La mayoría absoluta de los más de 300 mil morelenses que se encuentran radicados en Estados Unidos son de origen rural, se fueron en busca del “sueño americano”, dejando atrás incluso mujeres e hijos en un desesperado intento por superar los elevados índices de pobreza y desprotección en que crecieron.
Cuernavaca y su zona conurbada son el ejemplo más claro del cambio de uso de suelo que se le dio a enormes extensiones territoriales, que antaño eran base de producción de alimentos en sus diversos conceptos, ya fueran granos, frutas, hortalizas o plantas de ornato.
Hoy lo que vemos es una mancha urbana que no encuentra límite en su crecimiento, atrayendo miles de avecindados que gustan del disfrute, especialmente los fines de semana, del clima que a pesar de todas las inconveniencias y maltratos, sigue siendo uno de los mejores del mundo.
En este momento hay mucho enojo colectivo porque los precios de alimentos básicos como la tortilla se ha aumentado hasta 15 pesos por kilogramo, algo realmente muy doloroso, si tomamos en cuenta que gran parte de la población morelense enfrenta serios problemas para poder medio alimentarse.
El precio internacional del maíz, arroz y sorgo se ha elevado en los últimos meses; en México los fenómenos naturales adversos dañaron los sembradíos de granos en la región norte del país, como Sonora o Sinaloa, y hay cierta escasez que deriva en mayor costo de los productos.
Pero en nuestro territorio morelense seguimos sembrando casas y pavimento. Es muy triste ver cómo espacios altamente productivos de rosas, maíz, fríjol, arroz, hortalizas, son actualmente unidades habitacionales en desarrollo o áreas residenciales donde ya habitan, no morelenses que adolecen de vivienda, sino acaudalados personajes de estados vecinos que se han venido, aprovechando las oportunidades de compra para pagar a un precio de miseria el metro cuadrado y vivir como reyes.
Pero, como dice el dicho, "no tiene la culpa el indio"… Los tres niveles de gobierno y sobre todo el municipal, son culpables de lo que acontece, pues han dado todo tipo de facilidades y permisos de construcción. Un ejemplo son Temixco y Emiliano Zapata: hay miles de casas nuevas en sus demarcaciones que sólo representan la destrucción de la naturaleza, que apenas sobrevive en medio de escenarios cada vez más urbanos.
El error nos ha comenzado a pegar duro en los bolsillos, ya ni tortillas completas puede consumir una familia, porque siendo numerosa demanda en promedio de dos kilos diarios, que le representarán 30 pesos. Pero el cuartillo de fríjol también ha estado a la alza: son cuatro sardinas por más de 40 pesos, cuando andaba en los 18 o 20 pesos hace apenas unos meses.
Y paralelamente, con tanto crecimiento poblacional, vamos demandando más servicios y agotando recursos naturales como el agua, que ya en ciertas regiones de la entidad, como la oriente, es escasa para atender las necesidades de consumo humano; el campo queda excluido y con ello se anula la posibilidad de intentar hacer rendir más la producción agropecuaria.
¿Hasta dónde vamos a llegar? No es fácil pronosticarlo, porque priva una total inconsciencia de parte de las autoridades "competentes" en la materia para fijar un freno al desbordado crecimiento poblacional y orientar el uso de la tierra a su vocación natural: la generación de alimentos.
La región sur del estado, áreas cercanas a Yautepec y una parte de la zona oriente, son lo más importante que nos queda en Morelos respecto de la actividad agrícola; el maíz ocupa escasas 30 mil de las 180 mil hectáreas cultivables y evidentemente no puede abastecer un mercado creciente por el desarrollo poblacional incesante.
Los nulos apoyos gubernamentales, la inexistencia de equipos adecuados, tierras temporaleras de bajísimos rendimientos y precios a la venta de los productos que no garantizan la recuperación de lo invertido, son los motivos por los que campesinos optan por abandonar sus parcelas e intentan actividades distintas que tampoco les dan garantía de un mejor nivel de vida.