Entre las actividades a desarrollar se contemplaba la asistencia al acto de inauguración de las salas de conciliación para los tribunales laborales. Al evento concurrió el presidente de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, Alberto Zorrilla Rodríguez. Sin embargo, el tabasqueño nunca llegó porque un reducido grupo de manifestantes lo esperaba a las afueras del Tribunal Superior de Justicia (TSJ).
La secretaria del Trabajo, Gabriela Gómez Orihuela, fue quien sacó adelante el compromiso, ante la ausencia de quien cada vez se ve más limitado en su movilidad, por exigencias y gritos de ciudadanos que se sienten defraudados por un régimen que ha perdido el rumbo, la decencia y el honor.
En este espacio le veníamos advirtiendo de un lamentable distanciamiento entre el pueblo y su gobierno, pero para el inquilino de palacio –quien se afirma, pedirá licencia en poco tiempo– debe ser muy incómodo empezar a ser perseguido y asediado por aquellos que exigen respuestas a sus necesidades y problemas.
A pesar de que los actos a los que asiste Graco son cuidadosamente preparados y vigilados a fin de evitar los inconvenientes, los más recientes sucesos muestran ya que su aparición en público es un riesgo: lo menos que recibe son rechiflas y recordatorios del 10 de mayo.
Bueno, hasta Bucareli llegó la muestra del sentimiento social, cuando el pasado 30 de los corrientes, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en una visita rápida al estado, fue testigo de las presiones que enfrenta el tabasqueño.
En su presencia, un grupo de inconformes desmintió al funcionario federal en algunas de sus aseveraciones contrarias a la realidad, cosa que lo puso nervioso, al grado de que se veía algo sorprendido porque no se esperaban una reacción en un acto sumamente controlado y vigilado policiacamente.
Todo esto muestra que el mandatario ha perdido los espacios de maniobrabilidad política y las acciones de gobierno han venido siendo desarrolladas por algunos de sus colaboradores, sobre todo el secretario de Gobierno, Matías Quiroz Medina, quien ha tenido que sacar la cara por su jefe.
Acusado por el Instituto Nacional Electoral (INE) de andar haciendo campaña en horas de trabajo y oficina en estados donde habrá elecciones para gobernador, Ramírez Garrido se ve prácticamente acorralado y no encuentra la manera de sobreponerse a la creciente adversidad.
El estado muestra signos graves de retroceso y descomposición, mientras él se gasta el dinero en cuestiones electorales ajenas a Morelos, independientemente de violar las normas y leyes en la materia, cuestión que tendría que derivar en una sanción.
Ya le habíamos señalado que Graco y su pareja Elena Cepeda hacen presencia en la entidad dos o tres veces por semana, pues su residencia oficial se encuentra en la Ciudad de México y gobiernan a distancia, pero el escenario se viene complicando cada día más y su agenda pública depende de las condiciones e imprevistos que se presentan cotidianamente.
Ya para que los conflictos contra el gobierno obliguen a la cancelación de actividades de un mandatario es porque el ambiente es muy delicado y aquí somos testigos de que en muchas ocasiones ha tenido que quedarse en la residencia oficial a fin de evitar los gritos e insultos ciudadanos.
Sin embargo, más que el repudio al gobierno de manera integral, es un enojo en contra de ciertas figuras, es decir, de Graco Ramírez y Elena Cepeda, porque contrariamente a lo que solía darse en sexenios anteriores, hoy más bien el resto de los integrantes del gabinete parece no tener esa dificultad para moverse en público.
Todo el conflicto lo genera la “pareja real” y los motivos son más que claros, se han ganado una mala reputación y lo menos que las mayorías perciben es que son los que mueven los hilos de la corrupción y el saqueo a las instituciones locales.
Antaño, la figura del gobernador era motivo de asedio popular, pero para tratar de estrechar su mano o sacarse una fotografía para el recuerdo con él. Hoy no es así, porque sus malas vibras y acciones le han creado un entorno hostil. Por eso es que tiene abandonado su despacho en palacio de gobierno, para evitar ser visto y molestado a su ingreso o salida del edificio. A ese grado de inmovilidad ha llegado, y sólo despacha eventualmente, en casa Morelos, la residencia oficial en la colonia Reforma.
Todo lo anterior alimenta la hipótesis de que a finales de agosto estaría presentando su solicitud de licencia al cargo para ir a desempeñar una nueva tarea a petición del gobierno federal. Bueno, ayer se habló de una reunión en palacio en la que se analizaron los mecanismos que se tendrían que aplicar a fin de que a su salida conserve para el PRD el derecho de silla.
Y quienes afirman conocer parte de los temas abordados indican que se puso especial énfasis en que la licencia deberá ser a partir de que el señor cumpla los cuatro años, para que no se tenga que llamar a elecciones para sustituirlo y sea el Congreso local quien nombre al interino.
¿Tienen algo de realidad todas estas teorías? Hay ciertos elementos que les dan credibilidad, porque ya desde el interior del gabinete hay aquellos que parecen estarse preparando por si les toca completar el periodo sexenal. Uno de éstos es Quiroz Medina.
Gobernar en las condiciones en las que lo viene haciendo Graco debe ser muy incómodo. Es inconcebible que un jefe del Ejecutivo pueda dirigir un gobierno sin el respaldo popular y sólo con la venia de las cúpulas del poder central; por eso se piensa que habría decidido declinar, bajo el argumento de ir en busca de una candidatura presidencial, para lo cual se necesita un liderazgo que no tiene, aunque dinero tal vez, porque ya en tres años y medio debe haber acumulado suficiente como para no sufrir carencias el resto de su vida.
Como fiera herida, comienza a dar coletazos hacia todos lados, va con todo contra el rector de la UAEM, Alejandro Vera Jiménez, y ya también dejó sentir su rencor contra el obispo Ramón Castro Castro: hacia donde se inclina sólo induce a la destrucción y el encono.