Entre sus fotos de viajes a varios países y de su lujosa oficina en un edificio de cinco pisos al norte de la ciudad, en la cuenta de Facebook del notario público número 14 de la primera demarcación territorial de Cuernavaca, Alberto Barona Lavín, aparece una foto de la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador y la frase: “Cuando te dejan salir a la cena de navidad en el hospital psiquiátrico…”.
Quizás sea producto de la embriaguez por la prolongada celebración de la navidad, pues la publicación tiene fecha del 25 de diciembre a las 14 horas, pero sobre todo, es la demostración de alguien que está seguro que “las cosas malas” las hizo lo suficientemente bien como para mantenerse impune y todavía provocar a la figura presidencial.
Barona Lavín fue “el cerebro financiero” de Graco Ramírez y Rodrigo Gayosso. Su experiencia como “oficial de cumplimiento en instituciones financieras de la Ley Federal para la Prevención e Identificación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita” (así dice su ficha personal) lo hace experto en manejo de recursos a prueba de auditorías.
Por eso Graco lo puso al frente de la Unidad de Procesos para la Adjudicación de Contratos del Poder Ejecutivo, organismo creado exprofeso para él en 2012, cuando el tabasqueño llegó a la Gubernatura de Morelos con el apoyo de AMLO, a quien después traicionó.
Además de que supuestamente es sobrino de Elena Cepeda, al entonces mandatario estatal lo impresionó con su currículum:
“Participó en proyectos relacionados con el fondeo de productos financieros a través de operaciones estructuradas, colocación de deuda en mercados de valores nacionales, derecho corporativo y jurídico contencioso, así como, cumplimiento normativo, auditoría y relaciones gubernamentales. Participó en organismos e instituciones relacionadas con el sector financiero e industrial, estando a cargo de comités relacionados con la materia jurídica”, decía su carta de presentación.
Y tras desempeñarse eficientemente al frente de la UPAC, en los últimos años le siguió sirviendo a Graco en la secretaría de Administración.
Por eso, antes de irse Graco le hizo un espléndido regalo: La notaría pública número 14 de la Primera Demarcación Notarial en el Estado de Morelos en Cuernavaca. De acuerdo a la Ley del Notariado, para ocupar ese cargo es necesario tener experiencia en ese rubro y que un notario le extienda una constancia de que realizó prácticas. Es decir, que además de su trabajo como secretario de Administración, todavía le daba tiempo para acudir por la tarde-noche a hacer sus prácticas como aspirante a notario.
Su llegada a la Notaría no podría haberse dado sin la convalidación del Colegio de Notarios del Estado de Morelos, en aquel tiempo bajo la presidencia de Patricia Mariscal Vega.
De las primeras acciones del gobierno de Cuauhtémoc Blanco, fue presentar una denuncia ante la naciente Fiscalía General de la República (FGR) en contra de Graco Ramírez, su esposa Elena Cepeda y su “operador financiero”, Alberto Barona Lavín. Sin embargo, tanto la pareja como el notario público se ven bastante despreocupados, paseándose por todos lados.
Incluso, Barona Lavín ha mostrado una actitud cínica, retadora, burlona. Cuando fue descubierto en un evento del entonces gobernador electo, Cuauhtémoc Blanco, con unos lentes negros en claras funciones de espía, al ser cuestionado sobre su presencia sólo contestó con una risita burlona: “Nada, vengo a ver”.
Luego, acompañó a un grupo de diputados a presentar un documento en Palacio de Gobierno y después acudió al Congreso Local en busca de información sobre las reformas a la Ley del Notariado que se pretendían hacer.
Siempre petulante y con el cinismo a flor de piel, como cuando le preguntaron cuánto cobraba la empresa que contrató como secretario de Administración para barrer el zócalo y contestó que 90 mil pesos mensuales, y después se le demostró que eran 120 mil. Sólo se alzó de hombros y continuó su camino.
Así es Barona Lavín. Se burla con desparpajo de las autoridades locales y federales con la seguridad de que nadie le hará nunca nada. Es un secreto a voces que “los moches” durante su estancia en el gobierno de Graco Ramírez eran del 30 por ciento, pero no hay documento ni video que lo demuestre.
Como notario público también goza de impunidad. El dos de julio de 2018, cuando ya se había confirmado el triunfo de Cuauhtémoc Blanco en las votaciones para gobernador, los notarios entraron en pánico y pidieron reunirse con su amigo Graco Ramírez para ver cómo podrían evitar una “venganza” de la nueva administración. Así fue como diseñaron la Ley del Notariado que aprobaron “fast track” los diputados el 30 de agosto y entró en vigor al día siguiente.
Como todo lo que hacía Graco Ramírez, cada ley que promulgaba llevaba escondida alguna disposición para favorecer a sus intereses. Escondido entre las supuestas bondades de la nueva Ley, venía el meollo del asunto. En esencia, Graco le quito al gobernador la posibilidad de separar a los notarios de su encargo si es que hubiera una denuncia o queja en su contra por faltas graves (es decir, que no se repitiera lo que él le hizo al notario Raúl González Velázquez).
En estos casos –con la ley vigente- se debe agotar un procedimiento ante la dirección jurídica de la Secretaría de Gobierno, el cual podrá ser impugnado ante el Tribunal de Justicia Administrativa y después en amparo. Por lo menos se llevaría 3 a 6 años ese trámite. Solamente que el notario perdiera todas las instancias, podría ser sancionado, no antes.
Por eso es que el notario catorce puede darse el lujo de insultar a la primera dama del país, lo cual puede rebatir diciendo que es su cuenta personal y que tiene libertad de expresión.
Pero independientemente de ello, como persona Alberto Barona Lavín se exhibe como lo que es: un patán.
Y lo que pareciera ser “una travesura de preparatoriano”, pudiera llamar la atención del único funcionario en este país capaz de rastrear las finanzas del irrespetuoso notario: el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto Castillo.
Una revisión a sus manejos financieros podría quitarle esa sonrisa burlona que muestra cada vez que le hablan de su denuncia ante la FGR.
HASTA MAÑANA.