Lo anterior, aunado a las inconformidades múltiples en contra de las reformas estructurales, mantenían la certeza de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía los días contados y que era un hecho su reemplazo de nueva cuenta en Los Pinos a partir del 2018.
Desde luego que una mayoría social sigue calificando el desempeño de la administración federal como desacertada y no se puede descartar otra derrota estrepitosa del tricolor, sin embargo, existen ciertas señales de aliento en lo que se refiere al desarrollo nacional, por lo menos durante el primer trimestre del 2017 se creció más de lo esperado y como que a nivel población abierta el pesimismo y la desilusión vienen a menos.
El temor de que la mayoría de los indocumentados mexicanos que laboran en la Unión Americana fueran deportados de inmediato, parece haberse superado, también es cierto que algunos sí debieron regresar a sus lugares de origen pero son los menos.
La amenaza de cancelar el Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos y Canadá tampoco se hará realidad y todo indica que acaso se irá a una renegociación. Es decir, el fenómeno Trump está provocando cada vez menos inquietudes y la situación en nuestro país incluso ha tenido ciertas recuperaciones, como en lo relacionado al peso frente al dólar.
Pero simultáneamente, como que todas esas presiones obligaron a las autoridades, empresarios y a los mismos ciudadanos a poner un mayor esfuerzo, cada parte en sus respectivas responsabilidades, para salir adelante y se habla de una generación bastante importante de oportunidades de empleo, que indica inversiones o ampliaciones de las ya existentes.
En su oportunidad lo mencionamos, el mundo es tan cambiante, que lo que hoy es mañana ya no y estamos envueltos en una especie de vorágine que nos empuja a escenarios distintos cada día. Es decir, que si las elecciones presidenciales hubieran sido en los primeros días del 2017, el tricolor las hubiera perdido vergonzosamente, por toda la irritación popular que se tenía en aquellos momentos, pero hoy el sentimiento es algo diferente.
Claro, las actitudes brabuconas del presidente de los Estados Unidos, particularmente en contra de nuestros connacionales, acabó convirtiéndose en una acción de reivindicación de las autoridades en México. El coraje empujó a sumar voluntades con el gobierno y éste, nada tonto, lo fue capitalizando, incluso exagerando las cosas en ciertos aspectos.
Morelos es un reflejo de lo que acontece en el territorio nacional, las manifestaciones de inicios de año en contra del gasolinazo y de la escalada de precios mostraban a un ciudadano muy molesto por lo que estaba pasando, para la mayoría, era un hecho que los niveles de pobreza a falta de empleos suficientes y bien pagados, crecerían como nunca en la historia.
Tampoco estamos en bonanza, para nada, el mismo modelo económico impide el crecimiento armónico de los mexicanos, todo está diseñado para que eso no ocurra, no obstante sí es real que se percibe un ambiente menos ríspido y de desolación, como hasta hace tres meses.
Son confusos los pronósticos hacia adelante, algunos analistas económicos piensan que este crecimiento inicial podría verse afectado por distintas razones fuera de nuestro alcance, pero la percepción colectiva viene cambiando gradualmente y eso abona a favor del régimen en turno.
Incluso se puede apreciar un entorno local de mayor pasividad, buena parte de los movimientos bruscos han desaparecido o mantienen una posición pasiva.
Claro, la calma pudiera romperse en cualquier momento, porque el arranque del proceso electoral hacia el 2018 está en puerta y todos sabemos que los partidos, grupos y organizaciones de perfil político rompen toda clase de acuerdos, incluyendo a los poderes y empiezan a pegarse con todo, pero Morelos entró en una calma que le ha permitido seguir dando pasos hacia adelante.
Cierto, estamos observando que dicho fenómeno de rechazo a las instituciones oficiales no es privativo de nuestro país, hacia el sur del continente más de un mandatario la viene sufriendo, ahí está Venezuela.
Pero del otro lado del río Bravo el nuevo jefe de Estado toca niveles de aceptación tan pobres, que ya muchos observadores anticipan que Trump pudiera convertirse en el peor presidente de los Estados Unidos.
Incluso, el rechazo de millones que le dieron su confianza a través del voto se dio en un plazo mucho más corto que en el caso de Enrique Peña Nieto. Acá, insistimos, fueron las reformas estructurales las que le quitaron liderazgo y popularidad, pero esto se dio durante los dos primeros años de la administración, pero Trump ha perdido casi la mitad del capital político en unos tres meses.
Morelos, igual que el resto del territorio nacional, enfrenta serias dificultades para atender las necesidades de su gente, el presupuesto que ejerce el régimen local es simbólico ante tanto rezago y los capitales privados tampoco llegan en la suma requerida para atender la demanda de oportunidades de trabajo, pero los movimientos positivos en el aspecto de desarrollo igualmente impactan en el estado y seguramente que todo eso lleva a un ambiente de cierta tranquilidad y menor confrontación contra su gobierno.
Electoralmente pues, las cosas no están decididas, aunque hay que tener en observación hacia dónde se inclina la balanza en el Estado de México, sí la oposición al PRI logra sacarlo de la gubernatura, le estará complicando los escenarios de cara al año entrante, cuando se disputará la presidencia de la república.
Pero si el tricolor puede mantenerse, así sea con todo el caudal de mañas que ha mostrado para atraer votantes, nada estará escrito, porque la percepción popular cambia constantemente.