La mañana de ayer, la ex esposa de Manuel Martínez Garrigós, María Esther Álvarez Suarez, acusó al ex edil capitalino y ex diputado local de incumplimiento en la entrega de dietas para sus dos hijas y para ella, compromisos que hizo ante las autoridades competentes cuando firmaron su divorcio en 2014.
Calculó que hasta la fecha, hay un acumulado de más de un millón de pesos a partir de una suma mensual fijada en 50 mil pesos, lo que ha obligado a las afectadas a la presentación de las denuncias respectivas, a fin de obligarlo a responder en sus compromisos como padre de familia.
Pero igualmente lo acusó de desarrollar en contra de ellas una persecución que fue acompañada por el desalojo de la casa en la que las había dejado, ubicada en las inmediaciones de Ocotepec y Ahuatepec, al norte de la capital del estado. Ya se trabaja sobre una denuncia penal por la persecución que sufren y que a decir de la señora, las mantiene casi a salto de mata a fin de evitar posibles agresiones.
Algo extraño suele ocurrir en algunos políticos, que practican una doble moral; el manejo de una imagen personal de ejemplo, moralidad y honestidad hacia afuera, a fin de lograr la confianza ciudadana; pero hacia al interior de sus vidas, es un desorden que llega incluso a la destrucción del matrimonio, con el abandono de los propios descendientes.
Eso suele ser muy recurrente en aquellos que logran escalar posiciones de rango significativo en la escala del ejercicio del poder; MMG es relativamente joven, soñó siempre con llegar a ser presidente municipal de Cuernavaca y lo alcanzó en su tercer intento, luego de dos fracasos.
Cuando no se está preparado por tal efecto, hay transformaciones personales que se reflejan en actitudes de soberbia, prepotencia y desprecio, incluso ante aquellos con quienes se convivió en el transcurso de la vida y por ahí debió darse el cambio en el caso de Manuel.
No sólo llevó a la capital a una situación de quebranto, que sigue siendo materia de enojo de los ciudadanos que esperaban más de él; hoy se ve envuelto en un conflicto de carácter familiar que puede llevarlo al terreno de lo penal, porque por ahí van las cosas, conforme a lo señalado por su ex pareja.
Lo hemos dicho en algunas ocasiones, el primer error que cometió fue que, antes de sentarse en la silla municipal, puso la mirada en la candidatura por el gobierno del estado hacia el 2012. Dejó el mando de decisiones fundamentales de la comuna en gente que traía otras intenciones y comenzó la debacle.
Intenta a costa de lo que sea meterse nuevamente en la lucha electoral, no le interesa el color del partido, simplemente busca regresar al presupuesto público por la vía de la elección popular, no obstante primero deberá resolver sus problemas internos y de familia, a fin de dar confianza hacia el exterior.
Pero, decíamos, los cargos públicos suelen transformar a aquellos que no llegan bien preparados, ni capacitados emocionalmente para ser líderes o autoridades. Buena parte de los políticos sufren esas mutaciones que ponen en riesgo a la misma institución familiar y nos parece que el de Manuel es un claro caso de esos.
MEZA GUZMÁN, ¿SANA DISTANCIA?
Por otro lado, también en un tema de corte político, como que sorprendió a muchos el nivel de crítica que envió en su informe de actividades legislativas, la diputada federal Lucía Meza Guzmán el pasado fin de semana; se fue con todo en señalamientos contra el desempeño de las instituciones estatales en diversos rubros.
Como que se consideró que se trataba de alguna estrategia de corte político electoral bastante recurrente en esos temas, sin embargo, la cosa tomó visos de realidad cuando se conoció que su esposo Ricardo Robledo, hasta hace unos días subsecretario de gobierno, había presentado su renuncia al cargo y con carácter de irrevocable.
Hoy las cosas están claras, Meza Guzmán -de quien se decía, podía ser candidata al gobierno estatal- mantiene negociaciones con el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), a fin de contender por una senaduría en las elecciones del 2018 y por eso comenzó a tomar distancia.
Son los momentos previos a una justa electoral, éste tipo de decisiones se vuelven rutinarias, porque los políticos comienzan a medir posibilidades y a calcular escenarios, optando por asegurar su futuro y la diputada –todo indica- consideró que tiene más posibilidades a través del partido de Andrés Manuel López Obrador.
Ojalá no se equivoque; es temprano para visualizar con certidumbre hacia donde se inclinará la balanza en las elecciones del 2018 en lo que se refiere a Morelos. Si bien es cierto que como aspirante, AMLO tiene cierta delantera respecto a sus posibles adversarios, le falta lo más difícil por recorrer, porque ha sido precisamente en la recta final de cada justa, cuando comienza a cansársele el caballo.
Recordamos que algo muy similar pasó, previas las elecciones intermedias del 2015, con la entonces presidenta municipal de Jiutepec, Silvia Salazar. Decidió igualmente adherirse a Morena, que en esos tiempos tomada delantera, pero a la hora de la verdad se vino abajo y se quedó colgada de la brocha.
La pelea no será fácil, Morena puede traer muy buenos ofrecimientos y promesas, pero le falta estructura partidista y recursos para poder financiar las campañas electorales; Cierto, cuando se tienen candidatos con perfiles atractivos y cercanía con la sociedad, no se necesita tanto dinero, pero aún no vemos quienes traigan ese arrastre en la trinchera en referencia.
Más aún, viene lo más complicado, precisamente la elección de cuadros, donde también aquí han demostrado que se rasgan las vestiduras por la pelea de candidaturas. Así pasó en el 2015 y fue ahí donde empezaron a venirse abajo; igual y ahora es diferente, sólo que no hay por ahora algo que lo garantice, por el contrario, lo que ocurrió en la Ciudad de México con Ricardo Monreal, que era el mejor posicionado para contender por la jefatura de gobierno en el 2018, nos indica que repetirán las mismas faltas.
Total, Meza Guzmán decidió irse a la cargada con López Obrador y –así deja testimonio- Ricardo Robledo, por congruencia, debió igualmente alejarse de su trabajo en la administración pública estatal.