Cada miércoles a las dos de la tarde en la estación de radio propiedad de la UAEM, Adalberto Ríos Szalay da rienda suelta a los relatos de sus invitados (y los propios), viajeros ilustres que han recorrido por igual los rincones más extraños del mundo que lo sitios a los que todo mundo va.
El mismo Ríos Szalay -reconocido fotógrafo y autor del libro de administración que me acompañó en el primer semestre de mi carrera universitaria- ha sido un viajero incansable que ha caminado por los cinco continentes –según deduzco de sus narraciones- y que plantea en el programa “Viajar con sentido” miradas distintas a las tierras ignotas que encuentran aquellas personas que por los más diversos motivos se atreven a salir de su entorno.
Todas esas experiencias ajenas, más la propia de viajar desde los mapas y los relatos literarios y científicos, crea en quienes por años nos dedicamos al sedentarismo una extraña sensación a la hora de emprender el propio viaje.
De repente, las referencias geográficas y los puntitos en el mapa se convierten en siluetas primero y luego en masas corpóreas, en rostros y paisajes, que lo mismo pueden superar a lo imaginado o quedarse cortos, pero en todos los casos terminan por hacer surgir un orgullo por el origen, por lo propio, por lo que éste tiene y por lo que puede llegar a tener.
La mayoría de mis viajes han sido por carretera, al volante y muy bien acompañado, lo que le ha agregado aires distintos, placeres adicionales al de solo conocer nuevas latitudes, pero todos ellos han contribuido a levantar el orgullo de ser de donde soy.
Aquí no tenemos árbol del tule, ni playas como las de Acapulco (ni siquiera mar) ni selvas ignotas o acuarios espectaculares o la infraestructura que ciudades como la propia capital del país, o Puebla o San Miguel de Allende ofrecen a los viajeros, pero tenemos lo suficiente para construir cosas mejores.
Viajar ha llenado mis sentidos de aromas desconocidos, de vistas espectaculares, de nuevos conocimientos sobre nuestra historia y sobre ilustres hombres y mujeres, de los detalles que cada región de la geografía nacional imprime al carácter de su gente, de las injusticias que aquí no conocemos y de los adelantos de los que no gozamos.
En pocas palabras, conocer otras tierras ha llenado mis ojos de asombros, pero sobre todo de orgullo por mi origen, que incluye mi patria y mi terruño, que ya los quisieran en otras latitudes para presumir.