No podemos negar que en cada administración se dan aspectos delicados, acciones de corrupción, pero frecuentemente es a partir de los integrantes del gabinete, uno que otro funcionario que se pasa de listo y le meta la mano de más al erario. Pero que fuera directamente la pareja de gobernantes es poco común y por eso llama la atención lo que está ocurriendo actualmente en la entidad.
Un descaro total en la forma de hacer negocio al amparo del dinero del pueblo, a grado tal que se vuelve ofensivo e inaceptable, porque mientras miles de familias enfrentan situaciones de hambre y pobreza extrema, esos vivales engordan sus cuentas personales todos los días.
Y volvemos a tocar el tema porque a esta casa editorial ha llegado información en el sentido de que la absoluta mayoría de quienes laboran en la residencia oficial –que en realidad es casa Morelos-, son familiares, compadres, amigos o cómplices de la pareja en diversos negocios.
Es decir, absolutamente sólo personal de “confianza”, pero de Graco y Elena. Bueno, que incluso ahí tienen a algunos que fungen como prestanombres en la adquisición de bienes inmuebles y propiedades que están comprando con el dinero del pueblo.
Por lo menos eso se señala de gente muy selecta. Cada uno de los integrantes de la familia en el poder tiene su propio prestanombres.
O sea, son tres vías mediante las cuales la familia Ramírez Cepeda acumula propiedades, bienes y dinero y actúan por separado y cada quien cuenta con los instrumentos requeridos a fin de intentar no dejar huella directa del robo.
En la residencia oficial es donde han reclutado a quienes sirven de pantalla con la finalidad de confundir a la gente y no dar una pista directa del cuantioso desvío que han venido haciendo desde el comienzo del sexenio.
Bueno, que el propio Graco ya busca hacer el negocio directo en el caso de contratos de construcción de obra pública, a fin de no entregar la clásica mochada que se estaría fijando en un 20 por ciento de la inversión a desarrollar.
Y por lo visto, tampoco está dispuesto a salpicar; eso lo ha llevado a conflictos con algunos de quienes se la jugaron con él. Se habla de un distanciamiento con el diputado federal Héctor Javier García Chávez, el “gato”, a quien hizo candidato a la Cámara Baja por el segundo distrito, a pesar de no contar con la residencia requerida por la ley en la materia.
La ambición desmedida con la que se conducen esos “servidores públicos” provoca enojo incluso en aquellos que están siendo utilizados para encubrirles sus hechos de corrupción, y uno de ellos fue quien ofreció parte de la información en torno a lo que pasa en la residencia oficial a esta casa editorial.
Saben que las cosas comienzan a salirse de control, por eso Ramírez Garrido viene echando mano de lo que a su alcance esté a fin de sobreponerse a la adversidad. Se siente rebasado, no sólo por la delincuencia, que parece ser el factor que pudiera llevarlo a la horca, también políticamente ya hay quienes le están pisando la sombra, uno de ellos, el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Alejandro Vera Jiménez.
Éste ha venido ofreciendo una propuesta a fin de generar espacios con el propósito de que, quienes no lograron ingresar a la máxima casa de estudios, puedan seguir estudiando, así sea en espacios abiertos. Bueno, pues como el chango, ya también el tabasqueño armó su teatro para hacer lo propio.
Vergüenza le debería dar, porque es su responsabilidad, como mandatario de Morelos, desarrollar las gestiones a fin de conseguir los recursos para ampliar la capacidad en la oferta de la enseñanza de educación superior, a través de nuestra universidad, pero se ha negado a hacerlo, o de plano le falta capacidad y nivel de interlocución con las instancias competentes al respecto. Por el contrario, lo que sí está haciendo es buscar la forma de reducirle recursos a la Universidad por venganza política con el rector.