Mucho se polemiza en estos momentos respecto al desempeño de corporaciones policíacas otrora instrumentos indispensables en la persecución y ejecución de órdenes de aprehensión, como la famosa Policía Ministerial.
Este brazo armado de la Procuraduría General de Justicia parece haber entrado en una etapa de congelamiento, muy poco se sabe de su desempeño, pero es muy claro que no está funcionando a los niveles acostumbrados.
Claro, se dirá que ahora sí vienen sujetándose a las normas legales, que los convierte en coadyuvantes de las agencias del Ministerio Público, pero esos serían sólo argumentos, en los hechos parecieran estar permanentemente acuartelados y no por falta de razones para salir a la calle sino por comodidad propia en un escenario de riesgo constante.
Y es por eso que tampoco hay muchas quejas ni denuncias que fueron bastante recurrentes cuando cumplían las ejecuciones de órdenes de aprehensión, que era el origen de muchos negocios gordos para los jefes de grupo.
Es muy preocupante que toda una corporación esté siendo desperdiciada en situaciones en las que si algo hace falta son elementos de vigilancia en las calles, ya sea para atrapar a delincuentes en flagrancia o para intentar prevenir los actos delictivos.
Claro, también es cierto que, en apariencia, los delitos del fuero común han disminuido mucho, baste utilizar las siglas de algún grupo organizado en la materia en cualquier acto fuera de la ley, para que el hecho no sea investigado o en su caso dejado en manos de la federación, que tampoco da fe del resultado de las indagatorias si es que realmente las realiza.
Pero siendo honestos, también el resto de agrupaciones policíacas, como la estatal o las municipales, han bajado la guardia frente al clima de inseguridad que priva en el estado desde hace meses.
Lo que algunos ciudadanos observan es que a determinadas horas de la noche las patrullas de vigilancia y prevención dejan de circular, a pesar de llamados de auxilio cuando se llega a requerir nadie llega y eso se estima es parte del temor de los mismos agentes a enfrentarse a circunstancias delicadas y entonces dejan a la población al amparo de la venia de Dios.
El asunto es que aún con sus pírricos resultados, que por el contrario, en momentos se antojan en retroceso, los sectores relacionados con la seguridad vienen siendo objeto de presupuestos cada vez más abultados.
No le vemos fin a la entrega de armas -aunque son pistolitas de agua comparadas con las de los malosos-, de patrullas o radios de comunicación, aunque también habría que decir que lo más importante en todo eso es lo que no se cuida: el mejor salario de los elementos.
Siguen siendo muy mal remunerados y consecuentemente blanco de tentaciones de toda naturaleza para poder complementar sus ingresos, de ahí la imposibilidad de evitar componendas o complicidades.
Incluso, proyectos escandalosamente anunciados como aquello de que se instalarían cámaras de video en la vía pública de la mayor parte de los municipios, en especial los que conforman zonas conurbadas, parecen haber quedado en el olvido, como que no hay todavía un proyecto definido en la materia, por eso estamos como estamos.
No obstante eso, reiteramos, son verdaderas millonadas las que se canalizan a ese rubro sin que se tengan los mínimos resultados satisfactorios para la ciudadanía, que en ello es sólo espectadora, hasta este momento afortunadamente con pocas consecuencias graves, porque la lucha se sigue dando entre grupos delictivos, quienes no andan en malos pasos pueden seguir durmiendo tranquilos.
Pero reiteramos respecto a los comentarios iniciales, la Policía Ministerial se antoja de decoración, ha dejado de funcionar y sus elementos parecieran estar becados, si con las reformas en la materia vienen siendo despojados de sus facultades, se les tienen que asignar nuevas tareas, porque representan un costo al erario público y porque hoy más que nunca se le debe sacar el máximo de ventaja a cada agente, el momento así lo requiere.