“La explicación de este aumento de la violencia, es la misma desde el gobierno que de parte de las organizaciones de la sociedad civil”, dice la voz en off.
“Con la muerte de Beltrán Leyva, el famoso Barbas, surgieron diferentes grupos peleándose la plaza”, apunta el representante del Observatorio Ciudadano de Morelos, Dante Chávez, e inmediatamente después, como si se tratara de una explicación concertada, entra el insert del secretario de Gobierno, Jorge Messeguer Guillén, para terminar la frase:
“…lo que queda de estas bandas se divide, se disputa el territorio al menos en dos o tres bandas más y esas bandas entre ellos disputan la venta del narcomenudeo y se expresan también en delitos como el secuestro”.
Es indudable que el 16 de diciembre del 2009 marcó un antes y un después en la historia de Morelos. A casi cuatro años de distancia del operativo en las torres Altitude que culminó con la muerte de Arturo Beltrán Leyva, alias “El Barbas”, hay cambios significativos en los ámbitos político, económico y social de la entidad que sirvió de refugio durante sus últimos años a uno de los más importantes capos del narcotráfico.
Por principio de cuentas, las autoridades tienen registradas hasta hoy casi mil ejecuciones desde ese fatídico día, destacando la decapitación de varias personas (acción que, según su propia confesión, estaba a cargo de un niño de 14 años apodado “El Ponchis”), y la costumbre de colgar cadáveres en los puentes del libramiento de la autopista del Sol.
También, la muerte de Beltrán Leyva marcó el inicio de la aparición de decenas de narcomensajes que evidencian la disputa entre dos grupos por el control de la plaza que incluye Morelos y Guerrero.
Estos hechos han provocado fenómenos de psicosis colectiva como la que ocurrió el 16 de abril del 2010, cuando un correo electrónico que alertaba sobre un enfrentamiento entre el CPS y la gente de “La Barbie”, provocó el cierre de todo tipo de establecimientos, las calles se vaciaron y los ciudadanos se resguardaron en sus casas, incluyendo al entonces gobernador Marco Adame Castillo y el presidente municipal de ese tiempo, Manuel Martínez Garrigós.
La Procuraduría de Justicia del Estado ha recibido un promedio de 300 denuncias por intentos de extorsión vía telefónica aprovechando la psicosis que se vive a partir de la muerte de Beltrán Leyva, de los cuales sólo en un 15 por ciento se ha consumado el delito. El número de casos en los que la víctima no denuncia, es incalculable.
Este mismo ambiente ha propiciado la caída de las ventas en todo el comercio, pero principalmente en el sector turístico. Cuernavaca, famosa por recibir cada fin de semana a miles de capitalinos que huyen del alcoholímetro y abarrotaban los “antros”, hoy registra pérdidas luego de que “El Clásico” fue incendiado por un comando armado y “The Grand Hotel” fue escenario del asesinato de Sebastián Figueroa, hijo del cantante Joan Sebastian. El último ataque fue al bar “La Condesa”, en la avenida San Diego, donde fue asesinado su valet parking.
De acuerdo con datos de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Morelos entre 20% y 30% de los agremiados han abandonado la entidad. La Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac), reporta una caída del 70 por ciento y la Asociación de Hoteles advierte una drástica disminución en la ocupación de habitaciones.
Y si en materia económica provocó estragos, en la cuestión política hizo temblar las estructuras de gobierno.
Recordemos que hasta antes del 16 de diciembre del 2009 todo era felicidad para el gobernador de Morelos, Marco Adame Castillo. No obstante la derrota de su partido en las elecciones de julio, había conseguido a través de sus operadores que su principal enemigo político, el priísta Guillermo del Valle, quedara sin poder alguno en la naciente legislatura, desterrando así la amenaza de un juicio político en su contra tras la detención de su secretario de Seguridad, Luis Ángel Cabeza de Vaca, por presunta protección al narcotráfico.
La fortuna le sonreía tanto en el plano profesional como en lo personal. El Congreso acababa de autorizar el presupuesto 2010 enviado por el Ejecutivo sin mayores variaciones, y el sábado 19 se casaría nuevamente con su esposa Mayela, tras 25 años de feliz matrimonio.
El martes la familia Adame Alemán disfrutó de la obra de Ballet “El Cascanueces”, en el Teatro Ocampo, y el miércoles ultimaban los preparativos para la ceremonia religiosa que se celebraría el sábado en la Catedral y la comida en una Hacienda de Xochitepec.
Pero a partir de las 18 horas, Marco Antonio Adame Castillo, como cualquier otro vecino de Cuernavaca, se enteró de helicópteros militares sobrevolaban los edificios Altitude, y ni siquiera su investidura le valió para obtener detalles de lo que estaba ocurriendo. La única información que recibió fue la que proporcionaron sus homólogos médicos del Hospital General José G. Parres y del Hospital del Niño, ambos aledaños al complejo habitacional.
Su sorpresa fue mayúscula al enterarse de que tampoco su amigo, el general Leopoldo Díaz Pérez, jefe de la zona militar de Cuernavaca, había sido avisado del operativo, y que eran miembros de la Secretaría de Marina los que estaban al frente. Ya entrada la noche, supo a través de los medios que uno de los muertos en el enfrentamiento era Arturo Beltrán Leyva.
A partir de ese momento la sombra del juicio político persiguió al gobernador morelense. Anuncios espectaculares pagados por el PRI y el PRD señalan que “Marco Adame solapó a Cabeza de Vaca”. Y es que a principios del 2009 la revista Proceso y el Diario La Unión difundieron parte del expediente en el que aparece el número de cuenta bancaria del gobernador en el directorio de la Black Berry del ex jefe policiaco que sigue preso en un Penal de Nayarit.
Tras intensas negociaciones, los partidos de oposición cesaron en su intención de proceder en contra del gobernador, sobre todo después de que, a través de una carta, Cabeza de Vaca exoneró a su ex jefe y dijo que el número de cuenta bancaria iba en el directorio que le había pasado “vía bluetooh” el secretario particular del mandatario.
Sin embargo, el tema volvió a ponerse en la agenda política cuando el periódico Reforma difundió parte de las declaraciones de Sergio Villarreal alias “El Grande”, en las que asegura que en el 2008 el helicóptero oficial del gobierno estatal fue utilizado para transportar a Beltrán Leyva y otros desde el municipio de Emiliano Zapata hasta Puente de Ixtla, con la finalidad de evadir un operativo militar que se dirigía al restaurante “Mi Pueblito” donde departía “El barbas” con Luis Ángel Cabeza de Vaca.
Un dato que no ha sido suficientemente investigado es el siguiente:
El 9 de diciembre del 2010 el Ejército Mexicano detuvo a tres presuntos sicarios que los condujeron hasta una narcofosa en los límites de Morelos con el Distrito Federal. Como ya era una costumbre durante la gestión del general Leopoldo Díaz Pérez como jefe de la 24ava. Zona Militar, el Ejército invitó a reporteros a presenciar la exhumación de los tres cadáveres encontrados en ese lugar. Mientras los peritos hacían su trabajo, los militares permitieron que la prensa entrevistara a los detenidos.
Fue entonces cuando uno de ellos, de nombre Julio Olais Espino apodado “El Olais”, soltó una declaración que pocos medios de comunicación publicaron y que no fue ratificada ante ninguna autoridad ministerial.
"Mi función es levantar y ejecutar, nos protege un diputado y la policía, no sabemos el Partido (al que pertenece el diputado), sólo sabemos que es un diputado federal”.
Y es que en Morelos es un secreto a voces que la delincuencia organizada invirtió dinero en varias campañas políticas de todos los partidos políticos, disfrazadas como “aportaciones de empresarios”, y es por eso que varios legisladores, así como presidentes municipales, andan muy nerviosos y atentos a lo que se divulgue en los medios de comunicación sobre declaraciones de los capos detenidos.
A cuatro años de distancia y ya con menos temor, empresarios y políticos comienzan a admitir que tuvieron tratos con Arturo Beltrán Leyva aunque aclaran que nunca supieron que estaban frente al hombre más buscado por la justicia mexicana y estadounidense.
De esos comentarios se desprende que, hasta diciembre del 2009, Arturo Beltrán Leyva, Edgar Valdez Villarreal “La Barbie” y Sergio Villarreal “El Grande”, se “camuflajearon” para vivir en Morelos tranquilamente y dirigir desde aquí sus operaciones de trasiego de droga desde Colombia hasta Estados Unidos.
“Sí, venía constantemente a El Clásico. Nosotros pensábamos que era un artista porque era muy alto y güero, siempre rodeado de guaruras que lo acompañaban hasta el baño, pero nunca nos imaginamos que era “La Barbie” hasta que lo vimos en la portada de Proceso”, refiere un ex trabajador del centro nocturno que estuvo de moda durante varios años.
Los residentes del condominio “Altitude” describen al vecino del 202 como un cincuentón muy respetuoso que pocas veces salía a la alberca. Casi siempre andaba en ropa deportiva y su seguridad no era ostentosa. No hizo amigos en el vecindario pero siempre daba los buenos días a quien se cruzara con él camino al gimnasio o al spa, ubicado dentro del mismo complejo habitacional cuyas ventas descendieron drásticamente después del operativo de la Marina el 16 de diciembre del año pasado.
Si los empresarios admiten haber tratado con Beltrán Leyva sin saber su verdadera identidad, los policías de las corporaciones federales, estatales y municipales reconocen que sabían perfectamente de quien se trataba. Tenía un representante en cada corporación, quienes se encargaban de pagar “la nómina” cada mes a razón de mil 500 dólares para “los de tropa”, en tanto que los comandantes recibían 2 mil dólares y así sucesivamente.
También tenían perfectamente ubicadas las camionetas de “la maña”, encargadas de vigilar que gente de “La Familia Michoacana” no entrara a distribuir droga a Morelos. En declaraciones ministeriales, policías detenidos describieron que hacían “operativos conjuntos”, es decir, una patrulla de la Policía Municipal o Ministerial acompañada de una camioneta de los narcos.
Nunca se referían a Beltrán Leyva por su nombre, mucho menos por el apodo de “El Barbas” o el “Botas Blancas”. Era “El Patrón”, “El Señor”, “El Jefe”, o cualquier otra denominación que significara sumisión y respeto.
Lo anterior fue ratificado por “El Olais” en la entrevista que concedió a diversos medios de comunicación antes de ser entregado por el Ejército a la Procuraduría General de la República:
"Nos dan facilidades una patrulla del Estado y patrullas de Jiutepec que nos avisan cuándo va a haber operativos de militares. Nos protegen en Cuernavaca y en Jiutepec; la Policía Estatal en Cuernavaca y en Jiutepec la Policía del Municipio".
"Nos identificamos por los vehículos, nos reportamos qué vehículos trae cada quien y en dónde nos movemos. A la Policía le informábamos sobre los vehículos que traíamos, a la estatal y a "El Flaco", un policía estatal, nada más lo conozco como "El Flaco".
"La estatal y la Policía de Jiutepec, la municipal de Jiutepec y la Metropolitana y estatal de Morelos y el diputado federal, nada más, pero nunca lo vimos, el trato era con la gente de arriba".
"'El Gordo' es el jefe de la plaza en Morelos, nuestros contras son "El Mojo", gente de "La Barbie" y "La Familia Michoacana", antes estábamos unidos, cuando estaba el señor, Don Arturo, ahora estamos en guerra”.
HASTA MAÑANA
Estrategias
Según el Gobierno, hace cuatro años se acabó “la estabilidad”
Hace algunas semanas se publicó en la televisión nacional un reportaje sobre los secuestros en Morelos, cuyos efectos mediáticos fueron devastadores en materia turística y de percepción ciudadana. Pero para quien esto escribe, la trascendencia más allá de conocer el alto índice de secuestros, radica en que el gobierno reconoció tácitamente que hasta antes del 16 diciembre del 2009, fecha en que la Marina asesinó a Arturo Beltrán Leyva, el estado tenía “estabilidad”, y tras su muerte, se disparan las ejecuciones y los secuestros.
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