La historia de Marcos Zapotitla Becerro debe ser tomada como ejemplo de lo que le puede suceder a una persona que viene desde abajo, que escala posiciones a base de traiciones, que cambia su forma de vida de un extremo a otro, y que su propia soberbia lo hace perderlo todo.
El todavía diputado debe ser tomado como ejemplo de superación personal, pero también debe quedar como muestra de lo que no deben hacer todos esos nuevos políticos que están llegando a legislatura y alcaldías como consecuencia de la llamada“ola morena”. “El que nada tiene y llega a tener, loco se quiere volver”, es el refrán popular que aplica perfectamente para Marcos y muchos otros.
Originario del poblado indígena de Tetelcingo y con raíces autóctonas de padre y madre (de hecho, hubiera tenido su lugar apartado en las próximas elecciones gracias a las modificaciones legales impulsadas por doña Isabel León Trueba en favor de los derechos indígenas) Marcos Zapotitla se abrió paso en una sociedad clasista y logró ser técnico en contabilidad.
En su currículum que aparece en la lista de funcionarios de Morena en 2017 dice estar “cursando licenciatura”. En otra ficha personal, también de Morena, asegura haber sido “promotor de las actividades de Resistencia Civil Pacífica, en la Convención Nacional Democrática, el Gobierno Legítimo, la Consulta sobre la Reforma Energética y en las coaliciones electorales Por el Bien de Todos y Movimiento Progresista, mismas que postularon a Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial”. Todo un activista de izquierda pues.
Es el diputado cuautlense Francisco Rodríguez Montero el que lo invita a trabajar como su auxiliar en el Congreso local y ahí conoce al también diputado Raúl Iragorri Montoya, quien habría de ser su mecenas en los siguientes años.
El oriundo de Tetelcinco se convirtió en el “brazo derecho” del empresario automotriz y ambos vivieron muy de cerca el proceso de nacimiento del partido Morena. Fue gracias a los oficios de don Raúl que es designado secretario de organización de ese instituto político en 2015.
De hecho, la candidatura de Zapotitla a la diputación local por el séptimo distrito electoral fue considerada una posición de don Raúl Iragorri, donde él tuvo que ceder a sus pretensiones de ser candidato a senador.
Lo que no se imaginaba Iragorri Montoya es que, llegando a la diputación, el indígena (dicho con todo respeto), lo desconocería no sólo a él, sino al partido que lo llevó al triunfo, pasándose al Partido Encuentro Social (PES) a las primeras de cambio.
Ahí quedó toda la ideología de izquierda que había defendido Zapotitla a lo largo de su trayectoria política. La justificación que encontró lo salvó: “el PES es un partido de cristianos y yo profeso la religión cristiana, y además ambos partidos postularon a López Obrador.
Pero más allá del cambio de partido, lo que fue más notorio fue su transformación física del oriundo de Tetelcingo. Los que lo conocieron de huaraches cuando ayudaba al diputado Rodríguez, ahora lo vieron llegar con zapatos de cuatro mil pesos.
Y los que lo vieron trasladarse en un Tsuru que le prestaba Don Raúl, no lo reconocían cuando lo vieron llegar en un Kia nuevecito y después a bordo de una camioneta Suburban. Cadenas de oro, esclavas, anillos, relojes de las mejores marcas y lentes de prestigiadas firmas se incorporaron a su atuendo rutinario.
Aquel hombre sencillo que conocieron en el vetusto edificio de Matamoros, sonriendo servicial mientras cargaba un portafolio descarapelado, hoy estaba convertido en un auténtico “dandy”, con trajes sastre aunque sin corbata porque nunca se acostumbró a usarla.
Lo que hemos dicho muchas veces en este espacio: no se critica para nada el que una persona venga desde los más bajos estratos sociales y alcance posiciones muy altas en cualquier ámbito, lo que se critica es su cambio de personalidad, el trato hacia sus subordinados como si nunca hubieran sido pobres.
En el caso de Zapotitla, después de ser él mismo un eficaz auxiliar administrativo que escribía a máquina, tomaba recados y manejaba su vehículo, ahora resulta que requería una persona que le realizara cada una de esas actividades.
“Hermano, ¿no tienes una persona que me ayude a manejar mi vehículo? Es que no puedo manejar y contestar el Whatsapp al mismo tiempo”, le dijo al pastor de su iglesia cristiana, Jonás Trujillo.
“Sí hermano, casualmente tengo una sobrina que te puede ayudar en todo eso”, le contestó el líder religioso que aparece en un video defendiendo al diputado.
No se imaginaba Marcos Zapotitla que estaba tomando una de las peores decisiones de su vida. La otra fue haber acudido a aquella reunión con los integrantes de la Legislatura en un restaurante de la colonia Acapantzingo aquel 6 de julio del 2020 del que salió a altas horas de la noche.
Fue hasta dos semanas después que se enteró que había una denuncia en su contra por el delito de violación. Entrar en detalles sobre el modo en que ocurrieron los hechos podría ser considerado un acto de “revictimización” en agravio de la denunciante.
Sin embargo, el diputado Zapotitla ha sido objeto de un linchamiento no solamente en los medios de comunicación, sino al interior de la legislatura de la que es integrante. Al grito de “no es legal, es moral”, las legisladoras lo obligaron a abandonar el recinto cuando participaba en la última sesión, y bajo esa amenaza tampoco participó en las subsecuentes.
Habría que aprendernos muy bien esa frase acuñada por las diputadas. Quizás la podamos aplicar próximamente con cualesquiera de los 20 miembros de la actual legislatura, que jurídicamente pueden ser inocentes, pero en el terreno de lo moral podrían salir muy mal parados.
Desde nuestro particular punto de vista la acusación contra Zapotitla es endeble lo mismo que el proceso de desafuero que contempla muchas “lagunas” que pueden ser aprovechadas por el diputado para mantenerse en el cargo por lo que resta de la legislatura.
Sin embargo, políticamente está acabado. Traicionó al PRD, traicionó a don Raúl Iragorri, traicionó a Morena y hoy no tiene quien lo respalde. Al principio lo intentaron apoyar desde el PES-Gobierno, incluso le pusieron a los mejores asesores legales, pero el diputado indígena salió soberbio y hoy está solo.
El único camino que le queda es esperar a que termine la legislatura justificando sus ausencias y salir por la puerta de atrás para regresar a su pueblo, si es que lo admiten.
HASTA EL LUNES.