuras a modo para intentar recuperar espacios perdidos.
Ese ha sido ya un problema recurrente en ellos, en ocasiones hasta queda la impresión de que lo hacen con conocimiento de causa, negociando posiciones y entregando la parcela mucho antes de tiempo, de otra manera, ya andarían a la carrera y con las pilas bien puestas.
Bueno, hasta el momento, el único que se ha apuntado para buscar la presidencia del partido es el diputado local Alberto Martínez; no vemos a nadie más perfilado, porque todavía el centro no da señales y línea para iniciar los trabajos como suele suceder.
Ese instituto político sigue sin encontrar la forma de recuperar el poder hegemónico que lo caracterizó, tanto en Morelos como en el país, hasta el 2000. Luego de su desplazamiento, se llevó algunos años sin entender que había pasado a ser oposición y entre la insuficiencia financiera y las luchas internas, se le fueron elecciones en las que se acercó mucho a la recuperación del estado.
Todavía recordamos que en la justa del 2009, volvieron a ganar casi todo, se llevaron la absoluta mayoría de presidencias municipales, diputaciones locales y federales. Lo malo para ellos es que no estaba en juego la gubernatura, porque con las manos en la cintura se la habrían llevado.
Pero no aprendieron de los fracasos, regresaron al ejercicio del poder parcial, pero para volver a saquear las instituciones, como que vieron eso como la oportunidad para llevarse lo que habían perdido durante nueve años atrás.
Y para las elecciones del 2012, llegaron otra vez repudiados y rechazados por los electores, se les había ido la gubernatura que ya sentían suya. Como que el año pasado tuvieron cierta recuperación, por lo menos se situaron como segunda fuerza política, pero sin mayor peso, tanto a nivel de ayuntamientos, como de diputaciones.
Pero el 2018 no está nada lejos y no hay señales que muestren a un PRI con ganas de dar la pelea, por el contrario, más bien parece un satélite del partido en el poder. Morelos vive una agitación política muy significativa, en otros tiempos, esa institución ya estaría volcada a la calle aprovechando los escenarios a fin de capitalizarlos electoralmente, sin embargo, parece muerta, sin aliento ni proyecto.
El presidente del CDE, Becerril Straffon hace mucho que no da indicios de existencia, ello pudiera ser a causa de su cuestionado liderazgo, pero cualquier dirigente de un partido tiene que estar muy atento a lo que acontece en su espacio de movimiento, para aprovecharlo, y no es el caso de los priistas.
La reestructuración en su dirigencia en tiempo y forma es elemental y estratégica, primero, para poder contar con espacio y tiempo a fin de sanar las heridas que deja la elección por el CDE, que en el caso que nos ocupa, son enormes, se dan hasta con la cubeta y recuperar la calma no esa asunto fácil.
Pero lo más trascedente es que previo el proceso de selección de cuadros, hay que ir a revisar las estructuras, a fin de constatar que los comités seccionales, municipales y demás órganos internos que dan cuerpo al partido, sean reales y estén funcionando, eso fue lo que les dio ventaja ante los opositores durante décadas.
Tras la pérdida del poder, en el 2000 el tricolor se convirtió en un esqueleto, a las elecciones intermedias del 2003 llegó sin armas para pelear, porque pensaban que sus estructuras seguían vigentes, cuando en más de un 50%, sus liderazgos ya habían emigrado a algún otro partido, sobre todo al que ganó la contienda, el Partido Acción Nacional (PAN).
En un alto porcentaje, eso sigue pasando, por eso la tarea inicial del nuevo presidente es ir a conocer de manera directa cuál es el estado que guarda el priismo en todo el territorio y eso no se hace en un día, hay que trabajar meses a fin de medio recomponer las cosas, porque seguramente deberá reestructurar muchos de sus comités.
La contienda no viene nada cómoda, si bien tampoco el resto de las trincheras pueden presumir de una mejor situación, por lo menos no tienen ya que ir a una renovación de mandos y eso es un gran paso, aquí se les ve bastante extraviados y sin un rumbo claro.
Eso ha obligado a muchos de sus militantes distinguidos a desarrollar un trabajo propio, por encima de sus dirigentes, para ganar presencia y poder aspirar a un cargo de elección, pero es cierto, el Revolucionario Institucional parece resignado a seguir en la oposición, a pesar de que a nivel de la presidencia de la república son gobierno.
Reiteramos, Alberto Martínez anda ya en una abierta campaña para buscar la presidencia del partido, por lo que sabemos, ha buscado encuentro con aquellas figuras que estima, pueden inclinar la balanza a su favor una vez que se abra el proceso.
Y es muy extraño que a diferencia de otros tiempos, no se vean más contendientes, que seguramente aparecerán de último momento, pero como quiera que sea el tiempo los viene rebasando, porque en unos tres meses más se abrirá el proceso oficialmente rumbo al 2018. No obstante, es el CEN el que debiera enviar las señales porque de ahí salen las bases y las reglas del juego.