Un poco antes de que el Partido Revolucionario institucional (PRI) fuera echado de Los Pinos en el año 2000, la capital del país había caído ya en las manos de la oposición. Con una postura antagónica al viejo sistema gubernamental, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se instaló como jefe de gobierno en la Ciudad de México durante el periodo 1994-2000, posición de la que salió para ir en busca de la presidencia de la república en su tercer y último intento.
Desde entonces, la izquierda ha gobernado la plaza más grande de México en lo referente a densidad poblacional, y todo lleva a considerar que tendrían que pasar muchos años como para que el tricolor pueda volver a gobernar ahí, porque los números lo alejan cada vez más de dicho propósito.
Por lo menos ahí el Revolucionario Institucional, conforme a las estadísticas actuales en materia electoral, lo sitúan como la cuarta fuerza, con una tendencia de sólo once puntos, superado en primer término por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); luego por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) también y por Acción Nacional (PAN).
Con base en lo anterior se estaría advirtiendo que los capitalinos seguirán dándole la confianza a la izquierda para que los continúe representando en el ejercicio del poder, sólo que han venido pasando de una izquierda a otra y en lo sucesivo la inclinación es a favor de la que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Los números por ahí van, la más reciente encuesta coloca a Morena con unos 28 puntos, seguido del PRD con 17, el PAN con unos 15 y al final, el PRI con sólo once. Y a nivel de aspirantes, la cosa es aún de mayor ventaja para los morenos.
Desde el 2004, cuando arribó Cárdenas, hasta ahora, con Miguel Ángel Mancera, ha sido el perredismo el que gobierna la ciudad; incluso, cuando el mismo AMLO estuvo al frente de la administración, lo hizo bajo las siglas perredistas, pero ahora irá con su propio partido, la otra izquierda que él empuja.
No hay forma de cambiar los escenarios, el “peje” se adueñará de la mayoría de las delegaciones y del control del poder legislativo local, que es la asamblea de representantes, a partir del 2018; los demás acaso ganarán algunas demarcaciones, pero la mayor parte del pastel se irá del lado de ese grupo y casi es seguro que quien sucederá a Mancera, sea Ricardo Monreal, que es el mejor posicionado.
La composición del mapa electoral nacional seguirá siendo diverso; ya de entrada, los priistas seguirán conservando el Estado de México, la segunda plaza en importancia, pero con una pérdida significativa de votos entre la elección anterior y la de junio pasado.
Habrá que ver cómo se comporta el electorado en Morelos. No hay todavía señales precisas respecto a alguna tendencia en particular, pero las huestes de López Obrador también amenazan con adueñarse de nuestro territorio. Y más allá de lo que ocurra, también es verdad que el famoso corredor amarillo, integrado por la CDMX, Morelos y Guerrero, que fuera un sueño de la izquierda perredista desde hacía muchos años, duró muy poco, el PRI recuperó Guerrero tras la caída de Ángel Aguirre Rivero por el caso Ayotzinapa y como advertimos, perderá control en la capital a partir del año que viene.
Es un hecho que la capital del país se mantendrá del lado izquierdo, porque tampoco el PAN logra mayor penetración; con lo que trae sólo le da para dos o tres delegaciones, pero el que está frito y con tendencias a la baja es el priismo.
Estar al frente de las instituciones es un desgaste impresionante; a partir de que comenzó la alternancia ha sido muy difícil que a nivel de ayuntamientos o gubernaturas un mismo partido pueda refrendar el triunfo en la justa siguiente y si lo logra es de panzazo o utilizando toda clase de mañas, sólo en la CDMX las izquierdas se han mantenido ya por más de 23 años y eso va para largo.
BERMÚDEZ ALARCÓN ¿EN LA ORILLA?
Y en un tema diferente, todo lleva a pensar que pudieran darse cambios en breve en el área de Protección Civil de gobierno del estado, luego de que el gobernador Graco Ramírez, durante su comparecencia por el paso exprés ante una comisión de legisladores federales y senadores, advirtiera que quienes tengan algo que ver con el caso del socavón, a nivel local, serán sancionados.
Mucho se ha insistido en que esa dependencia, bajo la dirección de Francisco Javier Bermúdez Alarcón, no actuó con la celeridad requerida a fin de intentar salvar con vida a los Mena, padre e hijo, y que incluso impidieron que socorristas desarrollaran tareas de rescate tempranas y entonces el que se encuentra en el filo de la navaja, es el funcionario en cuestión.
En asuntos oficiales y tan delicados como ese, el hilo suele romperse por lo más delgado y para apaciguar los ánimos lo más prudente sería pedirle la renuncia a Alarcón, que por cierto, pareciera familiar de José Luis Alarcón Ezeta, depuesto funcionario federal por el mismo caso.
Ateniéndonos a lo expresado por el mandatario estatal, no vemos a nadie más que merezca ser llamado a cuentas por los hechos, de tal manera que cuando hizo esas observaciones o compromisos, se estaba refiriendo a él, no hay de otra, así que más vale que el señor comience a preparar sus maletas, porque todo lleva a considerar que le tocara “bailar con la más fea”.
En ocasiones como ésta, políticamente es aconsejable sacrificar a alguien para tranquilizar los ánimos; así fuera a medias, la Federación ya entregó a quien era el director del Centro SCT-Morelos, falta lo que corresponde al estado y habría que ver si también el municipio de Cuernavaca deba hacer lo propio.
Como que sí se antoja inentendible que no se les dieran todas las facilidades a los socorristas que solicitaban intervenir prontamente para intentar por lo menos sacar a los atrapados con vida. Ya para cuando PC inició las labores era demasiado tarde, además de que la estrategia tampoco parece haber sido la más adecuada, porque provocó un segundo derrumbe que quizás fue el mortal.
Por eso advertimos que la guillotina anda cerca de Bermúdez y hasta lo más congruente sería que él mismo entregara la plaza; eso hablaría incluso bien de sí mismo. Al buen entendedor pocas palabras, el mensaje está dado ¿no le parece?.