La próxima vez que vaya al supermercado encontrará que muchos de los productos que consume, mostrarán en su empaquetado leyendas como “exceso de azucares”, “exceso de edulcolorantes, evitar en niños” o “exceso de grasas”. Esto tiene que ver con una política de “etiquetado claro” que está poniendo en práctica el gobierno federal.
La medida responde a la hipótesis de que durante décadas el público consumidor ha sufrido de una “publicidad engañosa” por parte de la mayoría de empresas productoras de alimentos, ya que si tuviera información suficiente y clara de lo que está comiendo, quizás no lo hubiera adquirido.
Se trata de algo parecido a lo que ocurrió con la industria tabacalera, que durante muchos años, a través de millonarias campañas de publicidad, hizo creer a la sociedad que fumar daba “caché” y que a las mujeres les gustaban los hombres que consumían Marlboro porque se imaginaban al vaquero de los anuncios en televisión.
Después de que provocaron adicción en millones de personas, hoy los gobiernos de todo el mundo han decidido que no solamente hay que quitar toda publicidad de los cigarros en medios de difusión, sino que incluso es necesario que el consumidor sepa claramente que fumar da cáncer.
Lamentablemente hoy podemos ver a mucha gente con sus cajetillas de cigarros donde vienen fotos de mujeres sin senos, hombres con un agujero en la tráquea, fetos, etc., pero que no dejan la adicción al tabaco.
Las autoridades esperan que la gente consuma menos alimentos chatarra si traen una advertencia de buen tamaño y en la parte de enfrente que advierta sobre los daños que le va a causar ese producto a su salud. Ya sí aun así decide consumirlo, no podrá quejarse de que no se le informó.
El 1 de octubre es la fecha en que entrará en vigor la modificación a la NOM-051, aunque el pasado 31 de julio de 2020, se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un Acuerdo Interinstitucional entre la Secretaría de Economía, Cofepris y Profeco que establece plazos y criterios para no sancionar a productores, importadores o comercializadores durante las actividades de verificación que realicen estas autoridades.
De esta manera, desde hoy los consumidores mexicanos verán el nuevo sistema de etiquetado frontal en miles de productos que exhibirán sellos de advertencia, octágonos negros y leyendas precautorias. Así, desde ahora se mostrará al consumidor de una manera clara y sencilla cuando los productos contengan exceso de azúcares, sodio, grasas o calorías, y también cuando contengan edulcorantes o cafeína.
De esta manera se prevé que hasta el 30 de noviembre de 2020, en los anaqueles de los establecimientos comerciales coexistirán productos para la venta al consumidor final que cumplan con el nuevo sistema de etiquetado frontal de advertencia o con el etiquetado actual.
Por otra parte, dichos productos no podrán hacer uso de estrategias publicitarias que se usaron durante décadas. ¿Quién de ustedes no compró un producto alimenticio sólo por el personaje que venía en el empaque? ¿Cuántos coleccionábamos corcholatas de refresco que debajo traían fotos de jugadores de futbol?
La nueva normatividad establece que si un alimento o bebida porta tan solo un sello frontal de advertencia, su etiqueta no podrá utilizar personajes, dibujos, celebridades, regalos, ofertas, juguetes o concursos.
Tampoco podrán exhibir ofertas relacionadas con el precio o el contenido del producto, así como juegos visual-espaciales o anuncios de redes sociales que fomenten su consumo.
La pregunta es ¿de qué van a vivir las personas que hoy se dedican a la mercadotecnia? En un entorno tan competitivo, la publicidad es una de las formas más eficaces de atraer a los consumidores de una manera legítima y legal.
Ahora bien, partiendo de que la normatividad que estamos analizando tiene como objetivo final la salud de los mexicanos, a través de la generación de nuevos paradigmas en materia de publicidad, surge la pregunta: ¿Y si esto mismo se hiciera en materia de publicidad política?
Me explico:
Cada tres y seis años los ciudadanos nos vemos inundados de anuncios en estructuras espectaculares y en los medallones de los microbuses (hasta hace unos años también se utilizaban los pendones, pero ahora ya están prohibidos), en los que aparecen hombres y mujeres sonrientes, con cara de triunfadores, prometiendo cientos de cosas a cambio del voto.
¿No cree usted estimado lector que esa publicidad es tan engañosa como la de los refrescos y los pastelitos que no nos dicen que su consumo causa diabetes?
En las escuelas de mercadotecnia nos enseñan que los publicistas no mentimos, no engañamos, pero nos pagan por mostrar lo más positivo de un producto. Si hay daños colaterales no nos corresponde mostrarlos.
Ocurre exactamente lo mismo cuando el producto no es un objeto sino una persona, un candidato. A su gente de propaganda le corresponde resaltar lo positivo de ese personaje; de lo negativo se habrán de encargar los demás candidatos.
¿Se imaginan que la legislación que hoy se está aplicando en materia de productos alimentarios se pusiera en práctica también en materia electoral?
Imagínense que al poner un anuncio espectacular el candidato de tal o cual partido, tenga que darse a conocer también cuáles son sus “excesos” o “debilidades”.
“Tiene pensiones alimentarias pendientes”, “cuando se emborracha hace barbaridades” “ha salido mal en todos los cargos que ha tenido”, “cuidado: está loco”, “100% misógino”, serían algunas de las etiquetas que tendrían que ponerles a los anuncios de los aspirantes a cargos de elección popular.
Así, los votantes no podrían argumentar que cuando emitieron su voto no sabían los antecedentes de tal o cual candidato, y por lo tanto no podrían decirse engañados.
Pero como esa normatividad sólo está en nuestra mente, tendremos que conformarnos con lo que hay, y tratar de elegir a los mejores aunque no tengamos información clara y confiable de sus orígenes y comportamiento.
HASTA MAÑANA.