La entrevista se desarrolló en un restaurante del centro de Cuernavaca en abril del 2018. Atrás quedaron los tiempos en que lo rodeaba un sequito de ayudantes, guaruras, gente de comunicación social y… abogados. Esta vez llegó únicamente acompañado de un par de colaboradores, y no se opone a responder ninguna pregunta, aún aquellas incómodas.
— Sus detractores afirman que la Universidad no está para financiar causas sociales como las fosas de Tetelcingo —fue la primera pregunta—. Que la Universidad no tenía por qué pagar gastos para apoyar a víctimas que buscaban a sus familiares en fosas comunes.
—Sí, creo que esa es una visión muy miope de gente que en realidad no conoce el mundo de la academia, que no se ha inmiscuido en el universo del conocimiento y sobre todo en la utilidad del conocimiento, es una discusión hueca, estéril, el tratar de justificar que los académicos y las universidades deben de vincularse al entorno y deben de dar cuenta de todo lo que tiene que ver con el ser humano, y en ese sentido yo estoy totalmente convencido que una de las funciones sustantivas de la Universidad es poner el conocimiento al servicio de la gente y en este caso de las familias que sufren por la desaparición de un ser querido.
—¿En qué etapa de su vida es donde le surge esta intención de trabajar por el prójimo? ¿Hay algún autor o maestro que le haya dejado marcado y que ahora lo lleva a buscar la gubernatura?
—Definitivamente es mi concepción religiosa, mi formación cristiana, en mi adolescencia yo participé en algunos programas de evangelización en comunidades muy marginadas no sólo en Morelos y el contacto con la gente más pobre, marginada, vulnerable, pues hizo que yo tuviera esta sensibilidad. También la influencia de mi abuelo (Ángel Jiménez Tapia) que fue médico de pueblo, que hizo votos de pobreza, que asumió su profesión con mucha vocación de servicio como miembro de la Tercera Orden Franciscana pues también ejerció una influencia importante sobre mi conducta, pero por otro lado también la experiencia propia que yo viví con el secuestro de mi hermano pues hicieron que yo como muchos otros académicos y gente de ciencia, me aproximara ya al problema de la violencia.
—¿Que tanto influyó en esta decisión de ser candidato a la gubernatura su ya conocido enfrentamiento con el actual gobernador Graco Ramírez?
—No fue una confrontación que se haya dado de una manera fortuita, a capricho, sino que me parece que la negación al problema de la inseguridad, la negación a las graves violaciones que subyacen en las fosas de Tetelcingo y Jojutla, hicieron que yo asumiera una posición crítica frente al gobierno. Lamento que al Gobierno le haya incomodado y que a la actual administración no le haya gustado que evidenciáramos esta situación que es una realidad.
—¿Alguna vez se abrió la posibilidad de que Alejandro Vera pudiera ser el candidato del PRI a la Gubernatura de Morelos?
— Cuando estaba la alianza a nivel nacional sí se abrió la posibilidad de que yo fuera el candidato de la Coalición PRI-PVEM-PNA. Entiendo que después hubo situaciones que no permitieron y creo que por algunas diferencias entre los distintos actores políticos del PRI que impidieron que se diera mi candidatura. Siempre busqué acercarme a Nueva Alianza y desde ahí explorar la posibilidad y cuando se materializa el convenio me quedó claro que no era la opción y que no había la disposición y entonces tomé la decisión de no empujar mi postulación. Cuando se da la ruptura con el PRI me habla Luis Castro, dirigente nacional para ofrecerme la candidatura, yo estaba ya en acuerdos de registrarme por el Partido Humanista (que lamento no se haya podido materializar por cuestiones internas del partido) y bueno pues ahí se dio justo la coyuntura y ahí se da el registro con Nueva Alianza, lo cual me honra, creo que es una oportunidad de dar una respuesta ciudadana de cara a los comicios.
—Hay gente que considera que el partido idóneo para usted hubiese sido el de Morena…
—Sí, la verdad es que hubo un acercamiento al principio de mi mandato como rector, pero yo tenía muchos desafíos que resolver y consideré que en ese momento no era lo más adecuado pues la institución demandaba de mí una concentración total y agradecí en su momento la invitación pero no la consideré oportuna. Posteriormente, ya cuando había situaciones distintas pues ya estaba claramente definido que el coordinador y posible candidato iba a ser el senador Rabindranath Salazar, con quien tengo una excelente relación y a quien siempre le hice saber que yo no iba a competir contra él.
—Y al final ni para usted ni para Rabín….
—Efectivamente, cuando se da la designación de Cuauhtémoc Blanco me doy cuenta que estuvo bien no haber aceptado porque nuestras propuestas son diferentes.
—A Cuauhtémoc y a usted los une que ambos fueron perseguidos por el gobierno de Graco Ramírez…
—La coincidencia es que Cuauhtémoc y yo representamos una oposición real y verdadera al proyecto de continuidad del actual gobierno a través de Rodrigo Gayosso, pero hay una diferencia abismal. Él está sumando el descontento en un sentido pero sin tener un proyecto claro y definido, cosa que yo sí estoy construyendo con distintos actores sociales pero también con académicos que se han ido sumando al proyecto y que creo serán una pieza muy importante para enfrentar este desafío.
—Se le acusa de haber llevado a la UAEM a la bancarrota doctor Vera.
—Ahí están los números: recibí una Universidad con 21 mil estudiantes, la entregué con casi 44 mil estudiantes; 100 mil metros cuadrados de espacios académicos la entregué con más de 180 mil metros cuadrados, ahí están las carreras que se abrieron, una matrícula reconocida por su buena calidad en más del 95 por ciento en los programas del Conacyt. Hasta el diario que siempre nos estuvo denostando y criticando mi gestión recientemente publicó que la UAEM está en séptimo lugar de todas las universidades, me dio mucho gusto ver la nota y que se reconociera aunque yo ya no esté en la rectoría.
—Doctor, viene a mi mente aquella plática que sostuvo usted con varios corresponsales a principios del 2017 en la que no descartaba la posibilidad de pisar la cárcel, incluso comentó que aprovecharía el encierro para escribir un libro. ¿En algún momento de los meses siguientes sintió usted que se haría realidad esa broma?
—Yo tenía claro que si tenía que quedarme como preso político en Atlacholoaya iba a iniciar un trabajo educativo en beneficio de los internos, pero siempre tuve muy claro que era una persecución política.
—Qué pasó por su mente aquella ocasión en que fue sacado del restaurante Iruña y subido a una camioneta en la que –en ese momento- no sabíamos a dónde lo llevarían.
—Una profunda indignación. Me sentí realmente indignado porque yo llevaba 10 amparos y me di cuenta que en 48 horas me habían fabricado otro delito en la Fiscalía Anticorrupción, lo habían judicializado y libraban orden de aprehensión por un delito que no lo ameritaba como es el abuso de confianza.
—¿No sintió miedo?
—No. Y ya sé por qué lo dices. Se manejó la versión de que por miedo había yo negociado con Rodrigo Gayosso para que se desistieran de los cargos y no pisara yo la cárcel, pero aquí te aseguro que nunca hubo negociación alguna ni la habrá. Esta es una oposición real.
—¿Hubo un complot para encarcelarlo?
—Está clarísimo. Sólo así se puede uno explicar que yo que denuncie los horrores de las fosas de Tetelcingo y a quienes ordenaron la inhumación de los cuerpos en Jojutla, en ese momento estaba detenido, y la responsable del entierro de decenas de cadáveres no solamente estaba libre, sino que hasta fue premiada con una candidatura al Senado de la República.
Opinión personal: no creo que el doctor Alejandro Vera Jiménez se haya robado los 239 millones que el Tribunal Federal de Justicia Administrativa resolvió que tienen que ser devueltos. Hay mucha gente que resultó beneficiada y que hoy guarda silencio.
HASTA EL LUNES.