Pero tampoco vamos a ver la paja en el ojo ajeno, sin admitir la viga en el nuestro; no tenemos que ejemplificar con la capital del país para mostrar la nula preocupación de nuestros gobiernos por el respeto a la naturaleza. Cuernavaca es, en este momento, víctima de la depredación.
La construcción del Paso Exprés da fe de lo anterior y en verdad da coraje, combinado con dolor, ver cómo, sin la mínima consideración, se arrasa con espacios verdes que así sea en mínima escala, van conformando pulmones que en el pasado le dieron una imagen y clima envidiables a lo que se conociera como “Ciudad de la Eterna Primavera”.
En particular nos impresionó desagradablemente la destrucción del bosquecito que distinguió por tantos años la parte frontal del Club de Golf Tabachines, un corredor arbolado que simulaba una barrera natural y que desde luego ofrecía aire fresco, aun en estos tiempos de altas temperaturas.
Y con todas esas cosas, ¿cómo no vamos a estar mal? Ahora bien, revisando a profundidad el proyecto vial, para nada fue pensado en mejorar las condiciones de circulación vehicular de los morelenses. No. Aquello lleva el propósito de aligerar el flujo de tránsito para los miles de capitalinos que cada fin de semana –y no se diga en temporadas vacacionales– visitan el puerto de Acapulco y que con ese “trafical” que suele generarse a su regreso, como que la piensan dos veces para salir.
De que hacía falta una mejora en el tema, tampoco se puede negar; pero, ¿acaso no había otra solución que ampliar el libramiento horizontalmente? Sí la había y el gobierno federal propuso inicialmente construir un segundo piso, como ha ocurrido en la capital del país, sólo que Graco Ramírez, al que llaman gobernador, se opuso con el argumento de que ello “rompía el panorama” entre las zonas norte y sur de ese trayecto.
Sin embargo, la cantidad de árboles grandes que se han cortado es muy elevada y los efectos en relación con el clima serán infortunados en el corto y mediano plazos. Y si aunado a lo anterior, en el resto de aquello que tiene que ver con el cuidado del medio ambiente tampoco se hace nada (véase el rubro de transporte), habrá que imaginar cómo nos va a ir en un futuro nada lejano.
Este sexenio, salvo remiendos como lo del Centro Histórico con recursos federales, no viene haciendo esfuerzo alguno por impedir la extrema polución. En el magno incendio de Tepoztlán fue omiso, actuó tardíamente y permitió el desastre.
Como ha sido una constante del régimen gobernar con ocurrencias, todavía recordamos que hará cuestión de dos años, se montó un gran evento en uno de los patios de la parte baja de Palacio de Gobierno, donde se habló de la puesta en marcha de un programa relacionado con el uso de bicicletas.
En un video se presentó a los asistentes lo que sería, en breve, una serie de rutas –recordamos que eran unas ocho en promedio, por diversos rumbos de Cuernavaca y la zona conurbada– para el uso exclusivo de la bicicleta. Luego de aquello jamás se ha vuelto a hablar de eso, porque eran ideas sacadas de la manga.
Y lo referimos porque el discurso iba en el sentido de promover modalidades de transporte que evitaran el uso del automóvil para no alimentar la contaminación de la atmósfera. No es intención de molestar, pero no hay proyectos serios en materia de saneamiento y cuando se trata el tema, es únicamente como plataforma de lucimiento.
Ya se prepara otro evento de los que se les dio en llamar “alternativas verdes”, donde se hace gala de la incursión a tecnologías de primer mundo, induciendo el uso de autos eléctricos para no contaminar y los únicos que se benefician son los funcionarios.
Ellos tienen tres o cuatro unidades que incluso cuentan con un espacio de estacionamiento exclusivo en pleno Centro Histórico, casi frente a un restaurante en Plaza de Armas. Son para trasladar a los “servidores públicos” a sedes aledañas dentro del primer cuadro de Cuernavaca.
Fuera de lo anterior, todo es palabrería y demagogia y, por el contrario, los recursos estatales y federales destinados al rubro son dilapidados sin consideración. Todavía en el régimen de Marco Adame Castillo, por lo menos se construyeron unas 20 plantas de tratamiento, que, igual por falta de equipamiento no funcionaban, pero ahí estaba la inversión. Ahora no apreciamos ningún hecho relevante en este aspecto.
Vamos a pasos acelerados en contra de aquello que nos distinguió y fue materia de fama mundial. Independientemente de que representaba una atracción turística y recursos económicos para el estado, ya en muchos aspectos vivimos del recuerdo. Igual y lo mejor habría sido el segundo piso, no hubiera dejado tanta destrucción de áreas verdes.
Las cosas ya están complicadas en la materia, sin embargo aún hay soluciones, acá no andamos tan mal como en la capital del país. Pero su desastre debe ser advertencia para que corrijamos a tiempo el camino, pero eso es sobre todo responsabilidad institucional, porque es ahí donde se dispone de recursos para tal efecto.
No hay voluntad para proceder, acaso algunas acciones derivadas de la presión que el gobierno de la Ciudad de México está ejerciendo ante sus vecinos, a fin de que apliquen correctivos sobre el tema como el “Hoy No Circula”, sin embargo, más allá de eso, no existe nada serio.
Y es que de las entidades vecinas llegan a la capital miles de automotores diariamente que tendrán que ajustarse a sus reglas o simplemente ya no podrán acceder. No hay de otra. Es urgente darles continuidad a los programas de recuperación de afluentes acuíferos como los ríos Cuautla o Apatlaco, considerados de los más contaminados en México. Paralelamente, detener la destrucción de las zonas boscosas que acaban con lo poco que queda en la parte norte del estado y, desde luego, meterle mano en serio al problema de tránsito vehicular en las tres zonas conurbadas de Morelos.