La joven dueña del auto llegó a reclamar al agente el por qué de su actuación, ya que no violaba ninguna regla.
Fue una discusión breve y al final el policía le regresó a la mujer su placa (en la mano, no colocada donde estaba) pero a condición de que moviera el vehículo, ya que la muchacha "no había respetado" la zona apartada con un huacal destartalado. El agente no defendía el cumplimiento de la ley, sino a los que lo pusieron a apartar esos lugares, cercanos a un estacionamiento al lado del IMSS.
A pesar de lo cotidiano de la escena, no dejaba de resultar grotesca: un indigente con el hueso del pie al aire y su servidor fuimos testigos de lo necesario que es cambiar a este país desde arriba pero también desde abajo. Por el hecho de haber sido todo esto en plena calle lo pudimos ver, lo que no pasa con lo que sucede dentro de oficinas de lujosos acabados, con aire acondicionado y todas las comodidades y que, cualitativa y cuantitativamente, es mucho más grave.
Pero oculto, porque las instancias que deberían garantizar la transparencia de los actos realizados por los servidores públicos no funcionan.
Así es que no queda más que hablar de esos pequeños excesos. Ni modo.